El Campeonato
Mundial de
Fútbol en
Brasil: una
fiesta
inolvidable
Es obvio que
podría haber más
respeto y
seriedad en el
trato de la cosa
pública y que
los costos –
financieros,
sociales y
humanos – fuesen
compatibles con
lo que, de
hecho, ocurrió
en otros países
en los últimos
Campeonatos
realizados.
Pero, a pesar de
todo, no es
posible ignorar
la importancia y
el suceso de un
evento como el
Mundial de
fútbol que ahora
se realiza en
nuestro país.
La alegría
contagiosa de
las multitudes
que están
llenando los
estadios; el
congraciamiento
entre personas
de diferentes
naciones que
jamás se vieron;
la recepción
calurosa con que
europeos,
norteamericanos,
africanos,
asiáticos,
australianos,
mejicanos,
costarriqueños,
ecuatorianos,
hondureños,
chilenos,
uruguayos,
colombianos y
hasta argentinos
fueron
recibidos; la
diversidad de
los colores y de
las banderas;
las fiestas de
los hinchas y,
sobre todo, la
ausencia de
violencia, algo
tan frecuente en
los campeonatos
brasileños –
todo eso hace
con que se torne
inolvidable en
la memoria de
todos el Mundial
de Fútbol de
2014.
Divaldo Franco,
en oportuno
artículo
publicado en el
periódico La
Tarde,
edición de 19 de
junio de 2014,
escribió:
“Vive la
nacionalidad
brasileña un
momento de
extraordinaria
significación:
ser conocido
prácticamente en
todo el mundo,
en aquello que
tiene de mejor,
excluyendo los
tradicionales
comentarios
sobre la
‘alegría y
fiestas, las
mulatas, el
samba y el
fútbol´.
El Mundial
proporcionó a
más de mil
quinientos
millones de
personas que no
conocen Brasil o
reciben
noticias,
distorsionadas
unas,
lamentables
otras, de
corrupción, de
crimen, de falta
de respeto a los
derechos
democráticos,
fenómeno, por
cierto, que
ocurre en todos
los países, en
unos más de que
en otros, la
ocasión de
presentarnos
desde su
apertura lo que
tenemos de
mejor,
considerándose
que somos la
séptima economía
del mundo.
Hay problemas
gubernamentales,
escasez de
escuelas y de
hospitales,
desempleo y
violencia, sin
duda, pero
también existen
millones de
ciudadanos
honrados, de
jóvenes dignos
que disputan en
las
universidades e
institutos de
tecnología un
lugar al Sol, de
ancianos
venerables y de
niños geniales,
de estudiosos de
los problemas
humanos y de
luchadores que
desean una
sociedad feliz.”
Tiene entera
razón el ilustre
y estimado
cofrade.
El deporte,
representado en
este momento por
el fútbol,
cumple más una
vez el
importante papel
de
congraciamiento,
de conciliación,
de fraternidad,
valores
reconocidamente
importantes,
especialmente
ahora en que
nuestro planeta
enfrenta crisis
políticas,
económicas y
sociales en casi
todos lugares.
El Campeonato
Mundial a que
asistimos nos
probó también
que es posible
animar los
equipos sin
pelear, que es
posible jugar
sin ofender, que
es posible
asistir a un
juego de fútbol
sin violencia,
con mujeres y
niños presentes
en los estadios.
El mundo puede
también conocer
el espíritu
cordial del
pueblo
brasileño, que
sabe recibir las
personas y que
es, de su
natural, un
pueblo alegre,
pacífico y
organizado,
aunque, como
sabemos,
insatisfecho con
los desmanes, la
falta de
seriedad y la
corrupción que
infestan la
administración y
la escena
política de
nuestro aún
joven país.
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