Cierta vez, en un país
muy distante, había una
canguro hembra llamada
Cadu, que deseaba muy
tener un hijo.
Tanto pidió Cadu que
Dios le diera la
bendición que ella tanto
quería.
Algún tiempo después, ya
estaba Cadu, muy feliz,
cargando su hijo en la
bolsa que las hembras
canguros tienen delante
del cuerpo, para que
puedan andar saltando
para todo lado y, a la
vez, mantener el hijo
junto de sí, en
seguridad.
Caco, como todo hijo de
canguro, nació muy
pequeño y flaquito,
necesitando continuar
desarrollándose en la
bolsa de la mamá, donde
él mamaba, dormía y
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tenía la
protección
necesaria para
crecer. |
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Así, la mamá andaba
saltando para todos
lados, con sus grandes
patas traseras, buscando
vegetales y frutos para
comer o simplemente para
pasear con su hijo Caco.
Un día, la mamá estaba
cogiendo frutos de un
arbusto, cuando Caco, ya
más crecido, colocó la
cabecita para fuera y,
mirando para bajo, vio
un animalito que buscaba
algo en medio del
bosque. Curioso, Caco
preguntó:
— Hey! ¿Quién eres tú?
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El animalito miró para
lo alto, buscando ver de
donde venía aquella voz,
hasta que vio quien
estaba hablando: ¡era un
animalito pegado a la
madre!
— Yo soy un conejo y mi
nombre es Nelinho. Y tú,
¿quien eres?
Caco miraba al conejito
encontrado gracia:
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— ¡Yo soy un canguro y
me llamo Caco! Tú eres
muy gracioso, Nelinho.
Saltas con las cuatro
patas, mientras mi mamá
salta sólo con dos.
¡Pero eres tan pequeño!
¿Tú no quedas también en
la bolsa de tu mamá?
— No, mi madre no tiene
una bolsa como la tuya —
respondió el conejito, y
después preguntó — ¿Por
qué tú estás sólo dentro
de esa bolsa que tu
madre tiene?
El pequeño canguro
respondió:
— ¡Ah! Es que no puedo
salir por ahí y pasear
cómo tú. Mamá dijo que
sólo saldré de aquí
cuando tenga un año de
edad. ¡Y yo quería tanto
jugar contigo, Nelinho!
¡Nunca tuve un amigo
antes!...
Oyendo eso, el pequeño
conejo bajo la cabeza
haciendo mover la nariz
— A mí también me
gustaría jugar contigo,
Caco. No tengo nadie. Mi
madre y mis hermanos
fueron cogidos en una
trampa y quedé solo en
el mundo.
No tengo familia ni
amigos.
Y el coelhinho se puso a
llorar: — ¡Buá!... ¡buá!....¡buá!...
¡Snif... ¡snif...
Entonces, lleno de
piedad por su primer y
único amigo, con la
patita Caco estiró el
pelo de su madre, que
interrumpió lo que
estaba haciendo para ver
lo que el hijo quería.
— ¿Qué pasa, Caco?
— ¡Mamá, mira quién
encontré yo! ¡Un amigo
conejo! Y él está solo
en el mundo — y se puso
a llorar también junto
con el conejito.
La mamá canguro,
incomodada con tanto
lloro, ordenó:
— Paren con esa llorera
y contadme lo que está
ocurriendo.
¡Hablas tú, conejito!
Entonces, Nelinho contó
a la mamá canguro su
difícil situación, pues
él no tenía madre ni
hermanos que, después de
caer en una trampa,
fueron aprisionados
dentro de un saco por un
hombre malvado y
llevados fuera. Y el
conejito completó:
— ¡Por eso me siento muy
solo! ¡Antes yo jugaba
con mis hermanos, pero
ahora no tengo con quién
jugar!...
La mamá canguro, apenada
con la situación del
pobre conejito, tras
pensar un poco, resolvió
el problema:
— No te preocupes,
Nelinho, ya sé lo que
hacer. Mi bolsa es
grande y cabéis vosotros
dos. Así, tú estarás
junto con mi hijo Caco.
¡A partir de hoy,
nosotros seremos tu
familia! ¡Vamos, salta
para dentro!...
Lleno de alegría, sin
poder creer en tamaña
felicidad, el coelhinho
dio un grande pulo y
buceó dentro de la
bolsa, sintiéndose
hundir en un lugar
calentado, confortable,
blando y gustoso.
Abrazó a su amigo Caco,
agradecido por la
amistad que hubo
demostrado, cuando
apenas lo conocía, y
agradeció también a su
nueva mamá canguro, por
haberlo aceptado como
parte de la familia.
A partir de ese momento,
Nelinho dormía y paseaba
junto a Caco. A la hora
de comer, él saltaba de
la bolsa y salía a la
búsqueda de comida. Como
también se alimentaba de
vegetales y de frutos,
llevaba una parte para
repartir con su amigo
Caco.
Luego, el pequeño
canguro ya podía dejar
la bolsa y ellos corrían
y jugaban como hermanos,
llenos de alegría. Un
día, ya crecido, Nelinho
dijo a la mamá canguro:
— Mamá Cadu, ahora que
ya soy grande quiero
también constituir una
familia. ¿Puedo ir a
buscar una novia?
La madre canguro, con
los ojos húmedos,
respondió:
— Mi hijo, si tú quieres
ir a buscar otros
lugares, no voy a
impedirlo. Pero
recuerda: tú serás
siempre mi hijo. ¡Ve, y
que Dios te
acompañe!
Nelinho se fue en busca
de su destino, sin
embargo jamás dejó de
ser agradecido a la
generosidad de su mamá
canguro, que lo había
adoptado como hijo del
corazón.
MEIMEI
(Recebida por Célia X.
Camargo em Rolândia-PR,
aos 8/04/2013.)
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