Jesús en
nuestras vidas
En esta edición
que antecede la
Navidad y es la
última del año,
no nos sería
posible dejar de
acentuar, como
ya hicimos
anteriormente,
cuán importante
es la presencia
de Jesús en
nuestras vidas.
Gobernador
espiritual del
planeta, que
administra con
celo desde los
orígenes de
nuestro orbe, el
Maestro no se
encuentra, como
algunos piensan,
ausente de los
problemas y de
las grandes
decisiones
relativas al
desarrollo del
mundo y de
nosotros que lo
habitamos.
Innúmeros hechos
podrían ser
acordados para
enseñar como la
acción de Jesús
en beneficio de
las personas que
se ejerce en
nuestro medio.
Gerson Simões
Monteiro, en el
Especial que
ilustra la
presente
edición, se
refiere a uno de
ellos, retratado
por la poetisa
Francisca
Clotilde en el
hermoso poema
psicografado por
el médium
Francisco
Cándido Xavier.
El otro hecho
que nos es
narrado por
André Luiz en el
cap. 1 de su
libro Obreros
de la Vida
Eterna, obra
publicada en
1946. Nos
referimos al
testimonio que
el Instructor
Albano Metelo
hizo y André
apuntó en la
referida obra.
Albano Metelo
relató al grupo
de Espíritus que
lo oían su
experiencia
personal en
búsqueda de la
iluminación
propia, que en
otro tiempo él
buscara atingir,
apresuradamente.
La Luz lo
fascinaba y, por
eso, rompió
todos los lazos
que lo retenían
abajo, empezando
la jornada
ascensional. En
el principio, se
hirió en los
espinos
puntiagudos de
la carretera y
experimentó
atroces
desengaños.
Logró, sin
embargo, vencer
los óbices
inmediatos,
ganando,
jubiloso,
pequeñita
eminencia.
Mirando
alrededor de sí,
lo espantó, no
obstante y de
manera intensa,
la visión
terrífica del
valle: el
sufrimiento y la
ignorancia lo
dominaban en
plenas
tinieblas.
Disputas, odios,
egoísmo y
vanidad
imperaban,
creando
sufrimientos por
toda parte.
Metelo llegó a
juzgarse feliz,
delante de la
posición que lo
apartaba de
tantas
angustias. Pero,
cuanto más se
vanagloriaba,
observó que en
cierta noche el
valle fuera
invadido por
refulgente luz.
¿Qué sol
misericordioso
visitaba el
antro sombrío
del dolor? Seres
angélicos
bajaban,
céleres, de
radiantes
pináculos,
acudiendo las
zonas más bajas,
obedeciendo al
poder de
atracción de la
claridad
bendita.
Preguntó,
entonces: “¿Qué
ocurriera?” Un
mensajero
espiritual le
respondió: “El
Señor Jesús
visita hoy los
que erran en las
tinieblas del
mundo,
libertando
consciencias
esclavizadas”.
Aquello le
sirvió de grande
lección. ¿Para
dónde marchaba
su Espíritu sin
preparo de la
inmensa familia
humana? ¿Por qué
enojarse ante el
valle, si el
propio Jesús
trabajaba,
solicito, para
que la Luz de
Arriba penetrase
en la entrañas
de la Tierra?
¿Cómo subir
sólo,
organizando un
cielo exclusivo
para su alma,
lamentablemente
abstraído de los
valores de la
cooperación que
el mundo le
proporcionaba
con generosidad
y abundancia?
Albano Metelo se
detuvo entonces
y volvió en sus
propios pasos,
porque, a medida
que los
Espíritus
penetran el
dominio de las
alturas, se
imprimen en su
mente y corazón
las leyes
sublimes de la
fraternidad y de
la misericordia,
tal como ocurrió
con los grandes
orientadores de
la Humanidad,
que no midieron
la propia
grandeza sino
por la capacidad
de regresar a
los círculos de
la ignorancia,
para
ejemplificar el
amor y la
sabiduría, la
renuncia y el
perdón a los
semejantes.
El relato que
ahora
transcribimos
debe servirnos
de meditación en
los días que
anteceden la
Navidad de 2013,
donde la Tierra
enfrenta
momentos
conturbados,
marcados por
conflictos por
toda parte,
incluso en
Brasil, donde la
población se
declara,
mayoritariamente,
adepta del
Cristianismo.
Disturbios por
las calles,
crímenes que no
cesan, asaltos
en pena luz del
día, violencia
en los estadios
de fútbol,
corrupción
generalizada en
todos o casi
todos los
niveles de
gobierno, sin
hablar de las
guerras que
persisten en
innúmeros países
– he aquí el
retrato de una
sociedad que, a
pesar de los
esfuerzos de
Jesús y de los
bienhechores
espirituales,
continúa
indiferente y
ajena a las
enseñanzas que
el Amable
Nazareno nos
legó hace poco
más de 2.000
años.
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