Rita Garcia Côre
|
Espiritismo: una
cuestión de
utilidad pública |
No dejemos el
Espiritismo
debajo de la
mesa de la
acomodación,
sino
divulguémoslo en
su totalidad y
el mundo lo
agradecerá
¡Que osadía de
título, pensará
el lector!
¿Exageración?
¿Será un juego?
Afirmo que no.
Son tiempos de
incredulidad. En
el caso de la
cultura
occidental, caen
por tierra las
ilusiones de los
dogmas, de los
mitos y ritos de
las religiones
del cristianismo
romanizado. Una
visita a la red
social en
internet nos
mostrará unas
caricaturas
irreverentes
sobre Dios,
religiones,
Jesús. Hay
comunidades de
ateos, se juega
con el
satanismo,
brujería y
sortilegios.
Se sabe también
del gran interés
por películas de
terror que
tratan de la
“vida después de
la muerte” – con
fantasías
escalofriantes,
o por otros
éxitos del cine,
que investigan
el mismo tema,
acompañado de
abordajes sobre
reencarnación y
fenómenos
mediúmnicos. Y
si, de un lado,
vemos un
neo-ateísmo un
tanto
anárquico y
provocativo, sin
argumentaciones
sólidas; de
otro, hay una
profusión de
modismos
mágico-esotéricos,
con reanudación
de viejas
profecías de
carácter
escatológico:
final de los
tiempos, era de
acuario, una
caldera caótica,
ardiente de
dudas y
contradictoria
indiferencia por
la vida. En el
fondo, una
máscara para el
miedo, la
inseguridad, la
perdida del
suelo.
Durante siglos,
los llamados
valores morales
eran dictados de
arriba para bajo
por
instituciones
representativas
de la figura de
Dios en la
Tierra. Pero,
porque no tiene
cabida un
concepto de Dios
tal como
determinaron las
llamadas
religiones
tradicionales,
consecuentemente,
“he ahí que Lo
mataron”. O
mejor, se
desvaneció, pues
nunca existió.
Es bueno
explicar que
estamos
refiriéndonos –
como los “sin
dios” – a
filósofos de
final del siglo
XVIII hasta
nuestros días y
a una buena
parte de la
humanidad. No
incluimos aquí a
los religiosos
que, firmes en
su fe, cultivan
la
espiritualidad
como una
instancia
indispensable de
su vida y pautan
su
comportamiento
moral por las
llamadas leyes
divinas. A ellos
nuestro respeto.
Pero, ¿y los
otros? ¿Cómo
llevarlos a la
conciencia de
Dios? Aquí
entramos con
nuestro programa
de “utilidad
pública”. El
concepto
espírita de Dios
es filosófico,
lógico. La
Doctrina
Espírita tiene
la humildad de
reconocer que no
comprendemos a
Dios, pues no
tenemos el
“sentido” para
eso. Pero que
podemos
comprobar
su existencia,
por sus efectos.
En ese caso,
observamos que
la vida es
inteligente. Hoy
más que nunca
sabemos de eso:
ADN, célula
tronco, los
elementos del
universo que
están en la
constitución de
la propia Tierra
y de nuestros
cuerpos y de ahí
en adelante.
Ahora, si la
Vida es
inteligente es
porque tiene una
Causa
Inteligente.
Lo que mantiene
el orden
cósmico, el
orden de la vida
y que hoy está
de moda llamarlo
Todo Universal,
se llama Dios.
Esa Causa – que
desconocemos,
pero percibimos
e intuimos,
porque somos
seres
transcendentes
(basta tener un
mínimo de
sensibilidad
para reconocer
esa realidad) –
es lo que se
llama como Dios.
La palabra, en
su origen remoto
significa luz.
Sólo para hacer
un juego verbal,
ilustramos: Dios
– Dio (italiano)
– día (hora en
que brilla la
luz del sol).
Finalmente, Lo
que mantiene el
orden cósmico,
el orden de la
vida y que hoy
está de moda
llamar Todo
Universal, Lo
QUE mueve todo
se llama Dios.
Está en las más
distantes
galaxias, en el
polvo de las
estrellas, en
usted, aunque no
quiera. No hay
necesidad de
creer en él.
