Miremos para los cielos
estrellados, de tiempo
en tiempo. Usualmente,
realizo este ejercicio
reconfortante, que
siempre me devuelve la
noción correcta, tanto
del esplendor más
absoluto de la Creación,
como también de sus
misterios, aún casi que
completamente
insondables por el
intelecto del hombre
reencarnado. ¡Sobre
estos misterios, hay
también la percepción
más acertada de lo que
sea Dios – la
Inteligencia Suprema –,
que todo hizo dentro y
fuera de nosotros, desde
siempre y para siempre,
si así se nos es
permitido expresar, de
manera aún imperfecta,
un concepto verbal
insuficiente de lo que
sea el Creador Supremo
del Universo!
Somos demasiado pequeños
para comprender y
definir, con un mero
esfuerzo de
razonamiento, aquel que
idealizó y realizó toda
la inmensidad de la
existencia, en la cual
estamos conscientemente
sumergidos. No guardo
esta pretensión. Sin
embargo, se sabe, según
lo que consta en la
Doctrina Espírita,
acerca de conocerse las
causas a través del
análisis de sus efectos.
¡Y, de este modo, si nos
detuviéramos con lucidez
en la verdad de esta
afirmación,
comprenderemos, por
percepción directa, que
la Presencia de Dios es
inmanente – y jamás, de
forma alguna, se halla
distanciada de nosotros,
en un paso que sea!
Dios es intereacción
cotidiana
Percibo, en los
contextos turbulentos de
la actualidad terrena,
la humanidad demasiado
sumergida en un
condicionamiento
comportamental
letárgico, a ejemplo de
lo que nos ocurre cuando
estamos delante de un
televisor. ¡Acomodados
confortablemente en
nuestros sofás a la
noche, o en los fines de
semana, durante nuestro
descanso después de las
actividades diarias, nos
abstraemos mentalmente
de preocupaciones y del
movimiento electrizante
de lo cotidiano para
observar lo que otros
hacen o interpretan!
¡Sea en documentales o
películas, novelas o
series, en los
periódicos o en la
programación de
entretenimiento,
solamente asistimos,
impasibles, al intenso
movimiento ajeno:
periodistas, actores,
reporteros, científicos
alrededor del mundo –
realizadores!
¡Dedicamos,
imperceptiblemente,
horas y horas de
nuestros días delegando
a otros el sabor
incomparable de la
realización de la vida!
¡De la co-creación de
los avances del inmenso
engranaje del mundo! Y,
en la duración de este
tiempo de pausa, en
muchos casos prolongado
demasiado, como mucho,
elaboramos
razonamientos;
intercambiamos algunos
comentarios, nos
divertimos o nos
distraemos. ¡Pero, tengo
conmigo que esta
actitud, sin que nos
demos cuenta, se
extiende mucho, en esta
era tecnológica de
máquinas y de
informática atractiva,
al punto peligroso de la
hipnosis! Y que esto se
expande, también, de la
manera más lamentable,
para el territorio de
nuestras realizaciones
personales y de nuestro
avance evolutivo. ¡Para
la dinámica de nuestra
percepción e interacción
con la magia de la
maravillosa realidad
Divina – bien delante,
dentro, y alrededor de
nosotros! ¡Porque, en
este hábito de delegar
demasiado al otro poder
para la construcción de
los hechos de nuestros
tiempos, nos olvidamos
del mucho que nos cabría
realizar, echando mano
de nuestros talentos,
capacidad y
sensibilidad!
¡Solamente asistimos y
asistimos! Cuando no,
practicamos nuestra
cuota de compromiso con
la ciudadanía, en
nuestros variados
trabajos cotidianos para
el mantenimiento del
sostenimiento, nuestro y
de nuestros familiares.
¡Y nos contentamos con
eso! ¡Pero la Vida es
mucho más que la lucha
por el sostenimiento
material! ¡Olvidamos que
la dádiva de la
existencia, de hallarnos
presentes aquí y ahora,
con talentos tal vez
insospechados, no
explotados, nos
posibilita y nos invita
a realizar mucho más
allá, en favor del
mundo, de nuestros
semejantes, y de
nosotros mismos!
