Dios sabe
esperar; no
apresura la
expiación
Ya vimos
anteriormente
que las
condiciones
necesarias para
borrar los
trazos de una
falla y sus
consecuencias
incluyen – según
la Doctrina
Espirita – el
arrepentimiento,
la expiación y
la reparación.
El
arrepentimiento
suaviza los
obstáculos de la
expiación y
favorece la
resignación,
pero solamente
la reparación,
que consiste en
hacer el bien
para aquellos a
quien se hizo el
mal, puede
anular el
efecto,
destruyéndole la
causa.
Se ve, de
acuerdo con la
lección arriba,
que no aparece
en ella la
palabra
“prueba”.
Luego, siendo la
Tierra un mundo
de expiación y
pruebas, ¿qué
significan
exactamente esas
dos palabras?
Prueba es lo
mismo que test.
Habiendo
recibido el
aprendizaje en
la vida
espiritual o
durante su etapa
en la existencia
corpórea, el
Espíritu tendrá
de probar que
asimiló lo que
aprendió.
Constituyen
pruebas la
riqueza y la
pobreza, la
belleza y la
fealdad, el
poder y la
inferioridad, la
vida difícil y
la vida fácil,
nacer y crecer
en un medio
pacífico o en un
medio violento,
vivir en una
región vuelta
para la paz o
vivir en región
conflagrada por
la guerra.
La prueba, fácil
es percibir,
independiza de
fracasos
anteriores.
Obviamente, tal
como ocurre en
las escuelas que
conocemos, si el
alumno no pasar
en las pruebas
finales
relativas al año
1, tendrá que
repetirlo, y
sólo pasará al
año 2 cuando
enfrentarlas y
superarlas. El
inolvidable
escritor J.
Herculano Pires
escribió cierta
vez que las
pruebas no
vienen en
nuestro camino
para nos abatir
o aplastar, pero
para que sean
superadas y
asimiladas.
Expiación es
cosa distinta.
Se trata de una
palabra oriunda
del verbo
expiar, que
significa
remisión de
culpa, sufrir,
padecer, en
consecuencia de
un acto erróneo
que se cometió,
sea en la
presente
existencia, sea
en pasadas
existencias.
Quien matar una
persona
valiéndose de
una espada, de
ésta será
víctima. La
siembra es
libre, pero la
cosecha es
obligatoria.
Quien con hierro
hiere con hierro
será herido.
Éstas son
expresiones
fundamentadas en
las enseñanzas
transmitidas por
Jesús y que
sirven de
ejemplos de cómo
funciona en
nuestra vida la
conocida ley de
causa y efecto o
de acción y
reacción.
La Tierra es, y
lo será por buen
tiempo, un mundo
de pruebas y
expiaciones
porque los
Espíritus que
aquí reencarnan
son muy
retrasados y
necesitan de
esas
experiencias.
Sobre el tema
expiación,
recogemos en “El
Libro de los
Espíritus” tres
enseñanzas que
nos parecen
fundamentales.
La primera –
consta en la
cuestión 262 –
nos dice que
Dios sabe
esperar y no
apresura la
expiación.
La segunda –
expresa en la
cuestión 998 –
nos enseña que
la expiación se
cumple durante
la existencia
corporal
mediante las
pruebas a que el
Espíritu se
encuentra
sometido y, en
la vida
espiritual, por
los sufrimientos
morales,
inherentes al
estado de
inferioridad del
Espíritu. Esos
sufrimientos por
los cuales pasa
el individuo en
el plan
espiritual es
que, en muchos
casos,
determinan el
rumbo que él
decide seguir en
la existencia
corpórea
siguiente.
La tercera –
ciertamente la
más importante –
explica por qué
en la sociedad
donde vivimos
las clases que
sufren son más
numerosas que
las felices.
Presentada tal
cuestión a los
Espíritus
superiores, he
aquí lo que
Kardec consignó
en la cuestión
931 de la obra
mencionada:
“Ninguna es
perfectamente
feliz y lo que
juzgáis ser la
felicidad muchas
veces oculta
punzantes
aflicciones. El
sufrimiento está
por toda parte.
Sin embargo,
para contestar a
su pensamiento,
diré que las
clases a que
llamáis las que
sufren son más
numerosas, por
ser la Tierra
lugar de
expiación.
Cuando la haya
transformado en
vivienda del
bien y de
Espíritus
buenos, el
hombre dejará de
ser infeliz ahí
y ella le será
el paraíso
terrestre”.
El pensamiento
equivocado de
que vinimos a la
Tierra para
sufrir debe,
pues, ser
sustituido por
un otro orden de
ideas, porque no
vinimos al mundo
para sufrir, ni
para disfrutar,
pero sí para
vencer.
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