Finalmente Dios
no es UN SER.
Cuando la
Ciencia busca la
causa de la
vida, del origen
del universo,
busca a Dios con
otro nombre. Y,
cuando afirma
que Dios no
existe, tiene
toda la razón,
pues el “dios”
tal como las
religiones lo
presentan es una
imagen hecha a
la semejanza del
hombre, de
acuerdo con la
cultura en que
se inserta y ya
tuvo tantas
caras que
realmente no
pasa de una
concepción
mitológica.
La humildad
delante de la
Inteligencia de
la Vida, el
reconocimiento
de esa magnífica
orquestación,
que el hombre no
consigue aún
entender, la
Doctrina
Espírita la
tiene. Pero es
también lo que
vemos, por
ejemplo, en
Stephen Hawking.
En una
presentación del
Discovery
Channel, el
científico
inglés, después
de afirmarse
agnóstico,
afirma que
merece la pena
vivir sólo para
admirar la
grandeza
misteriosa del
universo e
investigarlo
incesantemente.
El momento final
del programa,
con la imagen de
los astros al
fondo y el
hombre
físicamente
limitado por una
enfermedad
progresiva que
le quitó los
movimientos y la
voz, fue un
verdadero
encuentro
con Dios. Sí,
divino ateísmo
el del
científico.
Pleno de Dios,
tal vez tenga
conciencia de
concretar más
que la de muchos
religiosos. Mi
querido Hawking,
el dios en que
usted no cree de
hecho no existe.
Resistir a la
enfermedad,
insistir en la
investigación
científica,
colocar la
inteligencia a
servicio de la
humanidad es su
Luz, su Big-Bang
ininterrumpido,
es su DÍA. Es la
Inteligencia
Suprema y se
esparce en su
divina
humanidad.
Vemos que el
concepto
espírita de Dios
no está en
conflicto con la
Ciencia, no
establece reglas
estrechas.
Todo camina y
todo evoluciona,
la Tierra es una
nave que nos
obliga a pasear
en el infinito,
siguiendo al Sol
Conocemos la
Causa Primera de
la vida, algunas
de sus Leyes que
van desvelándose
a medida que
progresamos en
conocimiento y
moralidad. Estar
en armonía con
esas leyes, en
la verdad
naturales y
compatibles con
el orden
cósmico, es un
impositivo de la
naturaleza y no
un postulado
religioso. Por
lo tanto, ser
bueno, hacer el
bien, no tiene
nada a ver con
lo que
determinada
Iglesia predica,
con lo que papá
y mamá quieren
que se haga, con
lo que la
sociedad manda o
no manda,
sino con el
bienestar
integral del
individuo como
parte del
universo.
¿Admirado?
¿Usted cree que
el universo
comienza tras
las nubes? ¿O
tras la Tierra o
de la Luna? Pues
trate de
entender que sus
pies en el suelo
lo colocan de
cabeza para el
infinito.
¿Entendió la
gravedad de la
situación? En
doble sentido.
Lo que importa
es que usted
también forma
parte del
universo.
Entonces
entiéndase con
él y sus leyes
inmutables
mientras está a
camino.
Aquí entra una
vez más el
Espiritismo.
Todo camina y
todo evoluciona,
la Tierra es una
nave que nos
obliga a pasear
en el infinito,
a continuación
el Sol que va
conduciéndose en
el orden de la
Vía Láctea, que
sigue. Diría
Drummond: José,
¿para dónde?
¡Ah,
interesante! ¡De
repente aparece
un bando de
alborotados con
el calendario
maya
y el
alineamiento de
los astros en
nuestra galaxia!
¡Que escalofrío!
Se cree en la
evolución del
universo, en el
fin del mundo –
entonces se huye
para determinado
lugar a la
espera de
alienígenas –;
se estudia la
Teoría de
Darwin, se
concuerda que
“nos
transformamos”
para materia en
tiempos idos,
para ser ahora
bien
diferentes de lo
que éramos en
las cavernas –
¡pero es tan
difícil creer en
el Espíritu!