¡Vida es proceso! ¡Es
actividad, creatividad,
es interactividad! Y,
aunque algunos
argumenten que los
avances científicos de
la humanidad no pueden
ser, draconiana y
definitivamente,
rotulados como nocivos,
dado que, al modo de la
época en que vivimos,
posibilitan una mejoría
incuestionable de esta
misma interactividad tan
necesaria a un orbe
globalizado, sin embargo
– y como de casi todo se
puede decir – hay el
paño del fondo
inconveniente de que las
facilidades de esta
misma tecnología
producen también
letárgica e inercia
vital.
¡Sin embargo, miles de
personas se acostumbran,
no a hacer – sino a ver
hacer! ¡Y se contentan,
de forma muy
inconveniente, con esta
postura, que las embota
y paraliza, y que en
nada les añade, en un
contexto de inmenso e
indefinido desperdicio
de posibilidades de
mejoría para el propio
mundo, y de
oportunidades de
realización propia!
Directo a Dios...
Tiempo atrás, un lector,
al que se percibía
rebelado con los rumbos
ya recorridos
exhaustivamente en la
búsqueda de las verdades
mayores de la vida en
varias religiones, me
escribió preguntando,
más o menos en estos
términos, por cuál razón
debería siempre existir
un intermediario entre
su diálogo con Dios, o
con estas verdades
importantes para todos
nosotros, ya que la
historia de nuestros
recorridos, de modo
alguno, se confina en
una vida terrena. ¡Para
tras, o en el presente,
o del futuro, seremos
siempre! ¡En pleno campo
evolutivo, en la
dinámica de la
eternidad, por lo tanto,
somos compelidos a
dialogar con los hechos
alrededor y con nuestros
propios dilemas, en
búsqueda de la solución
de los mismos que, y de
modo alguno, se oculta
solamente en la
dialéctica de un estadio
en la materialidad!
¡Miramos para los
cielos, y constatamos!
¡Hay mucho, pero mucho
más allá de este lindo
planeta azul sustentado
en la orquestación del
infinito; y, sobre todo,
además de nosotros, así
como nos percibimos, en
este minuto actual de la
eternidad! Entonces –
cuestionaba el lector –
¡¿por cuál razón nos
prendemos, o seamos
condicionados a
colocarnos en régimen de
dependencia obligatoria,
para con intermediarios
entre nosotros y esta
majestuosa dinámica de
la Vida?! ¿Por cuál
razón siempre una cuenta
bancaria, un padre, un
intermediador dicho
"acreditado" entre la
propia dignidad de
participantes de los
enredos de la Creación,
y nuestro mismo Creador?
¿El Autor de la
historia, de la cual
somos todos
protagonistas y
co-creadores?
¿Por qué, amigo lector,
nos conservamos sentados
delante del inmenso
televisor existencial,
solamente viendo,
asistiendo al desempeño
de los demás
participantes que
realizan, osan, crean
situaciones u
oportunidades, o, en
otros casos, interpretan
historias bellas,
inspiradoras como un
cuento de hadas, como
solamente el desempeño
artístico consigue hacer
y nos extasiamos,
ofreciéndonos, es
verdad, aliento y
bienestar para el
movimiento electrizante
del día a día? ¿Pero, de
nuestra parte, por cuál
razón no transcendemos
este papel de meros
espectadores? ¿No
experimentamos, ni
creamos situaciones
otras de interacción con
la Vida, con Dios,
saliendo en búsqueda de
respuestas y de
oportunidades de
comprensión y de acción
más acertadas, dentro de
los enredos entrelazados
en este gran Misterio?!
Percepción objetiva de
Dios
Podemos, como también me
ocurre, no conseguir
más, en esta altura de
la historia humana, nos
detenemos con éxito en
la comprensión de la
secular exposición
teórica de teología o de
las incontables
doctrinas presentes en
las religiones
institucionalizadas.
Nunca pude, de índole, y
en este sentido,
afinizarme con las
terminologías elaboradas
que versan sobre los
aspectos de la santísima
trinidad, o de los ritos
dichos cristianos, en
sus versiones
autorizadas al mundo
profano.
