(Parte 2 e final)
Al presentarse a Jesús,
junto con Elías, en el
Monte Tabor, Moisés
revocó la prohibición de
la comunicación con los
muertos.
François C. Liran
(1)
En la introducción de “El
Libro de los Espíritus”,
así como en la cuestión
459, Allan Kardec ofrece
la siguiente
explicación: “(...) Los
Espíritus ejercen
incesante acción sobre
el mundo moral y aún
sobre el mundo físico.
Actúan sobre la materia
y sobre el pensamiento y
constituyen una de las
potencias de la
Naturaleza, causa
eficiente de una
multitud de fenómenos
hasta entonces
inexplicados o apenas
explicados y que no
encuentran explicación
racional sino en el
Espiritismo.
Las relaciones de los
Espíritus con los
hombres son constantes.
Los buenos Espíritus nos
atraen para el bien, nos
sostienen en las pruebas
de la vida y nos ayudan
a soportarlas con coraje
y resignación. Los malos
nos impulsan para el
mal: les es un gozo
vernos sucumbir y
asemejarles. Las
comunicaciones de los
Espíritus con los
hombres son ocultas u
ostensivas. Las ocultas
se verifican por la
influencia buena o mala
que ejercen sobre
nosotros, nuestra
rebeldía. Cabe, sin
embargo, a nuestro
juicio, separar la
cizaña del trigo, es
decir, discernir las
buenas de las malas
inspiraciones. Las
comunicaciones
ostensivas se dan por
medio de la escritura,
de la palabra o de otras
manifestaciones
materiales, casi siempre
por los médiums que les
sirven de instrumentos.
Los Espíritus se
manifiestan
espontáneamente o
mediante evocación.
Pueden evocarse todos
los Espíritus: los que
animaron hombres
obscuros, como los de
los personajes ilustres,
sea cuál sea la época en
que hayan vivido; los de
nuestros parientes,
amigos, o nuestros
enemigos, y obtener de
ellos, por
comunicaciones escritas
o verbales, consejos,
informaciones sobre la
situación en que se
encuentran en el Más
Allá, sobre lo que
piensan a nuestro
respecto, así como las
revelaciones que les
sean permitidas
hacernos.
Es fácil distinguir los
buenos de los malos
Espíritus
– Los Espíritus son
atraídos en la razón de
la simpatía que les
inspire la naturaleza
moral del medio que los
evoca. Los Espíritus
superiores se complacen
en las reuniones serias,
donde predominan el amor
del bien y el deseo
sincero, por parte de
los que las componen, de
instruirse y mejorarse.
La presencia de ellos
aleja los Espíritus
inferiores que,
inversamente, encuentran
libre acceso y pueden
obrar con toda la
libertad entre personas
frívolas o impelidas
únicamente por la
curiosidad y donde
abundan los malos
instintos. Lejos de
obtenerse buenos
consejos, o
informaciones útiles, de
ellos sólo se deben
esperar futilidades,
mentiras, bromas de mal
gusto, o
mistificaciones, pues
muchas veces toman
nombres venerados, a fin
de mejor inducir al
error.
Distinguir los buenos de
los malos Espíritus es
extremadamente fácil.
Los Espíritus Superiores
usan constantemente un
lenguaje digno, noble,
penetrada de la más alta
moralidad, investida de
cualquier pasión
inferior; de la más pura
sabiduría les transluce
de los consejos, que
buscan nuestro
mejoramiento y el bien
de la Humanidad. La de
los Espíritus
inferiores, al
contrario, es
inconsecuente, trivial y
grosera. Se mofan de la
credulidad irreflexiva
de los hombres y se
divierten a costa de los
que los interrogan,
lisonjeándoles la
vanidad, alimentándoles
los deseos con falaces
esperanzas. En resumen,
las comunicaciones
serias, en la más amplia
acepción del término,
sólo son dadas en los
centros serios, donde
reine íntima comunión de
pensamientos, con miras
a el bien”.
