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Año 5 255 – 8 de Abril de 2012    
ORSON PETER CARRARA
orsonpeter@yahoo.com.br

Matão, SP (Brasil)
Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org

 


Orson Peter Carrara

Viaje Espírita en 1862, ciento cincuenta años después

El libro de arriba y La Obsesión, ambos traducidos por Wallace
Leal V. Rodrigues, traen subsidios valiosos para el
fortalecimiento de los grupos espíritas

 
Es un gran placer apreciar los prefacios elaborados por Wallace Leal V. Rodrigues – que fue redactor jefe de la Casa Editora O Clarim, de Matão-SP, por buen tiempo, en las décadas de 60 a 80 –, especialmente cuando se refieren a las obras de Kardec, que él mismo tradujo directamente de los originales franceses.

Es el caso de Viaje Espírita en 1862 y La Obsesión, ambas traducidas, hechos los prefacios y editadas a finales de la década de los 60 por aquella editora.

La primera – que está conmemorando 150 años desde su lanzamiento – trae los pronunciamientos del propio Allan Kardec a grupos espíritas que él visitó en viajes de divulgación doctrinaria realizados, como el propio nombre dice, el año de 1862. La segunda presenta incontables casos de obsesión acompañados por el Codificador, con sus comentarios, análisis y, obvio, muchas enseñanzas en la amplitud del asunto.

Seleccionamos para nuestros lectores algunos tramos de dos prefacios del traductor, sea por la expresión del texto, sea por la oportunidad de siempre recordar a Kardec.

En La Obsesión, Wallace comenta:

‘(...) En el libro que iremos a leer, Kardec reúne casos de obsesiones manifestadas no sólo en individuos sino también en grupos, tal es el de Morzines. Se trata, pues, de un comportamiento social, es decir, de una delicada textura tal las maneras como seres humanos – ¡los Espíritus son seres humanos! – se ajustan o no se ajustan al medio social, en este caso provocando toda gama de desequilibrios que Kardec con tan gran facilidad cataloga al vivo. (…)

Hecho importante a ser enfatizado, principalmente en el medio espírita, donde se tiene por lema que “el verdadero espírita se reconoce por su reforma íntima”, es que no estamos completamente conscientes de la mayoría de nuestras “actitudes” ni de la extensa influencia que ellas tienen sobre nuestro comportamiento social. Pero, a través de la tan citada “vigilancia”, en un análisis detallado, podemos localizar el funcionamiento de correctas “actitudes” en nosotros mismos. Y no olvidemos de que ya ahora, o mañana, en la calidad de Espíritus, podremos, conforme nuestra “actitud”, ser clasificados como “obsesores”.

A primera vista el cambio de “actitud” podrá parecer una cuestión simple, y este es el error

 A través de relámpagos introspectivos de las “actitudes” que funcionan en nosotros, nos volvemos sensibles a las “actitudes” de otras mentes, vestidas de carne o no. ¡Pero sucede que en uno o en otro caso no siempre las personas revelan abiertamente sus “actitudes”! De hecho, ellas aprenden, a través de experiencias con otros, a mantener algunas de sus “actitudes” escondidas de los conocimientos casuales o aún de los amigos más íntimos. En virtud de ese hecho vamos a usar el término “tendencia de reacción”, en lugar de reacción”, sólo para el tercer componente de las “actitudes”, a fin de indicar que estas no se encuentran necesariamente expresadas en el comportamiento ostensivo. Y porque eso se da, el éxito de la interacción social redunda, frecuentemente, en el talento para deducir o reducir la naturaleza de los pensamientos, sentimientos y tendencias reactivas de los otros, a partir de indicios muy sutiles de comportamiento. En la realidad es una característica común del pensamiento humano hacer inferencias sobre las “actitudes” de los otros y regular nuestras propias acciones en conformidad. Con base en limitadas y diminutas muestras del comportamiento de los otros, podremos concluir si, digamos, tratamos con persona liberal, comprensiva, destituida de prejuicios, y reaccionemos, entonces, de manera que consideremos más apropiada. Pero, aunque todos nosotros hagamos deducciones, las personas difieren en la capacidad de hacerlas correctamente. (...)