¡Carece, a lo que me
parece, esta intrincada
tela teórica y verbal,
justamente del soplo de
Vida, en la cual
finalmente encontraremos
la consistencia factual
de todo, y de molde a
conferirnos certeza y
seguridad por intermedio
de las prácticas más
simples! Y, sin embargo,
en la rutina diaria, y
si nos volvemos a la
simplicidad de la
apreciación de las
propias obras de Dios,
obtendremos, por
percepción directa, algo
que en nada se compara
en calidad, en términos
de la comprensión de la
revelación de las más
alentadoras, y
transmutadoras de
nuestro alcance de
conciencia; que nos
proporciona, a partir de
eso, la apertura de los
portales sucesivos del
avance evolutivo
espiritual – en última
instancia, nuestro
destino inexorable, lo
que más nos interesa de
cerca: ¡Dios no está
lejos de nosotros!
Así como ocurre con todo
alrededor; con nuestros
amigos, amores y
afectos, a nosotros
unidos por la sintonía
fuerte, inexpugnable,
del lenguaje instantáneo
del amor, del interés
mutuo, de las semejanzas
de propósitos, coligados
en esta red energética
intensa que entrelaza
todos los componentes de
la inconmensurable
orquestación de la Vida,
¡es Dios la Causa
inmanente de toda la
lógica y sustancia
mantenedora de los
dramas vividos por
nuestras conciencias!
¡Es Él Origen, Efecto,
en todo, y de todo –
sólida y
perceptiblemente
Presente, para
dondequiera que
dirijamos nuestros
pasos, atenciones,
cuestionamientos,
pensamientos,
intenciones o acciones!
¡Tan obvio y directo que
– temo afirmar – por la
extrema intimidad que
con Él disfrutamos cada
instante de nuestras
jornadas, lanzándonos en
la ilusión de que, tal
vez, no exista! ¡De que
es ausente, o,
contradictoriamente, de
que se halla demasiado
lejos de las realidades
rutinarias de nuestros
días, para que Lo
percibamos, o
establezcamos con Él
diálogo directo! ¡Así
como nuestro olfato,
demasiado expuesto al
perfume rutinario de un
familiar, la correcta
altura no más lo
distingue, hasta que, en
un momento dado,
indagamos de este
familiar por cuál razón
no usa más el perfume
del hábito!
La extrema obviedad de
Su Presencia, expuesta a
nuestras conciencias,
inmersas en Su Realidad
como los peces en el
vasto Océano, nos
sugiere, entonces, la
ilusión del silencio a
nuestras súplicas,
preguntas, y a nuestros
intentos de diálogo! Y,
con eso, no percibimos
lo más simple, lo más
claro, lo más
manifiesto: ¡los
indicios de su Presencia
se hallan, macizamente,
en torno a nosotros!
Pues, finalmente, ¿de
dónde deriva todo, en su
primera causa?! ¡Y,
siendo así, a través de
todo, de todos, y de
incesantes
oportunidades, Dios
dialoga con constancia
ininterrumpida con
nosotros – directamente,
y sin intermediarios!
¿En cuántas ocasiones no
podemos constatar esta
linda realidad, si nos
despojáramos de las
complicaciones
intelectuales y
racionales de la
materialidad limitante,
para comprender la
verdad mayor de la
óptica más sutil de esta
misma percepción,
simultáneamente externa
e interna?
Rescate de la
simplicidad
Hubo, en el pasado, en
los principios, una
versión del Cristianismo
primitivo, más pura, más
simple, más auténtica –
el Catarismo(1),
que fue el objeto
principal del más
horrendo y auténtica
masacre genocida
arremetida por el
dogmatismo férreo de la
Iglesia Católica,
sedienta del poder
meramente temporal, en
los tiempos de la Edad
Media. ¡Destituida de
rituales, de
predicaciones pomposas o
incomprensibles al
hombre común, de dogmas
o prejuicios, era apta a
una percepción más fiel
de la realidad divina
entre nosotros! ¡Sus
postulantes – hombres y
mujeres – eran activos y
participantes de una
doctrina vivida en la
práctica más común de lo
cotidiano! Imponían
manos en realizaciones
de cura, al modo de los
pases actualmente
practicados por los
médiums, en los reductos
de formación y
comprensión espírita. ¡Y
hablaban directamente
con Dios, prescindiendo
de intermediarios!