Ahora, ¿dónde
está la
inteligencia? Si
el ser pensante
se circunscribe
en el cerebro
¿por qué
cerebros
idénticos en su
estructura y
formación no
poseen el mismo
potencial?
¡Complejo! El
cerebro aún no
fue debidamente
comprendido,
cierto. Pero ya
se admiten otros
estados de la
materia además
de los
tradicionales
sólido, líquido
y gaseoso. ¡Ops!
¿Será que existe
“algo
incorpóreo” que
podríamos llamar
Espíritu y que
actúa sobre el
cerebro? Si
existe, es
siempre ¿“nuevo
en hoja”? O
¿“nuevo en
energía
cósmica”?
¡Estira, que
artimaña de la
evolución! El
cuerpo que
tenemos está
formado de una
materia que vino
evolucionando
hace millones de
años hasta tener
esa piel, ese
andar, ese modo
tan bueno... ¡El
cuerpo aprendió
a parpadear los
ojos, a
masticar, los
dientes quedaron
más bonitos, las
patas se
volvieron manos
y continúa la
materia
evolucionando!
¿Y si fuésemos
dos? ¿Espíritu y
cuerpo?
El cuerpo muere
y usted
continúa. ¡Ay,
que susto! ¿Para
dónde va el
Espíritu?
Dicen que
algunos bebés ya
nacen con
diente, las
manitas de los
niños son
expertas en los
celulares, se
supone hasta que
ya van a nacer
cargando un
tablet o
smartphone. ¿Y
el Espíritu? ¿No
aprendió nada?
Conversa para
voy a dormir. Si
hay Espíritu y
Materia, ambos
están sujetos a
la Ley de
Evolución.
Listo. He ahí la
reencarnación.
Materia para
otro artículo, y
este ya está
bien grande.
Pero vamos allá.
Eso es Ley
Natural. No es
cuestión de
creencia. El
asunto es
investigado por
estudiosos que
no poseen ningún
credo. Todo
bien. Pero vamos
adelante. Si hay
Espíritu,
finalmente, algo
más que la
materia densa
que “vemos y
tocamos”, pero
que es tan
concreto en
cuanto a ella,
¿al
descomponerse el
cuerpo en la
muerte física el
Espíritu también
se decompone?
Bien, algunos
dicen: “la
ciencia no probó
si existe vida
después de la
muerte”. ¿Pero
probó lo
contrario? ¿Cómo
puede hacer eso?
¡Desgraciado de
Galileo! ¡En su
tiempo la
“ciencia” aún no
tenía “pruebas”
de su teoría y
cálculos! ¿Y
ahora? Pues es,
una mirada sobre
la historia de
la humanidad y
sus maravillosos
descubrimientos
no hace mal a
nadie. ¡Por lo
menos nos enseña
que el futuro
puede
reservarnos
grandes
sorpresas! ¿Y la
muerte? ¿Puede
reservarnos
sorpresas? He
ahí la cuestión.
Era ese aún el
dilema de
Hamlet. Como se
dice, “un hombre
prevenido vale
por dos”. Y aquí
el dicho popular
va muy bien. ¿Y
si somos dos?
¿Espíritu y
cuerpo? El
cuerpo muere y
usted continúa.
¡Ay, que susto!
¿Para dónde va
el Espíritu?
¿Sólo existe
vida después de
la muerte para
quien sigue
determinada
religión?
Bien, creo que
el lector tiene
más de dos
neuronas. Si el
Espíritu
sobrevive, esa
es una Ley de la
Naturaleza, es
universal.
Bueno, ¿para
dónde vamos?
Pensemos por
analogía.
Comparemos
nuestra caminata
evolutiva con el
día a día.
Pensemos en el
cuerpo. Usted
bebe demasiado,
come demasiado,
conduce
alcoholizado.
¿Cree que su
cuerpo va a
“estar bien”?
¿Usted está en
armonía con las
leyes naturales
o sus excesos lo
llevan a
sentirse mal, a
desequilibrarse
y enfermar?
Atrevido, usted
está fallido.
