La importancia
del Evangelio en
la cuestión de
la vigilancia
En el cap. 16
del libro En
los Dominios de
la Mediumnidad,
el
instructor Aulus
atribuye a la
falta de
vigilancia la
causa principal
que lleva muchos
médium a
retroceder de la
jornada
iniciada. Según
él, libre para
decidir cuanto
al propio
destino, el
médium prefiere,
muchas veces,
estar en
compañías
indeseables,
dando oídos a
elementos
corruptores que
lo visitan por
las grietas de
la falta de
vigilancia, y,
en razón de eso,
tropieza y se
acuesta en la
pereza, en la
codicia, en la
sexualidad
delincuente o en
el personalismo
destruidor, con
lo que se torna
juguete de los
adversarios del
bien que le
vampirizan las
fuerzas y
aniquilan sus
mejores
posibilidades.
El hecho
descrito
acomete, como
sabemos, no
solamente los
médium, pero los
trabajadores en
general, lo que
explica por qué
tantas personas
empiezan y luego
abandonan el
trabajo que
podría ayudarlas
a desarrollarse
espiritualmente.
Vigilar y orar,
he aquí una
propuesta
antigua,
proferida por
Jesús, que la
doctrina
espirita acogió
y nos indica
como medida
valiosa para
nuestro propio
futuro.
A respecto de la
oración, es
interesante
recordar que los
inmortales y el
propio Allan
Kardec nos
recomiendan sea
ella hecha
diariamente, por
la mañana y por
la noche,
pudiendo
también, por lo
menos una vez
por semana,
consagrarse a
ella un tiempo
mayor,
agregándole la
lectura de
algunos pasajes
del Evangelio.
Kardec sugirió
esa idea en un
artículo que
podemos leer en
la pág. 234 de
la Revue
Spirite de 1864,
de acuerdo con
la traducción
para el
portugués hecha
por Júlio Abreu
Filho, publicada
por la EDICEL.
La recomendación
de Kardec fue,
con certeza, el
embrión de una
práctica
adoptada por los
espiritistas
siendo conocida
por el nombre de
Culto Evangélico
en el Hogar o,
simplemente,
Evangelio en el
Hogar.
Las oraciones
diarias y el
Culto Evangélico
en el Hogar
hecho por lo
menos una vez
por semana, se
presentan como
factores
importantes para
que la necesaria
vigilancia de lo
que pensamos y
de lo que
hacemos sea
observada.
Mucho ya se
escribió, en las
páginas de esta
revista, sobre
los efectos
positivos que
provienen de esa
práctica. Antes
mismo del
advenimiento de
las obras de
Chico Xavier, el
Culto Evangélico
en el Hogar ya
era bien
difundido en el
medio espirita.
Como Dr. Bezerra
de Menezes dijo
cierta vez en
conocido
mensaje,
nuestros muertos
queridos, en
gran número de
casos, están
invisibles, pero
no ausentes;
están
desencarnados,
pero no
libertos. Y son
ellos los
principales
beneficiarios de
las oraciones
que hacemos y
del Culto
Evangélico en el
Hogar que
realizamos en la
intimidad de
nuestra familia.
Decimos
principales,
pero no únicos
beneficiarios,
una vez que los
resultados de la
práctica del
Evangelio en el
Hogar se
extienden además
de las paredes
de nuestra casa,
como Joanna de
Ângelis
esclarece en el
mensaje titulado
“Jesús contigo”,
constante del
cap. 59 de la
obra Messe de
Amor,
psicografada por
Divaldo P.
Franco, que más
adelante
reproducimos:
“Dedica una de
las siete noches
de la semana al
Culto Evangélico
en el Hogar, a
fin de que Jesús
pueda pernoctar
en tu casa.
Prepara la mesa,
coloca agua
pura, abre el
Evangelio,
distiende el
mensaje de la
fe, enlaza la
familia y ora.
Jesús vendrá en
visita.
Cuando el Hogar
se convierte en
santuario, el
crimen se recoge
al museo. Cuando
la familia ora,
Jesús tarda más
en tu casa.
Cuando los
corazones se
unen en los
enlaces de la
fe, el
equilibrio nos
ofrece las
bendiciones del
consuelo y la
salud esparce
vino de paz para
todos.
Jesús en el
Hogar es vida
para el Hogar.
No aguardes que
el mundo te
lleve la certeza
del bien
invariable.
Distiende, de tu
casa cristiana,
la luz del
Evangelio para
el mundo
atormentado.
Cuando una
familia ora en
casa, reunida en
las blandicias
del Evangelio,
toda calle
recibe el
beneficio de la
comunión con el
Alto.
Si alguien, en
un edificio de
pisos, alza a
los Cielos la
oración de la
comunión en
familia, todo
edificio se
beneficia, cual
lámpara
ignorada,
encendida en el
vendaval.
No te apartes de
la línea
direccional del
Evangelio entre
tus familiares.
Continúa orando
fiel, estudiando
con tus hijos –
y con aquellos a
quien amas – las
directrices del
Maestro y,
cuanto posible,
debate los
problemas que te
afligen a la luz
clara del
mensaje de la
Buena Nueva y
examina las
dificultades que
te molesten ante
la inspiración
consoladora del
Cristo.
No te marches a
la calle, en
esta noche, sino
para los
inevitables
deberes que no
puedas aplazar.
Tárdate en el
Hogar para que
el Divino
Huésped ahí
también pueda
tardarse.
Y cuando las
luces se apaguen
a la hora del
reposo, ora una
vez más,
comulgando con
Él, como Él
busca hacerlo, a
fin de que,
unido a ti,
puedas, en casa,
una vez por
semana en siete
noches, tener
Jesús contigo”.
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