Siempre que una
persona sea
obligada al
estudio de la
lengua nacional
de otro pueblo –
a no ser con el
objetivo de
ampliar su
cultura – estará
sufriendo
restricción en
su derecho
lingüístico,
principalmente
si fuera para
usarla en la
comunicación con
alguien que la
tenga como
lengua materna.
En un diálogo,
siempre lleva
gran desventaja
aquel que es
obligado a
expresarse en la
lengua de su
interlocutor,
que la usa en la
condición de
nativo. La
atención de
quien busca
comunicarse en
la lengua del
otro estará
repartida entre
el uso del
idioma
extranjero en
que busca
expresarse y el
asunto que está
siendo
discutido.
Es muy fácil,
para aquel que
usa su propia
lengua,
parlamentaria,
influenciar,
convencer,
vender, e
incluso dominar,
pues el parlante
no nativo tiene
su atención
volcada no sólo
al asunto en
pauta, sino
también al
cuidado en el
sentido de no
expresarse de
manera
inadecuada o
incluso
ridícula.
El recelo de
cometer fallos
en la
pronunciación o
de expresarse en
construcciones
no usuales es
causa de mucha
inhibición, ya
que, al hablar,
la persona se
acuerda de
situaciones
hilarantes, en
relación al
extranjero que
quiebre su
lengua, que son
anchamente
explotadas en el
humorismo común.
Hay muchas
situaciones en
que el nativo
entiende, pero
como la
construcción no
es usada, causa,
como mínimo,
extrañeza:
“¿Usted va en
coche? No, voy
bicicletando”,
respondería el
extranjero, por
analogía con
cabalgando,
andando, nadando
etc.
Por lo tanto,
elegir, en un
ámbito mundial,
una lengua
natural para el
desempeño de la
tarea de
interlengua es
herir un derecho
legítimo de
todos los
pueblos que no
tienen esa
lengua como su
idioma nacional,
concediendo al
pueblo que el
habla como
nativo una serie
de prerrogativas
contra las
cuales se deben
sublevar los
demás pueblos, a
mostrar el mismo
derecho de no
ser obligados a
los gastos y a
los esfuerzos
necesarios al
aprendizaje de
una lengua
extranjera.
La traducción no
es, como parece,
una actividad
simple
– Es bien verdad
que cada lengua
extranjera que
se domine
representa una
ventana más
abierta para el
mundo. Ese caso
es muy diferente
del estudio
compulsoriamente
llevado a efecto
para la
comunicación
internacional,
en nivel
académico o
profesional. La
lengua de otro
pueblo,
aprendida por
necesidad,
constituye una
violación del
derecho
lingüístico del
hombre.
¿Cuántos años
son necesarios
para un
aprendizaje que
posibilita, en
la mayoría de
las veces, sólo
un desempeño
débil,
deficitario?
¿Será justo que
los usuarios de
determinadas
lenguas
naturales tengan
facilidades
comunicativas,
mientras pueblos
de otras lenguas
gasten tiempo y
recursos
preciosos para
conseguir una
comunicación
deficitaria,
imperfecta?
El aprendizaje
de lenguas
extranjeras
llevado a efecto
por aquellos que
son obligados a
usarlas como
idioma
internacional
hiere un derecho
natural de
igualdad, por
obligar a
alguien al uso
de un código
lingüístico que
presenta un
nivel de
facilidad/dificultad
diferenciado
entre los dos
interlocutores.
Pero si todos
quieren usar el
derecho de
hablar su propia
lengua no habrá
posibilidad
comunicativa en
el mundo, a
menos que se
recurra a los
servicios de
traducción. La
traducción
constituye un
paso positivo en
el campo del
respeto a los
derechos
lingüísticos.
Pero la
presencia del
traductor
sobrecarga
grandemente la
comunicación,
principalmente
la oral, además
de, en muchos
casos, la
desfigura
completamente.
Sin llegar a la
dureza del
aforismo
italiano:
“traduttore,
traditore”, es
de reconocer que
la figura
intermediaria
del intérprete
minimiza –
cuando no borra
todo – muchos
cambios
importantes de
un discurso.
Además de eso,
se debe
reconocer que la
traducción no es
una actividad
simple, como
parece a primera
vista.
Traducir es
pasar de un
universo a otro
– Traducir no
significa
sustituir pura y
simplemente las
palabras de una
lengua por sus
correspondientes
en la otra, como
generalmente
piensa el laico.
Si así fuera, de
hace mucho los
ordenadores
estarían
operando en
sustitución a
los traductores
humanos.
Traducir
significa
decodificar un
mensaje,
interpretándolo
completa y
profundamente y,
después, lo
recodifica en
otra lengua,
que, no es raro,
presenta
características
específicas en
su estructura,
en sus recursos
expresivos, a
veces muy
diversos de
aquella en que
el mensaje fue
elaborado
originalmente.
