La enseñanza de
la religión en
las escuelas
cariocas
Apoyado por
católicos, pero
criticado por
evangélicos,
debe ser
sancionado en
este mes por el
alcalde de Rio
de janeiro,
Eduardo Paes, el
proyecto de ley
de autoría del
Ejecutivo
municipal que
autoriza la
contratación de
600 profesores
para que den
clases de
religión en las
escuelas de la
red municipal de
enseñanza.
El proyecto
establece que
los profesores
deberán tener
formación en
licenciatura y,
al mismo tiempo,
ser habilitados
por una
autoridad
religiosa
competente.
De acuerdo con
el proyecto, los
profesores,
aunque
vinculados a
alguna
institución
religiosa,
tendrán que
ofrecer
educación
religiosa
plural, no
sectaria, con
énfasis a la
valorización y a
la visibilidad
de las
diferentes
prácticas
religiosas, algo
que ya existe en
la red estadual
de enseñanza.
Pero las clases,
obedeciendo al
que establece la
Constitución de
la República,
serán
facultativas a
los alumnos, que
pueden, por lo
tanto, asistir o
no a ellas.
La posición
contraria al
proyecto de ley,
manifestada por
un grupo de
evangélico en la
Cámara
Municipal,
advienen del
pensamiento de
que la medida
beneficiará
principalmente a
los católicos,
que constituyen
en nuestro país
la mayoría entre
los que declaran
tener religión.
Otra voz en
contra al
proyecto,
fundamentada,
sin embargo, en
otros motivos,
es la del
Consejo
Municipal de
Educación,
órgano
consultivo de la
Secretaria de
Educación, que
así se posicionó
con el claro
propósito de
reafirmar el
carácter laico
de la escuela
pública. Así, en
ese sentido,
está en trámite
en el Supremo
Tribunal Federal
una acción de
inconstitucionalidad
contra la ley
federal de
contenido
semejante a la
aprobada en Rio.
Los espiritas no
se manifestaron,
hasta ahora, con
relación al
asunto, pero es
bueno que se
sepa que existe,
con relación a
ese tema, un
precedente, que
dio, de esta
manera, origen a
un clásico del
Espiritismo en
Brasil – el
libro
Religión, de
autoría del
inolvidable
Carlos
Imbassahy.
En aquella época
lo que se
discutía, y fue
el foco del
mencionado
libro, era el
carácter
religioso del
Espiritismo,
visto que las
autoridades del
área de la
educación no
consideraban el
Espiritismo como
religión y, por
eso, estarían
los espiritas
excluidos de la
posibilidad de
dar clases, como
los católicos,
de la enseñanza
de la doctrina
espirita en la
red pública de
enseñanza.
Imbassahy
demostró el
equívoco de las
autoridades,
pero, al mismo
tiempo en que
comprobaba la
naturaleza
religiosa del
Espiritismo,
recordó que
nosotros
espiritas no
deberíamos tener
la menor
preocupación en
usar tal
instrumento,
porque el local
en que se debe
ministrar la
enseñanza
religiosa a
nuestros niños
es primeramente
el hogar y, en
según plano, las
casas espiritas.
Con relación a
la escuela
pública, nadie
desconoce las
dificultades que
enfrenta, como
la escasez de
recursos, la
falta de
profesores y,
muchas veces, la
precariedad de
las propias
instalaciones,
motivos por los
cuales raramente
consigue dar
cuenta de
aquello que de
ella se espera.
Agregar a esa
lista la
responsabilidad
de enseñar
religión a los
peques
constituye, por
lo tanto, una
idea que ni
debería ser
pensada, una vez
que el correcto
es dejar con las
familias y los
segmentos
religiosos una
tarea que
pertenece a
ellas y a ellos,
y a nadie más.
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