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José Passini
|
Kardec y su
visión del
futuro |
Al hacernos un
análisis de la
personalidad de
Kardec, buscando
conocerle la
cultura, aliada
a la profunda
identificación
con el
Evangelio, no
debemos tener
por objetivo
sólo
homenajearle la
memoria. Debemos
verlo como
alguien que vino
para cumplir una
promesa de
Jesús. Debemos
evaluarle la
estatura
espiritual, no
sólo para
nuestro
encantamiento,
sino a fin de
concienciarnos
de nuestra
condición de
beneficiarios de
su obra, de ese
acervo inmenso
de
esclarecimientos,
que marcaron
efectivamente
una nueva etapa
en la evolución
humana.
Es necesario que
pensemos en
Kardec en su
época, a fin de
evaluarle el
avance en el
tiempo en
relación al
pensamiento
predominante de
entonces.
Necesitaríamos,
todos nosotros,
tener la
posibilidad de
transportarnos,
de caminar para
el pasado, a fin
de sentir la
época,
con sus
costumbres y,
principalmente,
con sus
limitaciones.
Sólo así
podríamos
observar con
justicia el
avance del
pensamiento de
Kardec en
relación a sus
contemporáneos,
y hasta de
muchos de los
actuales
pensadores de
las siembras
religiosas,
políticas y
sociales.
La Iglesia,
recién salida de
la Inquisición –
en Portugal
terminó, por
decreto de la
Regencia, en
1821 – aún
imponía
terriblemente su
poder. En los
países, dichos
católicos, no
había separación
entre el Estado
y la Iglesia.
Para tener una
idea de ese
poder, es sólo
recordar que el
9 de octubre de
1861, en España,
fueron quemadas,
en una plaza
pública, 300
obras espíritas,
legalmente
importadas de
Francia, el así
llamado el Auto
de fe de
Barcelona.
En 1864, la
encíclica Cuanta
Cura condenó la
tolerancia
religiosa. Y ese
empeño en
mantener el
poder no se
restringió al
siglo XIX, pues
en 1906 dos
encíclicas del
Papa Pío X,
Vehementes nos
y Gravissimi
Officii,
condenaron la
separación entre
Estado e
Iglesia.
En España, en
1931, se hizo la
laicización del
poder civil, con
la limitación de
los poderes de
la Iglesia.
Infelizmente, en
1953, durante la
dictadura de
Franco, mediante
acuerdo con la
Santa Sé, volvió
el Catolicismo a
ser declarado
religión única
de la nación
española. En
Portugal,
durante la
dictadura de
Salazar, en
pleno siglo XX,
fue cerrada la
Federación
Espírita
Portuguesa, y
todos sus bienes
fueron
confiscados. En
Francia, el
clima era un
tanto diferente,
pero no mucho.
Se tiene en
cuenta las
persecuciones y
los ataques
sufridos por
Kardec.
El descompás
entre la
religión y la
ciencia se
vuelve cada vez
más agudo
Sin embargo, a
pesar de la
fuerte presión
dominadora
ejercida por la
Iglesia, en el
sentido de ser
mantenida su
versión del
Cristianismo,
durante el siglo
XIX, en algunas
partes de Europa
ocurría una
liberación casi
rebelde de
muchos
intelectuales,
en relación a
las
predicaciones
religiosas, que
ya no más
conseguían
convencerlos. El
descompás entre
la religión y la
ciencia se hacía
cada vez más
agudo, ensayar
un desencanto
que llevó a
muchos Espíritus
lúcidos a la
toma de
posiciones
eminentemente
materialistas,
creando el
ambiente
para el
surgimiento del
Positivismo,
doctrina que
busca la
superación de
los estados
teológico y
metafísico,
negando todo lo
que no fuera
físicamente
mensurable, y
preparando el
terreno para el
materialismo del
siglo XX.
En el campo
social, el
mensaje
religioso servía
sólo para
aparentar el
egoísmo vivido
por los
poderosos, sin
que hubiera la
mínima acción en
el sentido de
amenizar la
inhumana y
angustiosa
situación de las
clases
trabajadoras,
principalmente
de los obreros.
Es de esa época
la
famosa frase
atribuida a Karl
Marx: “La
religión es el
opio del
pueblo.” Y
realmente lo
era, pues se
constataba
fácilmente la
inmensa
distancia que
había entre el
mensaje simple,
fraterno,
amoroso y actual
de Jesús, y
aquello que era
ofrecido como
Cristianismo por
la Iglesia,
totalmente
comprometida con
el poder
temporal.
