¿Por qué creemos
que
Dios existe?
Una cuestión
tratada hace
poco en esta
revista dice
respecto a los
fundamentos de
nuestra creencia
– la creencia
espirita – en la
existencia de
Dios. El tema
fue propuesto
por un lector.
El Espiritismo
nos presenta
argumentos
importantes y
consistentes en
lo que se
refiere a la
creencia en la
existencia de
Dios, la cual
es, como se
sabe, el primero
de los llamados
principios
fundamentales de
la doctrina
espirita.
Constituye
principio
elementar que es
por los efectos
que se puede
ajuiciar de una
causa, mismo
cuando esa causa
nos esté oculta.
Si, así que alce
vuelo, un ave es
atingida por un
proyectil de
revólver, se
torna evidente
que un tirador
la alcanzó,
aunque él no sea
visto por nadie.
Se deduce, pues,
que ni siempre
es necesario que
veamos una cosa
para que sepamos
que ella existe,
porque en gran
número de
situaciones es
en la
observación de
los efectos que
se llega al
conocimiento de
las causas.
Otro principio
igualmente
elementar y que
ya pasó a la
condición de
axioma es el de
que todo efecto
inteligente se
origina de una
causa
inteligente.
Si preguntamos
el nombre del
autor de una
tela primorosa,
¿qué es que
pensaríamos si
alguien nos
dijese: “No hay
pintor ninguno;
la pintura se
hizo por si
misma”?
En toda parte es
posible
reconocer la
presencia del
hombre por sus
obras. La
existencia de
los hombres
antediluvianos
no se prueba
únicamente por
medio de los
fósiles que
fueron
encontrados.
Ella es probada
también, y con
mucha certeza,
por la
presencia, en
los terrenos de
aquella época,
de objetos
hechos por
aquellos
individuos. Un
fragmento de
florero, una
piedra tallada,
un instrumento
cualquiera
bastan para
atestar su
presencia.
Además, por la
perfección o de
pésima calidad
del objeto, se
reconoce el
grado de
inteligencia o
del adelanto de
las personas que
lo produjeron.
Si estuviésemos
en una isla
habitada
exclusivamente
por salvajes y
descubriésemos
allí una estatua
de líneas
perfectas, todos
admitirían que,
siendo los
salvajes
incapaces de
hacerla, la
estatua fue
hecha por
alguien de
inteligencia
superior a la de
ellos.
Con referencia a
Dios, basta que
miremos
alrededor de
nosotros, sea
para el alto,
sea para bajo, y
veremos la
providencia, la
sabiduría, la
armonía que
están en las
obras que no
fueron hechas
por los hombres,
no existiendo
ninguna que no
ultrapase los
límites de la
más portentosa
inteligencia
humana, sea que
examinemos los
astros que vagan
por el espacio,
o que nos
detengamos en
los
microorganismos
que viven en
nuestro
organismo.
Algunos datos
bien conocidos
nos dan una idea
de grandeza y de
la perfección de
las referidas
obras.
El movimiento de
rotación de la
Tierra es lo que
nuestro planeta
hace al girar
alrededor de su
propio eje, en
sentido
contrario a las
agujas del
reloj. La
rotación
completa de la
Tierra tarda
exactamente 23
horas 56 minutos
4 segundos y 9
centésimos, en
una velocidad de
rotación que es,
en la línea del
ecuador, de
1.674 Km/h.
Nuestro planeta
cumple también,
como se sabe,
otro movimiento
– el de
traslación
alrededor del
Sol – en una
velocidad
orbital de
106.798 Km/h.
Un revólver 38
lanza
proyectiles a
650 Km/h.
Comparemos esta
velocidad con
los dos
movimientos más
conocidos de
nuestro planeta,
y tendremos una
noción exacta
del poder
creador, que
está
infinitamente
arriba de la
capacidad de los
hombres más
sabios, siendo,
pues, producto
de una
inteligencia
superior a la
Humanidad, al
menos que se
crea que puedan
existir efectos
sin causa.
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