Ellos conocían que la
gran verdad existencial
de la humanidad era la
evolución gradual, rumbo
a niveles progresivos de
iluminación de la
conciencia, por
intermedio de las
reencarnaciones. ¡Y
veían a Jesús, más
acertadamente, como
espíritu de envergadura
espiritual sublime, muy
por encima de la
humanidad común; y, por
lo tanto, como el líder
espiritual y humano sin
par, como hasta hoy no
hubo igual en los
enredos de los pueblos -
no como un Hijo Único de
Dios!
Voluntariamente, eran
despojados de la
esclavitud, enfermedad
para el espíritu, de las
conquistas materialistas
del mundo secular, y se
dedicaban, así, a vivir
según un reconocimiento
práctico de las
prioridades espirituales
de sus existencias, que
siempre y a todos
nosotros más importa,
para la construcción de
un presente que redime
un pasado, en la
construcción sabia de un
futuro mejor.
¡No se perdían, por lo
tanto, penetrar en
luchas jerárquicas de
poder y dominio
enraizados, como aún hoy
ocurre, en las disputas
enormes por la posesión
de almas incautas, en el
ámbito de varias
religiones de práctica
sedimentada sobre la
imposición dogmática de
intermediarios otorgados
entre los hombres dichos
comunes, y Dios!
Dios es un amigo
constante...
Amigo lector: así como
simplemente
reencarnamos,
incesantemente, migrando
entre dimensiones y
mundos, trabando
contacto e intimidad con
incontables seres, en
las extensiones del
universo, tengamos en
mente que, en este
proceso vital
inconmensurable, la
comprensión gradual de
todo nos ocurre en la
frontera entre la
percepción espiritual
intuitiva y más directa
de los hechos concretos,
mientras estamos en un
plano material, o en la
continuidad definitiva
de todo, después de
nuestro pasaje para
otros estadios más ricos
de vivencias, en otros
sectores de lo infinito.
¡Y no nos olvidemos de
que, en esta amalgama
sabia, soberana, todo y
todos son la prueba más
definitiva de que Dios
está cerca, muy cerca –
en verdad, muy próximo,
para dialogar, para
respondernos a todas las
dudas, todos los dilemas
y cuestionamientos de
recorrido, en lenguaje
simple – sin embargo,
tal vez tan simple que
nos escape a las
adicciones de
elaboración exagerada
del razonamiento
condicionado a los
parámetros materiales
inmensamente
restringidos e
insuficientes!
Estando en nosotros, y
fuera de nosotros, en un
Todo inseparable, Dios
nos habla por intermedio
de lo que magnetizamos
constantemente con
nuestras propias
intenciones y actitudes
de cada minuto. ¡Así, Él
nada más hace que
revelarse a través de Su
indefectible
misericordia,
ofreciéndonos la riqueza
inigualable de su
expresión externa a
nuestra percepción
sensorial aún soñolienta
y letárgica – y, al
espíritu siempre
inmerso, por naturaleza,
en su medio sublime y
definitivo, la Verdad
consoladora de que, como
hacemos para con
nuestros propios hijos,
sus respuestas a
nosotros serán siempre
lo que mejor necesitamos
para el avance cierto en
la mano única rumbo a la
felicidad, que a todos
está destinada! ¡Pero
contando también con
nuestra participación
activa, en el inmenso
drama de la Creación!
¡Nunca la piedra – sino
el pan!
(1)
El Catarismo fue un
movimiento cristiano
iniciado a mediados del
año 1100 en Europa
Meridional que encontró
su esencia en el sur de
Francia, en la región
conocida como Albi. Por
eso, muchas fuentes
utilizan el término
Albigense para referirse
a los cataros.
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