Kardec no se
curva a la
Iglesia, pero no
adhiere al
materialismo
seco y
destructivo,
como tantos
pensadores de su
tiempo. Su
visión de
misionero le
permite
discordar de
aquello que la
Iglesia ofrecía
como verdad y le
posibilita una
propuesta
religiosa a ser
experimentada
principalmente
fuera de los
templos. Una
religión a ser
vivida en clima
de libertad,
tanto en el área
del sentimiento,
como de la
razón, conforme
las enseñanzas y
ejemplos de
Jesús.
Delante de la
actuación de
Kardec, sería
difícil
encuadrarlo en
las áreas del
conocimiento
humano. Se
revela como
teólogo al
dialogar con los
Espíritus
Superiores
acerca de Dios,
demostrando
independencia y
superioridad de
pensamiento en
relación a sus
contemporáneos,
cuando formula
la pregunta:
“Que es Dios?”
1 Eso
dicho en una
época en que
grandes
pensadores
estaban aún
dominados a la
idea de Dios
antropomórfico,
portador de
limitaciones
humanas, en
cuanto a la
forma y a los
atributos.
La
reencarnación,
hasta entonces,
le merece un
análisis claro e
irrefutable
El Codificador
demuestra que su
visión de Dios
es cósmica, y
está en perfecta
consonancia con
los avances de
la Astronomía,
que, caminando
al frente de las
religiones, ya
hube demostrado
a aquellos “que
tienen ojos para
ver” que el
Universo
conocido era
mayor que el
Dios enseñado
por ellas.
Sin embargo, su
concepción
científica de la
grandeza cósmica
de Dios no le
impidió de
rescatar la
figura del Padre
justo,
providencial,
amoroso e
infinitamente
misericordioso,
conforme las
enseñanzas de
Jesús,
contraponiéndose
frontalmente a
la creación
nefasta de los
teólogos: el
Infierno de
penas eternas,
dentro del
contexto
cristiano. En
ese campo,
revela el
Codificador su
condición
también de
educador y de
penólogo, al
examinar con
impecable
lucidez temas
como Cielo,
Purgatorio e
Infierno,
principalmente
en la obra “El
Cielo y el
Infierno”.
Sin embargo, se
abrió las
puertas del
Infierno,
demostró que las
del Cielo no se
abren a costa de
oficios
religiosos
encomendados, de
legados post
mortem, sino a
través del
esfuerzo
individual,
intransferible y
consciente de
cada Espíritu,
conforme
sentenció Jesús:
“... Si
alguien quiere
venir en pos de
mí, renúnciese a
sí mismo, tome
sobre sí su cruz
y me siga.”
2 La
reencarnación,
rechazada y
ridiculizada a
aquella época,
le mereció
análisis claro,
profunda e
irrefutable, en
tesis que el
futuro, que
vivimos hoy, ha
consagrado como
victoriosa, al
ver que hasta el
presente no
existe ningún
trabajo serio
que la conteste.
Por el
contrario, con
el pasar del
tiempo se
abultan los
trabajos
académicos que
la comprueban.
Demuestra con
claridad la
inmortalidad del
alma, no sólo
como artículo de
fe, estribada en
dogmas, sino en
el campo de la
experimentación
científica, a
través del
rescate del
ejercicio de la
mediumnidad,
práctica que
sería objeto de
estudios
llevados a
efecto en el
área académica,
de entrada bajo
el nombre de
Metapsíquica y,
más tarde, de
Parapsicología.
Se reveló
sociólogo
eminentemente
cristiano al
dialogar con los
Espíritus sobre
cuestiones
sociales,
poniendo en
evidencia temas
que otras
religiones sólo
décadas más
tarde vendrían a
discutir.
El trabajo,
enseñado en un
medio religioso
como castigo, es
mostrado como
oportunidad
ennoblecedora de
colaboración en
la obra de Dios.
Por primera vez
la relación
entre capital y
trabajo es
tratado en un
medio religioso,
con serias
advertencias a
aquellos que,
abusando del
poder de mando,
imponen excesivo
trabajo a sus
inferiores, pues
eran comunes en
Europa las
jornadas de
trabajo que
excedían a doce
horas.
Kardec incluyó
conceptos de
moral religiosa
en un campo
eminentemente
social
Por primera vez,
en la historia
del
Cristianismo,
alguien crea un
ambiente para
que los
Espíritus
Superiores
adviertan al
hombre, en
nombre de Dios,
acerca de la
responsabilidad
en el empleo del
poder: “Todo
aquel que tiene
el poder de
mandar es
responsable por
el exceso
de trabajo que
imponga a sus
inferiores, por
cuanto, haciendo
así, trasgrede
la ley de Dios.”