Usted es
mal-humorado,
rencoroso,
agresivo,
motociclista
maníaco,
traiciona, se
apodera de lo
que no es suyo,
se droga
y por ahí va de
exceso en
exceso, abusa
del sexo,
humilla a los
otros, no sigue
normas, no tiene
límites.
Atrevido, usted
está exprimido.
Hora de razonar:
si usted es un
Espíritu, el
Espíritu es el
que piensa y
hace todo eso
que fue
relacionado en
su “ficha”.
El cuerpo es
instrumento.
Tal vida, tal
muerte.
Atrevido, si
usted muere, en
Espíritu usted
está
“reventado”. Y
ya no tiene la
“protección” del
cuerpo.
El Espiritismo
más que nunca ha
de ser
Espiritismo. No
basta, en
nuestras
conferencias,
predicar
solamente
principios
morales
Digamos que el
pasaje de la
muerte sea para
una dimensión,
una franja
vibratoria,
diferente de la
que habitamos y
compatible con
su nuevo estado
de “hilo
desencapado”.
Eso, usted
estará más
expuesto a los
dolores, a la
consecuencias de
sus actos.
¿Castigo? No.
Ley de causa y
efecto. Todo
natural, como
rigen las leyes
universales.
¡Entonces, usted
irá a pasar por
regiones de
turbulencias,
tormentos
conciénciales y
encontrar
Espíritus en las
mismas
condiciones que
usted! ¿Vio? ¡No
merece la pena
abusar! Pero...
el socorro puede
aparecer. Hay
siempre Buenos
Espíritus en
todo lugar. La
ayuda puede
llegar, pero
cada uno ha de
dar cuenta de
sí.
En el reverso de
la medalla,
digamos en otra
encarnación,
usted ya
aprendió un
poquito.
Entonces,
llevará la vida
sin rebeldías
insensatas, de
forma
equilibrada,
saludable,
buscando ser
bueno, cuidando
de la salud,
haciendo el
bien, finalmente
esforzándose
para ser bueno
lo más que
pueda,
perfeccionándose
moralmente. El
cuerpo queda.
El Espíritu se
va. ¡Que lindo!
Tras una leve
perturbación,
como si fuera
una somnolencia,
usted irá a
encontrar
personas (sí,
Espíritus son
personas) cómo
usted, con
tendencia al
bien. ¿No es
mejor así? Pero
no hay necesidad
de esperar a
otra
encarnación.
Comience ahora.
¡Luego, ser
bueno no es una
cuestión de
agradar a A o B,
es un caso de
inteligencia! Se
trata de una Ley
Natural de la
cual no podemos
huir. Ahora,
como estamos
viviendo
momentos de
irreverencia con
religiones, con
Dios, con Jesús,
la explicación
lógica del
Espiritismo es
un instrumento
de valor
inestimable para
ayudar
a colocar orden
en el caos. Para
los
desilusionados
con las
instituciones
tan desgastadas
por los errores
acumulados en
siglos de
desvíos de las
verdaderas
enseñanzas del
Maestro de
Nazaret, el
Espiritismo,
quitándole las
vestiduras del
mito, de las
leyendas que Lo
encubren, nos
presenta Su
doctrina, como
una brújula en
un mar
tempestuoso,
colocada en el
barco seguro de
la Fe Razonada,
a la luz de la
Reencarnación.
Por tanto,
Espiritismo más
que nunca ha de
ser Espiritismo.
No basta, en
nuestras
conferencias y
en los estudios
de las Casas
Espíritas, que
prediquemos
principios
morales,
simplemente. Si
eso fuera
suficiente, no
habría necesidad
de haber venido
el Consolador.
No hay por qué
desentendernos
de las bases
doctrinarias a
pretexto de
establecer
simpatías con
credos
tradicionales.
Respetarlos, sí
y siempre. Pero,
sin agredir,
llevar el
Espiritismo como
luz en la
oscuridad de las
incertidumbres y
cansancios de
una humanidad
llena de
engaños.
¡Esclarecer
conciencias,
explicar el por
qué de la vida y
del bien es
cuestión, en el
momento, hasta
de utilidad
pública! No deje
el Espiritismo
bajo la mesa de
la acomodación.
Divúlguelo
completo; el
mundo lo
agradecerá.
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