A primera vista el cambio de “actitudes” podrá parecer una cuestión simple, y este es el error en que acostumbra a incidir la mayoría de los adoctrinadores de sesiones de desobsesión. Pensamos que, una vez que las “actitudes” son aprendidas, debería ser bastante fácil modificar la intensidad de ellas o sustituir una “actitud indeseable” mediante el aprendizaje de otra. El hecho complicado sin embargo es que las “actitudes” no son modificadas o sustituidas con la misma facilidad con que son aprendidas. (...)
 

El individuo crédulo se caracteriza por una acentuada dependencia de otras personas y una incapacidad notoria para apreciar de modo crítico las proposiciones ajenas. Esa combinación de características lo hace especialmente inclinado a adoptar las creencias de los otros o cualquier proposición presentada con autoridad.  

El Libro de los Espíritus y El Libro de los Médiums se habían constituidos desde luego en éxitos de librería
 

En el otro extremo se sitúa el individuo altamente resistente a la persuasión, a quien falta, frecuentemente, la capacidad de comprender el material comunicado. Es habitualmente negativo a la autoridad, rígido y obtuso en su pensamiento y voluntariamente desatento a nuevas ideas, de donde la necesidad, por parte de las Divinas Leyes que nos rigen, del imperativo del Dolor como último recurso de persuasión para el Bien. (…)

Por todo esto Jesús propone tan seriamente el “orad y vigilad”. (…)

Ya en Viaje Espírita en 1862, leemos:

‘(...) es el propio Codificador, lúcido y despierto, que se encarga de iniciar la divulgación de las verdades espíritas a través de las tribunas. Enseguida a él, en perfecta coordinación, surgirá Léon Denis.

En uno como en otro, y tal como sucede aún en nuestro días, la preocupación se converge para una ética que, siendo, hasta cierto punto, patrimonio de las más antiguas culturas, era, prácticamente, sólo “letra que mata”; ahora va a ser “espíritu que vivifica”, subversiva en el sentido de arremeter del exterior para el interior, de la teoría para la acción. Su carácter renovador la hace evangélicamente desmitificada y auténticamente apostolar, lo que nos lleva a establecer la comparación con el libro de los “Actos”, esa crónica de viaje, durante la cual los incontables personajes tienen, todo el tiempo, los labios entreabiertos, como  preparados para traducir en palabras el pensamiento de la Buena Nueva, en especulaciones sobre acciones pasadas y presentes, que se acumulan en sus espíritus con la fuerza del río comprimido contra las paredes de una barrera.

Este “Viaje Espírita de 1862” es cualquier cosa de semejante y así Allan Kardec en ella se comporta. (…)

"El Libro de los Espíritus” y “El Libro de los Médiums” se habían constituido, desde sus lanzamientos, en éxitos de librería, y su autor se hizo, de inmediato, notado. Dilacerada por una mortificante tristeza, la Humanidad disputaba pensamientos capaces de ofrecer una nueva y veraz interpretación para todo cuanto pudiera ser juzgado de real importancia. Las religiones presentaban las señales de una incurable senilidad y dejaban de ser el “freno” esterilizante; pero la ética que exhalaba de la enseñanza comunicada por los Espíritus Superiores podía ser considerada no como “una religión”, sino la propia “Religión”, surgiendo de una tenebrosa noche sofocada por el humo acre que olía a carne humana asada en las hogueras.

En Lyón ocurre el primer encuentro de dirigentes espíritas: de un lado, Dijou; de otro, Kardec

Su símbolo no era el “freno”, sin embargo la “llave”, y en eso estaba implícita a la vez una esperanza y una amenaza. Había algo de agotador y enfermo aquel decisivo siglo XIX, en que el hombre había alcanzado el superlativo de una técnica elaborada en un suceder inimaginable de generaciones: la de amar tan bien, amando tan poco. (…)
 

¡Noche! 19 de septiembre de 1860. Kardec es recibido en el Centro Espírita de Broteaux, el único existente en Lyón. A La puerta lo esperan Dijou, obrero, jefe de talleres, y su esposa.
 

Este es, en la Historia, el primer encuentro de dirigentes espíritas. Dijou se encuentra a la prueba del grupo lionés; Kardec desempeña las funciones mayores en la Societé” parisiense. La mano del emérito pensador aprieta vigorosamente los dedos calosos y ásperos del compañero, a quien llama “hermano”. En el mirar grabe que intercambian se ve que mutuamente se entienden: aunque en planes diferentes, sus responsabilidades se equivalen.