3
Mientras todas
las voces
religiosas se
callaban, Kardec
pregunta a los
Espíritus acerca
del derecho del
trabajador de
reposar tras
haber dado el
vigor de su
juventud
en trabajo:
“¿Pero qué ha
de hacer el
viejo que
necesita
trabajar para
vivir y no
puede?” 4
La respuesta
lapidaría, que
debería servir
de epígrafe e
inspiración para
muchos discursos
sociológicos y
religiosos: “El
fuerte debe
trabajar para el
débil. No
teniendo éste
familia, la
sociedad debe
hacer a veces de
esta. Es la ley
de caridad.”
4
Sólo 31 años
tras la edición
definitiva de
“El Libro de los
Espíritus”, la
encíclica
Rerum Novarum,
en l891, revela
algún despertar
del medio
católico para el
tema.
Relativamente a
la esclavitud,
existente aún en
Brasil, en
Estados Unidos y
en Cuba, los
poderes
religiosos
también se
mantenían
callados hasta
entonces,
impedidos de
erguir la
bandera
abolicionista
por estar
comprometidos
con aquellos que
se beneficiaban
con el
trabajo esclavo.
Contra ese
ignominioso
dominio de un
ser humano sobre
otro, se
manifestaron los
Espíritus,
hablando en
nombre de Dios,
gracias a la
preguntas de
Kardec, que, con
eso, insertaron
conceptos de
moral religiosa
en un campo
eminentemente
social.
Nueve años antes
de la
publicación de
la obra
“Sujeción de las
Mujeres”, de
Stuart Mill, que
es tenida como
una de los
motores
propulsores del
movimiento
feminista,
Kardec publica
el diálogo que
mantuvo con los
Espíritus
Superiores y
comentarios
suyos,
analizando la
igualdad de los
derechos del
hombre y de la
mujer, mientras
las demás
corrientes
cristianas
mantenían, y aún
mantienen en su
propio seno,
posiciones
altamente
discriminatorias,
en la que la
mujer continúa
como subalterna,
desagrado de los
ejemplos
dignificantes de
Jesús.
Al preguntar a
los Espíritus:
“¿Será contrario
a la ley de la
Naturaleza el
casamiento, es
decir la unión
permanente de
dos seres?”
5, el
Codificador
demuestra
conceptuada la
boda como acto
eminentemente
moral, mutuo
compromiso
asumido en el
ámbito de la
conciencia de un
hombre y de una
mujer, por
encima de
cualquier
bendición
sacerdotal o de
firma de un
documento civil.
“La abolición
del casamiento
sería, pues,
regresar a la
infancia de la
Humanidad”
Evidenciada por
Kardec hace más
de un siglo, esa
es la visión que
se hace hoy,
cuando cada vez
es más prospera
la comprensión
de que nadie
casa a nadie;
las criaturas se
casan, y sólo
ellas son
responsables por
el mantenimiento
del vínculo
libremente
establecido. Es
digna de
nota la posición
del Codificador,
pues si de un
lado esclarece,
liberando a la
criatura de las
cadenas creadas
por una
bendición
sacerdotal –
supuestamente
dada en nombre
de Dios –, por
otro, le llama
la atención para
los compromisos
asumidos ante el
altar de su
propia
conciencia. El
valor que Kardec
atribuye al
casamiento está
perfectamente
explicado en el
comentario hecho
al tratar del
asunto: “La
abolición del
casamiento
sería, pues,
regresar a la
infancia de la
Humanidad y
colocaría al
hombre por
debajo aún de
ciertos animales
que le dan el
ejemplo de
uniones
constantes.”
6
En una época en
que las
religiones no
discutían el
papel de la
familia, por
juzgarla
establecida en
función de un
sacramento
administrado en
nombre de Dios –
aunque, en
algunos casos,
incluso contra
la voluntad de
quien lo recibía
–, Kardec,
entreviendo
actitudes y
cuestionamientos
futuros, analiza
y discute con
los Espíritus
Superiores el
papel de la
institución
familiar. Obtuvo
respuestas
esclarecedoras
de los
Espíritus,
situando la
familia como
núcleo
insustituible de
la educación
humana, núcleo
formado no en
función de una
evolución
social, sino
decurrente de un
designio divino.
