Continuamos con el
Estudio Metódico del
Pentateuco Kardeciano,
que focalizará las cinco
principales obras de la
Doctrina Espírita, en el
orden en que fueron
inicialmente publicadas
por Allan Kardec, el
Codificador del
Espiritismo.
Las
respuestas a las
preguntas presentadas,
fundamentadas en la 76ª
edición publicada por la
FEB, basadas en la
traducción de Guillon
Ribeiro, se encuentran
al final del texto.
Preguntas
para debatir
A. ¿Qué
le sucede al indolente
que busca en la vida
terrena sólo el descanso
y el ocio, no haciendo
nada útil al semejante?
B.
Sabemos que el
arrepentimiento puede
darse tanto en el estado
corporal como en el
estado espiritual.
¿Cuáles son las
consecuencias del
arrepentimiento en el
estado espiritual y
cuáles son las
consecuencias cuando se
da en el estado
corporal?
C. La
expiación ¿se cumple en
el estado corporal o en
el estado espiritual?
D. ¿Es
suficiente el
arrepentimiento para
borrar las faltas del
Espíritu?
E. ¿Cuál
es, según Pablo de Tarso
(Espíritu), el objetivo
final de la Humanidad y
qué cosas son necesarias
para alcanzarlo?
Texto para la lectura
620. Las
personas que por su
carácter, aún sin ser
malas, hacen infelices a
todos los que les rodean
deberán expiar sus
faltas delante de
aquellos a quienes
hicieron infelices, lo
cual será para ellos una
reprobación. Después, en
otra existencia,
sufrirán lo que hicieron
sufrir. (L.E., 989)
622. Todo
Espíritu tiene que
progresar
incesantemente. Aquél
que en esta vida sólo
tiene el instinto del
mal, tendrá el del bien
en otra, y por eso
renace muchas veces,
pues es necesario que
todos progresen y
alcancen la meta. La
diferencia está sólo en
que a unos les toma más
tiempo que a otros,
porque así lo quieren.
Aquél que sólo tiene el
instinto del bien, ya se
purificó, puesto que tal
vez ha tenido el del mal
en una anterior
existencia. (L.E., 993)
622. El
hombre perverso que no
reconoció sus faltas
durante la vida, siempre
las reconoce después de
la muerte, y entonces
sufre más porque siente
todo el mal que hizo o
del que fue causante
voluntariamente. Sin
embargo, el
arrepentimiento no
siempre es inmediato.
Hay Espíritus que se
obstinan en permanecer
en el mal camino a pesar
de los sufrimientos por
los que pasa. Pero tarde
o temprano reconocerán
haber tomado la senda
equivocada y vendrá el
arrepentimiento. Para
esclarecerlos trabajan
los buenos Espíritus, y
también vosotros podéis
trabajar en ello.
(L.E.,
994)
623.
Existen Espíritus que no
se ocupan en nada útil.
Permanecen a la
expectativa, pero en ese
caso, sufren
proporcionalmente.
Puesto que en todo debe
haber progreso, en ellos
el progreso se
manifiesta por medio del
dolor. (L.E., 995)
624.
Tales Espíritus desean
también abreviar sus
sufrimientos, pero les
falta energía suficiente
para querer lo que les
podría aliviar. ¿Cuántos
individuos se cuentan
entre vosotros, que
prefieren morir en la
miseria antes que
trabajar? (L.E., 995-a)
625. Los
Espíritus que, aún
estando desencarnados,
practican el mal y
alejan a los hombres del
buen camino, obran así
porque en ellos el
arrepentimiento es
tardío. Puede suceder
también que un Espíritu,
después de haberse
arrepentido, se deje
arrastrar nuevamente al
camino del mal por otros
Espíritus más atrasados
que él. (L.E., 996)
626. La
oración sólo tiene
efecto en el Espíritu
que se arrepiente. Con
relación a los que,
impedidos por el
orgullo, se rebelan
contra Dios y persisten
en sus desvaríos, la
oración nada puede y
nada podrá, hasta el día
en que se produzca en
ellos la luz del
arrepentimiento.
(L.E., 997)
627. Es
necesario entender que
el Espíritu no se
transforma súbitamente
después de la muerte del
cuerpo. La muerte no lo
torna perfecto
inmediatamente. Puede
pues, persistir en sus
errores, en sus falsas
opiniones, en sus
prejuicios, hasta que se
haya esclarecido
mediante el estudio, la
reflexión y el
sufrimiento. (L.E., 997,
comentario de Kardec).
628.
Podemos ir rescatando
nuestras faltas ya en
esta existencia,
reparándolas. Pero que
nadie crea que las
rescataremos mediante
privaciones pueriles, o
distribuyendo lo que
poseemos en limosnas,
después de la muerte,
cuando no necesitamos de
nada. Dios no da valor a
un arrepentimiento
estéril, fácil y que no
cuesta más que el
esfuerzo de golpearse el
pecho. La pérdida de un
dedo meñique mientras se
presta un servicio,
borra más faltas que el
suplicio de la carne
soportado durante años,
con un objetivo
exclusivamente
personal. Sólo por
medio del bien se repara
el mal, y la reparación
no tiene ningún mérito
si no afecta al hombre
ni en su orgullo, ni en
sus intereses
materiales. ¿De qué le
sirve privarse de
algunos goces fútiles si
permanece íntegro el
daño causado? ¿De qué le
sirve humillarse ante
Dios, si ante los
hombres conserva su
orgullo?
(L.E.,
1.000)
629. Dar
empleo útil a los bienes
que poseemos, después de
nuestra muerte, es mejor
que nada. Pero el
problema es que aquél
que sólo da después de
muerto, es casi siempre
más egoísta que
generoso. Quiere recoger
el fruto del bien, sin
darse el trabajo de
practicarlo. Doble
provecho saca aquél que
se priva de algo en
vida: el mérito del
sacrificio y el placer
de ver a los que son
felices gracias a él.
¡Ah! Tened lástima de
aquél que no conoce el
placer de dar; en verdad
se encuentra privado de
uno de los más puros y
suaves goces.
Sometiéndole a la prueba
de la riqueza, tan
resbaladiza y peligrosa
para su futuro, Dios
tuvo a bien concederle
como compensación la
dicha de la generosidad,
de la que puede gozar ya
en este mundo.
(L.E., 1.001)
630. Dios
nunca obra de manera
caprichosa, y todo en el
Universo se rige por
leyes en las que se
revelan su sabiduría y
su bondad.
(L.E.,
1.003)
631. La
duración de los
sufrimientos del
culpable es relativa al
tiempo necesario para su
mejoramiento. A medida
que progresa y que sus
sentimientos se depuran,
sus sufrimientos
disminuyen y cambian de
naturaleza.
(L.E., 1.004)
632. Al
Espíritu sufriente el
tiempo le parece más
largo: para él no existe
el sueño. Sólo para los
Espíritus que ya
llegaron a cierto grado
de purificación, el
tiempo se extingue, por
decirlo así, ante el
infinito.
(L.E., 1.005)
633. Los
sufrimientos del
Espíritu podrían durar
eternamente, si fuese
eternamente malo, esto
es, si jamás se
arrepintiese y mejorase,
sufriría eternamente.
Pero Dios no creó seres
destinados a permanecer
perpetuamente dedicados
al mal. Sólo los creó a
todos simples e
ignorantes, teniendo
todos que progresar en
un tiempo más o menos
largo, según la voluntad
de cada uno. (L.E.,
1.006)
634.
Eminentemente sabia y
magnánima es, pues, la
ley que rige la duración
de las penas, por cuanto
subordina esa duración a
los esfuerzos del
Espíritu. Jamás le priva
de su libre albedrío: si
hace mal uso de éste,
sufre las consecuencias.
(L.E.,
1.006)
635. Hay
Espíritus en los que el
arrepentimiento es muy
tardío; pero pretender
que nunca se mejorarán
sería negar la ley del
progreso.
(L.E., 1.007)
636. Hay
penas que pueden ser
impuestas al Espíritu
por un tiempo
determinado, pero Dios,
que sólo quiere el bien
de sus criaturas, acoge
siempre el
arrepentimiento, y jamás
es infructuoso el deseo
de mejorar que
manifieste el Espíritu.
(L.E., 1.008)
637.
Interrogad a vuestro
sentido común, a vuestra
razón y preguntadles si
una condena perpetua,
motivada por algunos
momentos de error, no
sería la negación de la
bondad de Dios. ¿Qué es
la duración de la vida,
aún cuando ésta sea de
cien años, ante la
eternidad? (…) La
justicia no excluye la
bondad y Dios no sería
bueno si condenase a
penas eternas y
horribles a la mayoría
de sus criaturas.
(L.E., 1.009, San
Agustín)
638.
Dedicaos, por todos los
medios a vuestro
alcance, a combatir, a
aniquilar la idea de la
eternidad de las penas,
idea que blasfema la
justicia y la bondad de
Dios, simiente fecunda
de la incredulidad, del
materialismo y de la
indiferencia que
invadieron las masas
humanas, desde que su
inteligencia comenzó a
desarrollarse. (L.E.,
1.009, Lamennais)
639. Lo
que hoy entendéis por
eternidad no es lo
que los antiguos
entendían y designaban
con ese término.
Consulte el teólogo las
fuentes y descubrirá,
como todos vosotros, que
el texto hebreo no
atribuía ese significado
al vocablo que los
griegos, latinos y los
modernos tradujeron por
penas sin fin,
irremisibles.
Eternidad de los
castigos corresponde a
la eternidad del mal. En
tanto exista el mal
entre los hombres,
subsistirán los
castigos. Importa que
los textos sagrados se
interpreten en sentido
relativo. La eternidad
de las penas es pues,
relativa y no absoluta.
