Bentinho estaba andando
por el barrio cuando, al
pasar por una placita,
vio un chico durmiendo,
escondido en medio de
algunas hojas, bajo un
árbol.
Curioso, Bentinho se
aproximó y se quedó
mirando al niño que
dormía.
El chico despertó, se
estiró y miró alrededor.
Al ver al otro niño que
lo observaba, dijo con
cara de enfado:
— Si también quieres
dormir, tienes otros
lugares aquí mismo.
¡Es solo buscar!
Bentinho sonrió y
explicó: |
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— No preciso de un lugar
para dormir. ¡Tengo mi
casa!
— ¡Ah!... — exclamó el
niño — Bueno para ti. ¿Y
tienes una familia
también?
— Tengo, sí. ¡Y mis
padres me aman mucho!
El otro quedó con los
ojillos llenos de
lágrimas y, bajando la
cabeza, murmuró:
— Infelizmente, yo no
tengo a nadie. Estoy
solo en el mundo.
— ¡Pero todas las
personas tienen una
familia! ¿Donde
está la tuya? — Bentinho
quiso saber.
Entonces, João, ese era
el nombre del niño,
explicó, sentándose:
— Recuerdo vagamente de
la madre y del padre.
Desperté un día y vi que
estaba solo en casa.
Busqué en la vecindad,
pero no los encontré.
Lloré bastante. Busqué a
mis padres por todos
lados, pero nadie los
había visto. Entonces,
con hambre, comencé a
pedir.
Bentinho estaba con
mucha pena de João, que
continuó contando:
— Tras algunos días, no
me dejaron más entrar en
la casa. Había otras
personas viviendo allá.
Así, me acostumbré a
vivir en la calle. Hice
amigos, que dividen
conmigo la comida que
consiguen ganar. Y
duermo aquí en esta
plaza, como tú puedes
ver.
— João, ¿te gustaría
tener una casa?
— ¡Claro! ¿A quién no le
gustaría? — respondió el
niño con los ojos
brillando.
— ¡Entonces, ven
conmigo!
Decidido, Bentinho llevó
al nuevo amigo para su
casa. Era hora del
almuerzo. Al verlo
llegar con un niño
harapiento, el padre
preguntó:
— ¿Quién es tu nuevo
amigo, mi hijo?
— Él se llama João y yo
lo encontré en la calle,
papá. Él no tiene
familia. ¿Qué pensáis de
darme un nuevo hermano?
Los padres
intercambiaron una
mirada espantados, y el
padre explicó:
— Bentinho, no es tan
fácil así como tú
piensas, hijo. ¡João
debe tener una familia!
— No tiene. ¡Él vive
solo en la calle!
— Aún así, hijo —
consideró la madre. — Es
preciso consultar a las
autoridades, los órganos
de amparo al niño. ¡No
podemos sólo traerlo
para vivir con
nosotros!...
— ¡Entonces, vamos a
hablar con quién pueda
resolver el problema de
mi amigo! — decidió el
niño.
El padre, que oía muy
serio, consideró:
— Bentinho, además de
esos problemas, tenemos
otros, mi hijo: vamos a
necesitar de un cuarto
más, una cama, ropas...
¡Además de matricularlo
en la escuela y mucho
más!...Todo eso necesita
de dinero, que no
tenemos.
Bentinho, sin embargo,
estaba obstinado:
— Eso es fácil de
resolver, papá. Yo
divido el cuarto con
João y daré mi cama para
él; no me importa dormir
en el suelo. ¡Tengo
muchas ropas y calzados
que dividiré con él,
pues somos del mismo
tamaño; en cuanto a la
escuela, él irá conmigo!
¡Te garantizo, papá, que
él no dará trabajo
alguno!
El padre miró para João
y preguntó sobre la
familia de él. João
contó exactamente lo que
le había dicho a
Bentinho.
Después, humilde, dijo:
— Si me aceptaran, no
necesitan preocuparse
conmigo. Siempre
encuentro comida, los
amigos de la calle me
ayudan. Tampoco preciso
de ropas, ya tengo estas
que me sirven. Y cama,
hace tanto tiempo no
tengo una, que ni echo
en falta. Entonces, no
preciso de dinero. La
única cosa que sueño, de
verdad, es tener
nuevamente una familia.
¡Sólo eso!
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Todos quedaron tocados
al oír aquellas
palabras, y Bentinho
corrió hasta el cuarto y
volvió con su cofrecito
en las manos:
— ¡Si el problema es
dinero, yo tengo, mamá!
¡Mi
cofrecito está lleno!...
Al ver la determinación
del chico, los padres
intercambiaron una
mirada emocionados, y
acabaron por concordar:
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— Está bien, Bentinho.
¡Tú acabas de ganar un
nuevo hermano! ¡Después
resolveremos la
situación de Joãozinho
con las autoridades! ¡Pero
a partir de ahora, él es
nuestro hijo!
Abriendo los brazos, la
madre abrazó al niño con
amor. El padre los
envolvió en el mismo
abrazo y Bentinho se
aproximó, extendiendo
los brazos y formando
parte del grupo.
Estaban felices. El amor
había vencido. Ahora
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la familia tenía
un nuevo
miembro.
Joãozinho
lloraba de
alegría por
tener nuevos
padres, y ellos
le explicaron: |
— João, a partir de hoy,
tú eres nuestro hijo del
corazón. Sin embargo, si
algún día, tú
reencuentras tu familia
verdadera y quieres
volver para ella,
nosotros lo vamos a
entender. No dejaremos
de amarte, sin embargo
podemos repartiste con
tu familia biológica. ¿Entendiste?
João corrió para sus
nuevos padres
balanceando la cabeza
para mostrar que había
comprendido y, con los
ojos llenos de lágrimas,
los enlazó con mucho
amor.
MEIMEI
(Página psicografada por
Célia Xavier Camargo, de
Rolândia-PR.)
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