Es inmadurez tener
prejuicio contra la
mediumnidad
– Probablemente los que
aún lanzan anatema a la
comunicabilidad de los
Espíritus tienen mucho
que perder con las
informaciones que ellos
dan. Celosos de los
dogmas oxidados que
profesan (y raras veces
practican), no admiten
que su “estatus-quo”
sufra cualquier
alteración y se atascan
en la ignorancia y en el
apocamiento mental en
los cuales se complacen
ajenos de más amplios
desvelos que las
comunicaciones de los
Espíritus Superiores
proporcionan.
Afirma Hermínio C.
Miranda: (2)
“El prejuicio contra las
manifestaciones póstumas
del alma es de
conmovedora inmadurez
intelectual a la vista
de la masa de datos hoy
acumulados por las
ciencias especializadas.
Que los investigadores
bloqueados por sus
conceptos materialistas
continúen obstinadamente
a negarlas es derecho
que les está asegurado,
pero que teólogos, que
son, en último análisis,
portavoces de sus
comunidades religiosas,
se dejen intimidar y se
nieguen a examinar la
evidencia y a rechazar
sin llamamiento es algo
difícil de entender;
principalmente porque
tales comunicaciones se
caracterizan, por lo
menos nominalmente, como
espiritualistas, o sea,
estructuradas por encima
del concepto de que el
ser humano es,
básicamente, Espíritu,
cualquiera que sea su
destino póstumo. O
entonces llegaremos al
siguiente primor de
sofisticación: Creo
en un principio
espiritual en el ser
humano; creo que ese
principio sobrevive a la
muerte corporal (de lo
contrario la religión no
tendría sentido), pero
no admito que tal
principio espiritual –
alma o espíritu – pueda
existir, a no ser
acoplado al cuerpo
físico, porque la
antropología no
concuerda con eso.”
¿Qué es lo que la
antropología sabe acerca
de alma?
– Concluye Hermínio C.
Miranda: “¿Pero,
solamente porque el
criterio arbitrario por
la antropología impone,
tenemos que aceptarlo
como punto de partida
para caminar por nuevos
laberintos teológicos?
Afirmaciones como estas
pueden ser hasta
admisibles, o sea, la de
que formulaciones
teológicas y filosóficas
no pueden ignorar
postulados científicos o
contradecirlos; antes,
sin embargo, es
imperioso que tenemos
que estar convencidos de
que los criterios
científico-antropológicos,
en el caso, sean, de
hecho, verdaderos,
probados, indiscutibles
y, por lo tanto,
aceptables. Sin eso,
tenemos un mera
suposición, como
cualquier otra. ¿Qué
sabe la antropología del
alma o espíritu, de
momento? Por lo que
hemos visto, ella está
buscando el alma en el
lugar equivocado,
precisamente porque ya
parte para la
investigación decidida a
no encontrarla, decisión
resultante de otra
premisa no menos
arbitraria y personal –
a de que el alma no
puede existir, cuanto
más sobrevivir y
comunicarse.”
A los antropólogos
ortodoxo-materialistas
se contrapone la
incuestionable palabra
de los Espíritus en la
cuestión 459 de “El
Libro de los Espíritus”.
No es sin motivo que
Jesús profirió las
célebres palabras
registradas por Lucas,
en el capítulo 10,
versículo 21, y que
Kardec no excluyó de la
Codificación que, en
buen francés, dicen lo
siguiente:
“Je te loue, ô Père,
Seigneur du ciel et de
la terre, de ce que tu
as caché ces choses aux
sages et aux
intelligents, et de ce
que tu les as révélées
aux enfants!”
(3)
____________________
1
- Mateus, 17:1 a 13.
2
- Miranda, Hermínio C.
Cristianismo: a
Mensagem Esquecida.
3. ed. Matão: O CLARIM.
Cap. 5, 2º
3
-
¡Gracias te doy, oh
Padre, Señor del cielo y
de la tierra, que
escondiste estas cosas a
los sabios e
inteligentes, y las
revelaste a los niñitos!