(L.E., 1.009, Platón)
640.
Tender hacia la unidad
divina es el objetivo de
la Humanidad. Para
alcanzarlo, son
necesarias tres cosas:
la Justicia, el Amor y
la Ciencia. Tres cosas
le son opuestas y
contrarias: La
ignorancia, el odio y la
injusticia. ¡Pues bien!
En verdad os digo, que
faltáis a estos
principios fundamentales
al comprometer la idea
de Dios cuando exageráis
su severidad. (…) La
idea del Infierno con
sus hornos ardientes,
con sus calderas
hirviendo, puede ser
tolerada, es decir,
perdonable en un siglo
de hierro; pero en el
siglo diecinueve, no
pasa de ser un fantasma
vano, cuando mucho,
apropiado para asustar a
los niños y en el que
éstos dejarán de creer
cuando crezcan un poco.
Si persistiereis en esa
mitología aterradora,
engendraréis la
incredulidad, madre de
toda la desorganización
social. (L.E., 1.009,
Pablo, apóstol)
Respuestas a las
preguntas propuestas
A. ¿Qué
le sucede al indolente
que busca en la vida
terrena sólo el descanso
y el ocio, no haciendo
nada útil al semejante?
Talvez
esa persona haya
escogido tal existencia,
pero cuando la deja,
percibe que no le sirvió
para progresar.
Entonces, lamenta el
tiempo perdido. Se sabe
que el Espíritu sólo
puede adquirir
conocimientos y elevarse
ejerciendo las
actividades que le
corresponden. Si se
duerme en la indolencia,
no progresa. Se sabe
también que cada uno
tendrá que rendir
cuentas de la inutilidad
voluntaria de su
existencia, inutilidad
siempre fatal a la
felicidad futura. Para
cada uno, el total de
esa felicidad futura
corresponde a la suma
del bien que haya hecho,
y el de la infelicidad
en proporción al mal
que haya realizado y de
aquellos a quienes hizo
infelices.
(El Libro
de los Espíritus,
pregunta 988.)
B.
Sabemos que el
arrepentimiento puede
darse tanto en el estado
corporal como en el
estado espiritual.
¿Cuáles son las
consecuencias del
arrepentimiento en el
estado espiritual y
cuáles son las
consecuencias cuando se
da en el estado
corporal?
La
consecuencia del
arrepentimiento en el
estado espiritual es que
el arrepentido desee una
nueva encarnación para
purificarse. Si el
arrepentimiento se da en
el estado corporal, el
individuo busca
progresar ya en la vida
presente, si tuviera
tiempo de reparar sus
faltas. Cuando la
consciencia le reprocha
y le muestra una
imperfección, el hombre
puede siempre mejorarse.
(Obra citada,
preguntas
990 a
992. Ver también ítems
999 y 1.002.)
C. La
expiación ¿se cumple en
el estado corporal o en
el estado espiritual?
En ambos
estados. La expiación se
cumple durante la
existencia corporal
mediante las pruebas a
las que el Espíritu se
encuentra sometido y en
la vida espiritual, por
los sufrimientos morales
inherentes a su estado
de inferioridad.
(Obra
citada, preguntas 998,
1.004, 1.006, 1.008 y
1.009.)
D. ¿Es
suficiente el
arrepentimiento para
borrar las faltas del
Espíritu?
No. El
arrepentimiento ayuda a
la mejoría del Espíritu,
pero tiene que expiar su
pasado. Pero no pensemos
que lo rescataremos
mediante algunas
privaciones pueriles, o
distribuyendo como
limosnas lo que
poseímos, después de
nuestra muerte, cuando
no necesitamos de nada.
Dios no da valor a un
arrepentimiento estéril,
siempre fácil, y que
sólo cuesta el esfuerzo
de golpearse el pecho.
La pérdida de un dedo
meñique cuando se está
prestando un servicio,
borra más faltas que el
suplicio de la carne
soportado durante años,
con un objetivo
exclusivamente personal.
Sólo por medio del bien
se repara el mal, y la
reparación no representa
ningún mérito si no
afecta al hombre ni en
su orgullo ni en sus
intereses materiales. (Obra
citada, preguntas
999,
1.000, 1.002 y 1.007.)
E. ¿Cuál
es, según Pablo de Tarso
(Espíritu), el objetivo
final de la Humanidad y
qué cosas son necesarias
para alcanzarlo?
Tender
hacia la unidad divina,
es el objetivo de la
Humanidad. Para
alcanzarlo, son
necesarias tres cosas:
la Justicia, el Amor y
la Ciencia, y tres cosas
les son opuestas y
contrarias: la
ignorancia, el odio, y
la injusticia.
(Obra
citada, pregunta 1.009,
mensaje firmado por
Pablo, apóstol)
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