Transpuestos los portales, el corazón de Kardec se rejubila. Lo “milagro” a que tantas veces ya hube hecho mención, siempre con arrebatamiento y orgullo, el grande hecho que compite a la doctrina espírita realizar, consubstancia-si allí, ante sus ojos; y es un mentor espiritual, Erasto en sublime epístola dirigida a la comunidad lionesa, intercambian
quién va a encontrar palabras para vestir la emoción del Codificador: “No podéis imaginar cuánto nos es dulce y agradable presidir a vuestro banquete, donde el rico y el obrero se abrazan, bebiendo la fraternidad!” Kardec se dirige a la tribuna sencilla y el Centro Espírita de Broteaux, por el futuro en fuera, será acordado como el local de la pira. Allí es encendido el fuego sagrado que empuñarán, a través de los siglos, todos aquellos que se comprometieran, aún al precio de injurias, sudor y lágrimas, a divulgar las glorias del Espiritismo por la bendición de la palabra. (…)

En el otoño de 1862 deja París para su tercer viaje de propaganda espírita. Esta será de más extensa a ser hecha en toda su vida y se alargará hasta Bordeaux. Necesita constatar el proceso de fermentación. El mundo del hombre encarnado era un mundo enfermo que se intentaba analizar dentro de los cuadros de la psicología o de la filosofía. Pero todo aquello era susceptible de más de una explicación.

Los conceptos contenidos en Viaje Espírita en 1862 continúan actuales y fundamentales a la
conducta de los espíritas

Kardec preparó, con celo habitual, el material de su oratoria y, de hecho, su tema de elección está, mejor que nunca, expresó en el legado de ese viaje.

Todo cuanto va a decir es fruto de una experiencia personal. Esa experiencia camina para nosotros y la voz que la expresa, a pesar de los años, nada tiene que debilidad. Entre el hombre y su felicidad, se yergue la Sombra, la terrible pasión: el Egoísmo. Es decir una especie de grito que necesita ser mil veces repetido, hasta que el gran obstáculo, la Sombra, sea reconocida como el peor de los enemigos. Mientras eso no se haga todos estaremos excluidos de la felicidad que deseamos participar. (...)

André Moreil, el más reciente biógrafo de Kardec, comenta a “Viaje Espírita en 1862” en los siguientes términos: “Ese gran viaje fue, más tarde, publicada en obra especial, que se hizo auxiliar indispensable a los grupos espíritas, tanto en el que concerniente a la doctrina, como en lo que concierne a la organización y administración de las sociedades espíritas”.

Creemos que este libro no fue, hasta el momento, editado en lengua portuguesa. Lo lanzamos no sólo por su alta calidad doctrinaria, sino aún como una adhesión de la “Casa de Cairbar Schutel” a las conmemoraciones del 1º Centenario de la Desencarnación de Allan Kardec, ocurrido en 1869.

Los conceptos en él contenidos son tan actuales y frescos, tan fundamentales a la buena conducta de las entidades espíritas, que podrían haber sido escritos en 1962. El lector agudo y atento hará aquí mil descubrimientos de trascendental valor. Cien años transcurridos, las instrucciones de Kardec son aún perfectamente aplicabais y una garantía para la pureza doctrinaria. Se caracterizan por la firmeza, lucidez y responsabilidad. Finalmente, su curioso modelo de Normativa, el antepasado de los actuales estatutos de las sociedades espíritas, es un ejemplo de ponderación, de repulsa al misticismo y una revelación de alto espíritu universalista.

El “Viaje Espírita en 1862” es obra en que, de singular manera, el “hombre” Allan Kardec se nos revela con su conciencia histórica y, en súbitas claridades, permite que lo veamos bien próximo a nosotros, el ser que ya realizó lo que intentamos, es decir, la sustancial reforma interior que, sólo ella, posibilita la mágica interacción: la criatura viviendo en el Espiritismo, el Espiritismo viviendo en la criatura”.´

Nada más osamos añadir. El texto es por demás oportuno para graves reflexiones.


 


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O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita