“El
amor de Dios es para
siempre.” (Salmo 136)
He aquí la parte final
del comentario hecho por
Kardec en el capítulo V
de El Evangelio según
el Espiritismo,
sobre las causas
actuales de nuestras
aflicciones:
“De ahí se sigue que, en
las pequeñas cosas, como
en las grandes, el
hombre es siempre
castigado por aquello en
lo que pecó. Los
sufrimientos que
transcurren del pecado
le son una advertencia
de que procedió mal. Le
dan experiencia, le
hacen sentir la
diferencia existente
entre el bien y el mal y
la necesidad
de mejorarse para, en el
futuro, evitar lo que le
originó una fuente de
amarguras; sin lo que,
motivo no habría para
que se enmendara.
Confiado en la
impunidad, retardaría su
avance y,
consecuentemente, su
felicidad futura.” […]
(KARDEC, 2007c, p.
106-107.) (negrita
nuestra)
Observe, querido lector,
que Kardec es taxativo
en decir que Dios “no
deja impune cualquier
desvío” y que “no hay
falta alguna, por más
leve que sea, ninguna
infracción de su ley,
que no acarree forzosas
e inevitables
consecuencias”, lo que,
juzgamos, pone por
tierra toda y cualquier
creencia en un perdón
puro y simple, del cual
nada reste para pagar
por las infracciones a
cualquiera de las leyes
divinas.
Aún en El Evangelio
según el Espiritismo, en
el capítulo X –
Bien-aventurados los que
son misericordiosos,
transcribimos ahora el
siguiente tramo de la
instrucción del espíritu
Juan, obispo de
Bordeaux:
“¿Qué es lo que pedís al
Señor, cuando imploráis
para vosotros su perdón?
¿Será únicamente el
olvido de vuestras
ofensas? Olvido que os
dejaría en la nada, por
cuanto, si Dios se
limitara a olvidar
vuestras faltas, Él no
castigaría, es exacto,
pero tampoco
recompensaría.
La recompensa no
puede constituir premio
del bien que no fue
hecho, ni, aún menos,
del mal que se haya
practicado, aunque ese
mal fuera olvidado.
Pidiéndole que perdone
vuestros desvíos, lo que
le pedís es el favor de
sus gracias, para no
reincidir en ellos,
es la fuerza de que
necesitáis para andar
por otras sendas, las de
la sumisión y del amor,
en las cuales podréis
juntar al
arrepentimiento la
reparación”. (KARDEC,
2007 c, p. 189-190.)
(negrita nuestra)
El perdón, como un
pedido de gracia, para
no reincidir más en el
error, es el único
sentido que vemos en el
caso de insistir en la
hipótesis de que Dios
realmente perdona, o
sea, él sólo releva
nuestras faltas, en la
justa medida en que las
reparamos: sea por el
amor, sea por el dolor.
Para completar nuestro
razonamiento, veamos lo
que Kardec comenta, en
El Cielo y el Infierno,
sobre el código penal de
la vida futura, que
tiene relación directa
con nuestro asunto:
“El arrepentimiento, si
bien sea el primer paso
para la regeneración, no
basta por sí sólo; son
precisas la expiación
y la reparación.
Arrepentimiento,
expiación y reparación
constituyen, por lo
tanto, las tres
condiciones necesarias
para borrar los trazos
de una falta y sus
consecuencias. El
arrepentimiento suaviza
las trabas de la
expiación, abriendo por
la esperanza el camino
de la rehabilitación;
sólo la reparación, con
todo, puede anular el
efecto destruyéndole la
causa. De lo contrario,
el perdón sería una
gracia, no una
anulación”. (KARDEC,
2007 d, p. 101.)
(negrita nuestra)
Exactamente como ya fue
dicho anteriormente. Si,
de cualquier forma,
nosotros tenemos que
“pagar”, entonces, en la
práctica no hay aún el
perdón de Dios, en el
sentido con que
habitualmente en él se
cree, ilustrado en el
ejemplo que dimos arriba
con la historia de Raul,
el farmacéutico.
Y, aprovechando que
estamos con la obra
El Cielo e Infierno
en mano, transcribiremos
algunos tramos más,
cogidos aquí y allí, de
las consideraciones de
Kardec sobre el código
penal de la vida futura:
No hay una única
imperfección del alma
que no importe funestas
e inevitables
consecuencias,
como no hay una sólo
cualidad buena que no
sea fuente de uno gozo.
(p. 98)
Siendo infinita la
justicia de Dios, el
bien y el mal son
rigurosamente
considerados, no
habiendo una sola
acción, un sólo
pensamiento malo que no
tenga consecuencias
fatales, como no hay
una única acción
meritoria, un sólo buen
movimiento del alma que
se pierda, aún para
los más perversos, por
eso es que constituye
tales acciones un
comienzo de progreso.
(p. 99)
No hay regla absoluta ni
uniforme en cuanto a la
natureza y duración del
castigo: – la única
ley general es que toda
falta tendrá castigo,
y tendrá recompensa todo
acto meritorio,
segundo su valor.
(p. 100)
El único medio de evitar
o atenuar las
consecuencias futuras de
una falta, está en
repararla,
deshaciéndola en el
presente. Cuanto más nos
demoremos en la
reparación de una falta,
tanto más penosas y
rigurosas serán, en el
futuro, sus
consecuencia. (p. 106).
Cierto, la misericordia
de Dios es infinita,
pero no es ciega. El
culpable que ella
alcanza no queda
exonerado, y, en cuanto
no hubiera satisfecho a
la justicia, sufre las
consecuencias de sus
errores. Por
infinita misericordia,
debemos saber que Dios
no es inexorable,
dejando siempre viable
el camino de la
redención.
(p. 107)
A cada uno según sus
obras, en el Cielo como
en la Tierra: - tal es
la ley de la Justicia
Divina.
(p. 109).
(KARDEC, 2007 d, p. 95 –
109 passim.) (negrita
nuestra)
Queda evidente, en todos
esos trechos, que, “sin
perdón”, sufriremos las
consecuencias de
nuestros malos actos.
Conclusión
Estamos plenamente de
acuerdo con el profeta
Isaías cuando dice: “[si
se perdona al impío, él
no aprenderá la justicia,
en la tierra de la
rectitud él se entregará
al mal y no verá la
majestad del Señor”.
Probablemente, Pablo, el
apóstol de los gentiles,
también comprendía de la
misma forma lo que
estamos poniendo: “No
se excusen, pues con
Dios no se juega:
cada uno cogerá aquello
que hubiera sembrado”.
(Gl 6, 7.)
Continuando citando la
Biblia, tendremos un
paso más para justificar
nuestro pensamiento,
cualquiera que sea:
Naum 1,3: “El Señor
es paciente, más grande
en poder. El Señor
jamás deja a nadie
impune. […]
Vea bien, querido
lector, si “el Señor
jamás deja a nadie
impune”,
consecuentemente podemos
concluir que él tampoco
jamás perdona;
sin embargo, hará todo
para corregirnos y
enseñar, conforme es
dicho en este paso:
Eclesiastés 18,12:
“La misericordia del
hombre es para su
prójimo, sin embargo la
misericordia del Señor
es para todos los seres
vivos. Él reprende,
corrige, enseña y
dirige, como el pastor
conduce a su rebaño”.
Ahora, un pastor que se
precie, ama a todas sus
ovejas, jamás las
maltrata, hace de todo
para corregirlas,
enseñándoles aquello que
juzga es bueno para
ellas.
André Luiz (espíritu),
por la psicografía de
Waldo Vieira, afirmó:
“Dios es Equidad
Soberana, no castiga ni
perdona, pero el ser
consciente profiere para
si las sentencias de
absorción o culpa ante
las Leyes Divinas”.
(XAVIER y VIEIRA, 2006,
p. 190.) (negrita
nuestra)
Analizando
el texto, donde se
encuentra esa frase, el
equipo de la Redacción
del Momento Espírita
concluye: “Ni
castigo, ni perdón. Dios
no castiga porque sus
leyes son de amor, y no
perdona porque jamás se
ofende.”
(www.momentoespirita.com.br)
(grifo nuestro).
De un mensaje que nos
fue pasado, para
evaluar, dictado por el
espíritu Silas, por
intermedio de la
psicografía del médium
Keywison F. Braga
(Divinopolis, MG),
transcribimos el
siguiente trecho:
[...] Dios no
necesita perdonar los
desaciertos, debido
a que no carga la ira ni
la amargura, es porque
no tiene orgullo, no
se ofende, por tanto
la necesidad del perdón
es exclusivamente de los
seres inferiores que se
deflagran con los
errores que ellos
igualmente cometen. El
perdón es el acto de
aliviar la culpa ajena
sin tenerla que
corregirla; a través de
las dificultades el
creador nos impone el
recurso de la
corrección, no por el
perdón, sino por el
amor. […]
(BRAGA, 2012) (negrita
nuestra).
Se corrobora lo que fue
dicho en el párrafo
inmediatamente anterior:
Mahatma Gandhi
(1869-1948), según el
escritor Sergio Biagi
Gregório (1946- ),
“cuando es preguntado si
ya había perdonado a
alguien, él simplemente
dice que nunca había
perdonado a nadie,
porque nunca se sentía
ofendido. Si él no se
sintió ofendido, no
tenía que perdonar”.
(GREGORIO, 2007).
Entonces, con mucha más
fuerte razón, nosotros
reafirmamos con absoluta
convicción que Dios, el
amor infinito, no
perdona, por cuanto
jamás se ofende.
Delante de todo lo que
exponemos, no hay cómo
cambiar de opinión;
además, ahora, más que
nunca, creemos estar,
sí, de acuerdo con los
principios doctrinarios
predicados por el
Espiritismo; sin
embargo, sabemos que
nuestra opinión puede,
aún así, no ser
aceptada; no habrá
problema, pues no nos
juzgamos dueños de la
verdad, sino apenas un
buscador de ella.
Referências
bibliográficas:
BRAGA, K. F. Alvorada
de Bênçãos. 2012.
KARDEC, A. Revista
Espírita 1859.
Araras, SP: IDE, 1993e.
KARDEC, A. O Céu e o
Inferno. Rio de
Janeiro: FEB, 2007d.
KARDEC, A. O
Evangelho segundo o
Espiritismo. Rio de
Janeiro: FEB, 2007c.
XAVIER, F. C. e
VIEIRA,W. O Espírito
da Verdade. Rio de
Janeiro: FEB, 2006.
REDAÇÃO MOMENTO
ESPÍRITA. Nem
castigo, nem perdão.
http://www.momento.com.br,
acesso em 20.06.2012, às
14:10.
GREGÓRIO, S. B.
Bem-aventurados os
misericordiosos in;
http://www.ceismael.com.br/artigo/bem-aventurados-misericordiosos.htm,
acesso em 20.06.2012, às
14:17.
|