Por eso, el
Espiritismo ya
tenía respuesta
anticipada a las
duras
contestaciones
que vendrían
décadas más
tarde, cuando
regímenes
totalitarios
pretendieron
instituir un
modelo de
educación del
niño por el
Estado y, más
tarde aún, a
través de las
propuestas de
“vida libre”
llevadas a
efecto por los
hippies y
aquellos que les
compartían las
ideas.
Al asumir
vehemente
combate contra
la pena de
muerte –
mientras
sectores
religiosos se
mantenían
silenciosos o
aún compinchados
–, Kardec quita
el “no matarás”
de dentro de los
templos,
llevándolo a la
discusión penal
y social,
anticipándose,
en décadas, a
las campañas que
surgirían mucho
más tarde.
El inmenso
abismo cavado
entre la Ciencia
y la Religión
por los estudios
de Copérnico y
Galileo se
ensanchó aún más
con la
publicación de
la obra “Del
Origen de las
Especies”, de
Charles Darwin.
Cupo a Kardec el
papel histórico
de construir un
puente luminoso,
conectando
Ciencia y
Religión.
El pensamiento
de Kardec es una
anticipación
terrena de los
caminos de la
Humanidad
Contestando el
Creacionismo,
pone en
evidencia la
evolución del
Espíritu, que
camina pari
passu con la
evolución física
demostrada por
Darwin, al
tiempo en que
rescata delante
de la conciencia
humana uno de
los atributos
básicos de un
Ser Perfecto: la
Justicia. Todo
promana
de una misma
fuente, todos
partimos de un
mismo punto,
dotados de la
misma
potencialidad
evolutiva,
conforme
enseñaron los
Espíritus: “Es
así que todo
sirve, todo se
encadena en la
Naturaleza,
desde el átomo
primitivo al
arcángel, que
también comenzó
por ser
átomo.” 7
Por conocer esa
luz divina
inmanente en
toda la
creación, es que
Jesús lanzó el
desafío
evolutivo: “Así
resplandezca
vuestra luz
delante de los
hombres (...)”.8
No se pretendió
aquí hacer un
análisis
exhaustivo de la
obra de Kardec,
ni de su
capacidad como
filósofo,
educador,
sociólogo o
teólogo. Se
buscó enfocar
sólo el avance
de su
pensamiento, en
relación a sus
contemporáneos.
Kardec
transciende su
época, mirando
más allá de los
intereses, de la
cultura, del
medio social y
religioso en que
convive.
Si el Prof.
Hippolyte León
Denizard Rivail
hubiera
publicado sus
obras sin
revelar los
diálogos con los
Espíritus y su
aspecto
religioso, por
descontado
Francia lo
habría incluido
entre sus
filósofos,
conforme ya lo
hubo hecho entre
sus grandes
educadores.
En el
transcurrir de
este milenio,
cuando el rencor
religioso y el
academicismo
fatuo se hagan
menos presentes,
y cuando no más
estén tan
distanciados de
las verdades del
Evangelio puro,
Kardec
ciertamente será
estudiado en las
universidades,
será
“descubierto”
como un genio
del siglo XIX,
maravillando
Espíritus que ya
habrán
reencarnado para
el
establecimiento
de directrices
educativas de
los tiempos
nuevos. En esa
ocasión, tendrán
dificultad en
situarlo en una
área del saber
humano, en base
del dominio
revelado por él
en el campo de
la sociología,
del derecho, de
la educación, de
la filosofía y,
principalmente,
de la teología.
La marca
incuestionable
de su condición
de gran
misionero es el
hecho de que su
pensamiento no
está preso al
lugar y a la
época. Su
pensamiento
vigoroso se
proyecta en el
futuro, en una
anticipación
terrena de los
caminos de la
Humanidad.
Espiritualmente
hablando, no
es anticipación,
es simplemente
el recuerdo de
los temas
humanos que
merecieron su
estudio, su
análisis
minucioso, en el
Espacio, antes
de reencarnar.
Guardadas las
debidas
proporciones, es
el mismo
fenómeno que se
dio con Jesús
que,
transcendiendo
los
conocimientos,
los intereses,
las aspiraciones
– la propia
cultura de la
época –, hizo
abordajes de
asuntos poco
comunes y dejó
enseñanzas y
directrices
evolutivas para
los siglos
venideros.
Referências:
O Livro dos
Espíritos:
1 - item 1
3 - item 684
4 - item 685 a
5 - item 695
6 - 696
(comentário)
7 - item 540.
Novo Testamento:
2 - Mt, 16: 24
8 - Mt, 5: 16
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