Traducir es
pasar de un
universo a otro,
pues cada
comunidad de
habla recorta la
realidad,
categorizándola
de modo propio,
construyendo,
así, su universo
lingüístico. Las
lenguas
naturales son
simbólicas y
reflejan el
mundo de manera
particularísima,
circunscribiendo
el propio
razonamiento
dentro de los
límites
lingüísticos de
cada pueblo. Por
eso, la
traducción en
buen nivel
requiere del
traductor,
además de ancha
dosis de
conocimiento
específico del
área en que
opera, amplio
dominio de las
dos lenguas, lo
que incluye,
necesariamente,
el conocimiento
profundo de la
propia
psicología de
esas lenguas.
La traducción
escrita es más
simple. En el
receso de su
gabinete, el
traductor tiene
tiempo para
investigar,
analizar,
comparar,
meditar, para,
finalmente,
después hasta de
haber consultado
a un compañero,
decidir por la
forma más
pertinente.
Pero, en la
traducción oral,
sea paralela o
simultánea,
existe la
presión
psicológica de
las posibles
comparaciones
esperadas de
oyentes que
tienen acceso a
las dos lenguas.
Hay, aún, el
factor tiempo.
Hay que
traducirse, de
cualquier forma,
aquella
secuencia
sonora, porque
otra la sucederá
inmediatamente y
no podrá ser
repetida. Por
mayor que sea la
cualificación
del traductor,
se pierde la
elocuencia, los
cambios de voz,
la vivacidad, el
magnetismo, el
sentimiento del
orador.
Un traductor es
un ser humano,
no una máquina
– En el caso del
traductor
funcione como
intérprete, en
presencia de los
interlocutores,
hay otros
aspectos a ser
considerados: la
presencia
física, la
expresión
fisonómica, la
mímica, el
timbre de la
voz, todo eso
podrá
impresionar
favorable o
desfavorablemente
al traductor,
cuyo estado
emocional irá a
influir, si no
en el tono, por
lo menos en la
elección de la
palabra o
expresión que
irá a usar. Un
traductor es un
ser humano,
dotado de
preferencias y
de
idiosincrasias.
No es una
máquina.
En muchos casos,
por más que se
esfuerce, no
consigue
transmitir el
mensaje con el
coloreado
deseable o con
el énfasis oído,
simplemente
porque él es un
traductor, un
intérprete
lingüístico, y
no un actor que
asuma
completamente la
personalidad de
quien está
produciendo el
mensaje.
A menos que el
mensaje sea
extremadamente
simple, es muy
improbable que
no sufra la
influencia del
traductor,
influencia esa
que va desde la
simple
traducción
maquinal, con el
apagamiento del
poder expresivo,
hasta a cortes e
añadidos
inconscientes o
conscientes.
Por eso, en una
conversación
entre parlantes
de idiomas
diferentes, la
comunicación
será más
eficiente si es
directa, porque
así queda
eliminada la
personalidad
intermediaria
del traductor.
Pero, por una
cuestión de
equidad, de
respeto a los
derechos
lingüísticos de
los pueblos, esa
comunicación
directa debe ser
llevada a efecto
a través de una
lengua que no
sea la lengua
materna de
ninguno de los
interlocutores.
En el caso de
adoptarse alguna
lengua neutra,
las influencias
recibidas del
exterior se
originarían de
fuentes
diversas, porque
son conducidas a
través de una
lengua
igualmente
accesible a
todos los
pueblos.
Una lengua
internacional
neutra no es una
utopía
– La adopción de
una lengua
internacional
neutra
permitiría a
aquellos
pueblos, cuyas
lenguas no
tienen
penetración
internacional,
la divulgación
de su posición
política, de su
pensamiento
filosófico, de
sus progresos
sociales y
científicos,
directamente, al
resto del mundo,
sin tener que
sujetarse al
proceso
selectivo de la
corriente de
información a
que la
traducción en
una lengua
natural
conduciría.
Al traducirse
una obra para un
idioma natural,
raramente se
tiene en cuenta
su divulgación
mundial, a no
ser en el caso
de una obra
técnica o
científica.
¿Quién
traduciría en
Inglés o Francés
obras de nuestra
literatura, si
no hubiera
público en los
países donde
esas lenguas son
habladas?
Ejemplificando:
una obra escrita
en portugués muy
difícilmente
llegará al
conocimiento de
daneses,
finlandeses,
húngaros, suecos
y otros, si no
pasa por la
criba del
interés de los
usuarios del
inglés y, en más
pequeña escala,
del francés.
Lo inverso es
también
verdadero: los
lectores de
lengua
portuguesa dejan
de tener
conocimiento de
incontables
obras escritas
originalmente en
lenguas
minoritarias,
como las
citadas, porque
no fueron
previamente
traducidas en
Inglés o
Francés.
Raramente tienen
acceso a las
obras de esos y
de algunos otros
pueblos, en
virtud de ese
proceso
selectivo
perverso.
