Continuamos el estudio metódico del libro “El Cielo y el Infierno, o la Justicia Divina según el Espiritismo”, de Allan Kardec, cuya primera edición fue publicada el 1º de agosto de 1865. La obra integra el llamado Pentateuco Kardeciano. Las respuestas a las preguntas sugeridas para debatir se encuentran al final del texto.
Preguntas para debatir
A. ¿Cuándo surgió el purgatorio en la teología católica y qué comprende exactamente?
B. ¿Cuál es la causa de las miserias terrenales, según el Espiritismo?
C. ¿La duración de la expiación del Espíritu culpable es eterna?
D. ¿El Espiritismo niega la existencia del purgatorio?
Texto para la lectura
43. Todo individuo que sufre en esta vida, puede decirse que es porque no se purificó lo suficiente en su existencia precedente, y debe, si no lo hiciera en ésta, sufrir aún en la siguiente. Esto es equitativo y lógico. Al ser el sufrimiento inherente a la imperfección, se sufre más tiempo cuanto más imperfecto se es, de la misma manera que cuanto más tiempo persiste una enfermedad mayor será la demora en el tratamiento. (Primera Parte, cap. V, ítem 5.)
44. Debido a sus imperfecciones, el Espíritu culpable sufre primero en la vida espiritual, y se le otorga la vida corporal como medio de reparación. Es por ello que él se encuentra en la nueva existencia con las personas que ofendió, o en un medio análogo a aquél en el que hizo el mal, o incluso en una situación opuesta a su vida precedente como, por ejemplo, en la miseria si fue un mal rico, o humillado si fue orgulloso. (Primera Parte, cap. V, ítem 6.)
45. La expiación en el mundo de los Espíritus y en la Tierra no constituye un doble castigo, sino un complemento, un desdoblamiento del trabajo efectivo para facilitar su progreso; depende del Espíritu sacarle provecho. Dios quiere que el hombre deba todo a sus esfuerzos y sea artífice de su futuro, y que, si es desdichado por más o menos tiempo, sólo puede quejarse de sí mismo, puesto que la senda del progreso está siempre abierta para él. (Primera Parte, cap. V, ítem 6.)
46. ¿Por qué Jesús no habló del purgatorio? Porque al no existir esa idea, no había palabra para representarla. Cristo utilizó la palabra infierno, la única en uso, como término genérico para designar las penas futuras sin distinción. Si hubiese colocado al lado de la palabra infierno una equivalente a purgatorio, no podría precisar su verdadero sentido sin tocar una cuestión reservada al futuro; en fin, tendría que consagrar la existencia de dos lugares especiales de castigo. El infierno, en su acepción general, revelando la idea de castigo, significaba implícitamente el purgatorio, que es una manera de castigo. (Primera Parte, cap. V, ítem 10.)
47. La creencia en la eternidad de las penas pierde terreno día a día, de manera que sin ser profetas, podemos prever su próximo fin. Ella ha sido combatida con argumentos tan poderosos y decisivos que nos parece casi innecesario ocuparnos de esa creencia de ahora en adelante, dejando que se extinga sola. (Primera Parte, cap. VI, ítem 1.)
48. La doctrina de las penas eternas, como la del infierno material, tuvo su razón de ser mientras el temor podía constituir un freno para los hombres poco adelantados intelectual y moralmente, que no se impresionaban con la sola idea de los castigos morales y temporales. (Primera Parte, cap. VI, ítem 2.)
Respuestas a las preguntas propuestas
A. ¿Cuándo surgió el purgatorio en la teología católica y qué comprende exactamente?
El purgatorio fue admitido por la Iglesia en el año 593. Se trata de un dogma más racional y más conforme con la justicia de Dios que el infierno, porque establece penas menos rigurosas y rescatables para las faltas de mediana gravedad. En la concepción católica, el purgatorio sería un infierno menos tenebroso, puesto que las almas allí también arden, pero en un fuego más suave. Las almas del purgatorio no se libran de él por efecto de su adelantamiento, sino en virtud de las oraciones que se dicen o se mandan decir con tal intención, de lo que se originaron muchos abusos, pues las oraciones pagadas transformaron el purgatorio en una mina más rentable que el infierno. Como sabemos, el purgatorio dio origen al comercio escandaloso de las indulgencias, por intermedio de las cuales se vendía la entrada al cielo. Este abuso fue la causa principal de la Reforma, lo que llevó a Lutero a rechazar el purgatorio. (El Cielo y el Infierno, Primera Parte, cap. V, ítems 1 a 3.)
B. ¿Cuál es la causa de las miserias terrenales, según el Espiritismo?
Las miserias terrenales derivan necesariamente de las imperfecciones del alma, pues si ésta fuera perfecta no cometería faltas ni tendría que sufrir las consecuencias. El hombre que en la Tierra fuese absolutamente sobrio y moderado, por ejemplo, no padecería las enfermedades que se originan en los excesos. La mayoría de las veces es desdichado por su propia culpa; pero si es imperfecto, es porque ya lo era antes de venir a la Tierra, y expía no sólo sus faltas actuales sino las faltas anteriores que no fueron rescatadas. Repara, entonces, en una vida de pruebas lo que hizo sufrir a otros en una existencia anterior. Las vicisitudes que experimenta son, a la vez, una corrección temporal y una advertencia en cuanto a las imperfecciones que debe eliminar de sí, a fin de evitar otros males y progresar en el bien. (Obra citada, Primera Parte, cap. V, ítems 3 y 4.)
C. ¿La duración de la expiación del Espíritu culpable es eterna?
No. El plazo de la expiación está subordinado al mejoramiento del culpable. El Espiritismo no niega, sino confirma, la penalidad futura. Lo que destruye es el infierno localizado, con sus hornos y sus penas irremisibles. Sea cual fuera la duración del castigo, en la vida espiritual o en la Tierra, donde quiera que se encuentre, tiene siempre un final, cercano o lejano. (Obra citada, Primera Parte, cap. V, ítems 7 y 8.)
D. ¿El Espiritismo niega la existencia del purgatorio?
No lo niega, y dice más: que nos encontramos en él, pues es en un planeta como la Tierra – de pruebas y expiaciones – que expiamos las equivocaciones, los errores y los males que cometemos. Según el Espiritismo, no hay para el Espíritu sino dos alternativas, y son: castigo temporal y proporcional a la culpa, y recompensa graduada según el mérito. El Espiritismo rechaza la tercera alternativa: la condenación eterna. La palabra purgatorio sugiere la idea de un lugar circunscrito: he ahí por qué se la aplica con más naturalidad a la Tierra que al Espacio infinito donde viven errantes los Espíritus que sufren, y además porque la naturaleza de la expiación terrenal tiene las características de la verdadera expiación. (Obra citada, Primera Parte, cap. V, ítems 8 a 10.)