Una hoja de papel, que
alguien había dejado
caer, traída por el
viento, llegó a los pies
de la pequeña Sara, que
la cogió, sorprendida.
Era un mensaje.
Curiosa,
como todo niño que está
aprendiendo a leer y
escribir, Sara intentó
descubrir lo que estaba
escrito en ella, pero
leyó una palabra que
ella no conocía y quedó
curiosa. Llegando a la
escuela, preguntó a la
profesora:
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—
Profesora, ¿qué es
devoción?
—
Devoción, Sara,
significa dedicación,
consagrarse a algo
importante o a alguien.
Por ejemplo: Existen
personas que se dedican
a la familia, al
trabajo, al estudio. ¿Entendiste?
— respondió la mestra.
Sara
pensó un poco y sonrió
satisfecha:
|
— Pues
entonces, yo tengo
devoción por mi muñeca
Bella, pues me gusta
mucho ella y me dedico
todo el tiempo a ella:
¡le doy baño, cambio de
ropa, doy comidita y la
llevo para pasear!
La
maestra sonrió, y
considero:
— Muy
bien, Sara. Tú
demuestras que tienes
cuidado con tú muñeca.
Pero devoción va más
allá, pues significa
gran voluntad de ayudar
a alguien, dejando hasta
sus propios intereses
para satisfacer las
necesidades de otras
personas. Entonces,
devoción se refiere no a
cosa, sino a personas.
¿Entendiste?
La niña
movió la cabeza y
respondió:
—
Más o menos.
— Bien.
Voy a dar un ejemplo más
concreto. Jesús, en su
pasaje por la Tierra,
fue el mayor ejemplo de
devoción al bien de las
criaturas,
esclareciéndolas,
curándolas y ayudándolas
en sus necesidades.
—
¡Ah! Ahora entendí,
profesora.
La clase
continuó, pero Sara
quedó pensativa: -
Entonces, yo no ayudo a
nadie. En casa, mamá
hace todo; mi padre
trabaja para poder tener
una vida buena.
¡¿Y yo?!...
Terminada la clase, la
niña fue para casa con
aquello en la cabeza. Al
llegar, preguntó:
— Mamá,
¿yo ayudo a alguien?
Sorprendida con la
pregunta de la hija, que
nunca había tenido ese
tipo de duda, ella
desarrolló la pregunta:
— Sara,
¿qué piensas tú? ¿Tú
cuidas de tu gatito y de
tu perrito?
La chica
pensó un poco y después
reconoció:
— No. Tú
eres quien cuida de
ellos, mamá. Colocas
agua en la vasija, das
la comida y, cuando
ellos necesitan, le das
el baño — respondió la
niña, triste,
reconociendo que no
ayudaba a nadie, ni a
sus propios animales de
aprecio.
Viéndola
molesta, la madre se
aproximó más y la abrazó
con cariño, sugiriendo:
— Mi
hija, si tú quieres
ayudar, siempre es
tiempo. Comienza por tus
animalitos. Te garantizo
que ellos quedarán muy
contentos. ¡Pero, aviso!
Tú serás responsable por
cuidar de ellos. Si no
lo hicieras, ellos
pasarán sed, hambre y
quedarán sucios.
¿Entendiste?
— Si,
mamá. ¡Puedes confiar en
mi!
Y Sara
comenzó a dedicarse a
sus animalitos, cuidando
y preocupándose con
ellos. Después de
algunos días, cuando
ellos la veían en el
patio, corrían hacia
ella, cariñosos. Y la
niña comenzó a sentirse
contenta, pues ahora
ellos gustaban
realmente de ella y
sentían su falta cuando
iba a la escuela,
esperando en la entrada.
|
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Con el
tiempo, Sara notó que
había pasado a
preocuparse más con los
otros. Un día, ella vio
a un niño todo sucio y
mal vestido sentado en
la calzada. Sintió
voluntad de parar y
conversar con él. Como
habían sobrado algunas
galletas que ella había
llevado de merienda, se
aproximó a él: |
— ¡Hola!
Quieres uma galleta?
Los ojos
del chico brillaron, y
él extendió la mano,
aceptando. Sara le dio
la galleta. Después,
sentándose al lado de él
en la calzada,
comenzaron a conversar.
El nombre de él
era Toninho.
— ¿Dónde
vives tú, Toninho?
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— Vivo
en un barrio pobre, muy
lejos de aquí. Mis
padres trabajan, sin
embargo ganan poco y
tengo dos hermanos más
pequeños. Entonces,
cuando la necesidad
aprieta, salgo por las
calles pidiendo ayuda a
las personas.
— ¡Ah!
¡Entonces, lleva para
ellos! — dijo Sara,
metiendo la mano en la
mochila y entregándole
las galletas que
sobraron.
Conversó
un poco más con Toninho
y quedaron en
encontrarse nuevamente
al día siguiente, en ese
mismo lugar.
Después, ella volvió
para casa.
|
Sara
contó a la madre lo que
había sucedido, pidiendo
que ella ayudara a
aquella familia tan
necesitada, y completó
con los ojos
lloriqueando:
— ¡Mamá!
¡Nunca pensé que
existieran personas que
no tuvieran qué comer!
A la
noche, echada en su
cama, antes de hacer la
oración, Sara dijo a su
madre.
— Mamá,
ahora yo entiendo lo que
es dedicación. Siento
amor por mis animalitos,
y también por las
personas. Saber que
Toninho y sus hermanos
pasan hambre hizo doler
mi corazón. Quiero
ayudarlos, pero sola no
voy a conseguirlo.
— Queda
tranquila, hija. Yo voy
a hablar con tú padre y
ver lo que podemos hacer
a favor de esa familia,
por la cual tanto te
interesó.
Entonces
Sara, que estaba
cansada, cerro los ojos
e hizo una oración.
— Jesús
querido, tu que siempre
amaste y ayudaste a las
criaturas, socorre
también a mi amigo
Toninho y la familia de
él que necesitan tanto.
Gracias. Buenas noches.
MEIMEI
(Recebida por Célia X.
de Camargo, em
03/03/2014.)
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