La traducción en
una lengua
neutra, al
contrario, se
destinaría
indistintamente
a todos los
pueblos y
facilitaría
sobremanera el
acceso a una
literatura
mundial, mucho
más vasta, a los
pueblos en cuyas
lenguas las
traducciones no
serían
rentables. tc
" a divulgação
da sua posição
política, do seu
pensamento
filosófico, dos
seus progressos
sociais e
científicos,
diretamente, ao
resto do mundo,
sem ter de se
sujeitar ao
processo
seletivo da
corrente de
informação a que
a tradução em
uma língua
natural
conduziria. Ao
traduzir-se uma
obra para um
idioma natural,
raramente tem-se
em vista a sua
divulgação
mundial. As
traduções são
quase sempre
feitas em função
dos interesses e
do gostodo povo
ou dos povos
falantes nativos
dessa língua,o
que constitui um
fator altamente
seletivo e
restritivo na
divulgação de
idéias em
ambiente
mundial, em
desfavor dos
usuários de
línguas
minoritárias. A
tradução em uma
língua neutra,
ao contrário,
destinar-se-ia
indistintamente
a todos os povos
e facilitaria
sobremaneira o
acesso a uma
literatura muito
mais vasta aos
povos em cujas
línguas as
traduções não
seriam
rentáveis."
Una lengua
internacional
neutra no es una
utopía, pues en
Europa, durante
casi un milenio,
los pueblos se
comunicaban a
través de una
lengua neutra,
latín, que fue
instrumento
comunicativo
diplomático, de
divulgación
científica y de
discusión
filosófica y
política. El uso
de esa lengua
por el
Catolicismo
Romano llegó al
siglo XX.
Esperanto, el
nuevo Latín de
la Iglesia y del
Ecumenismo
– Es de notar
que el Latín
usado como
interlengua no
era aquel
hablado
cotidianamente
por el pueblo,
el "Sermo
Vulgaris". No
era la lengua
que, sujeta a la
inestabilidad
del proceso
evolutivo
natural, vendría
a transformarse
y diversificarse
en las varias
lenguas
románicas. El
idioma usado en
las
comunicaciones
internacionales
era el producto
estable,
altamente
elaborado por
los gramáticos y
estilistas de la
latinidad, que
se podría llamar
hoy como lengua
planeada.
El hecho de no
pertenecer a
pueblo alguno
daba al latín la
condición
primera para el
desempeño del
papel de
interlengua: la
neutralidad
política. En el
ámbito académico
y diplomático,
el latín fue
perdiendo
terreno para el
Francés y,
después, para el
Inglés. Su uso
continuó en el
Catolicismo
Romano, hasta el
Concilio
Vaticano II,
pues en latín
eran aún
celebrados sus
oficios
religiosos. La
única excepción
era el
Esperanto, por
autorización
expresa del Papa
Pío XI.
Hoy, las
dificultades
comunicativas en
los cónclaves de
la Iglesia están
apareciendo con
más evidencia,
al punto de
surgir un libro
titulado
“Esperanto, el
nuevo Latín de
la Iglesia y del
Ecumenismo”
(1),
prefacio por el
Dr. Gyorgy
Jakubinyi,
Arzobispo de
Alba Iulia,
Rumania.
El empeño en el
sentido de ser
mantenida la
condición actual
es grande, pero,
en verdad, no
hay una única
lengua natural
que garantice a
su usuario libre
tráfico en todo
el mundo, para
no decir ni aún
en toda Europa.
Las lenguas
naturales
encuentran
siempre fuertes
restricciones en
su uso como
lengua
internacional,
restricciones
que varían,
según las áreas
donde se
pretenda
usarlas.
A pesar de eso,
las naciones
económica y
políticamente
poderosas
concentran
grandes
esfuerzos y
despenden
enormes recursos
financieros en
el sentido de
difundir y,
hasta cierto
punto, imponer
sus idiomas para
uso
internacional,
ya que es
innegables los
rendimientos en
prestigio
político y las
ventajas
económicas que
vuelven como
altos
dividendos, en
razón de
inversiones bien
aplicadas.
No se defiende,
al ponerse en
relieve la
gravedad de ese
problema, un
nacionalismo
absurdo, cerrado
a las ideas
renovadoras
venidas del
exterior. Es de
sentido común
que ningún país
puede progresar
de forma
apreciable, si
es cerrado al
enfrentamiento
saludable con
las ideas
generadas en
otras culturas.
(Concluye en la
próxima
edición.)
Bibliografia:
1. MATTHIAS,
Ulrich.
Esperanto o Novo
Latim da Igreja
e do Ecumenismo.
Campinas: 2003
2. PIRON, Claude. La Bona Lingvo. Viena: IEM,
1997.
3. SAPIR, Edward. Linguística como Ciência. Rio de Janeiro:
Livraria
Acadêmica, 1969.
4. BURNEY, Pierre. Les Langues Internationeles. Paris: Presses
Universitaires
de France, 1962
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