El apego a los
bienes
materiales es un
equívoco
La doctrina
espírita, a
través de la voz
de sus
innumerables
autores
encarnados y
desencarnados,
es bien clara
cuando trata del
tema propiedad.
¿De qué somos
realmente
propietarios en
el mundo donde
vivimos?
Pascal
(Espíritu) a eso
se refiere en un
mensaje
publicado por
Allan Kardec en
el cap. XVI,
ítem 9, de su
libro El
Evangelio según
el Espiritismo.
Dice Pascal:
“El hombre sólo
posee en plena
propiedad
aquello que le
es dado llevar
de este mundo.
De lo que
encuentra al
llegar y deja al
partir disfruta
él en cuanto
aquí permanece.
Forzado, sin
embargo, que es
a abandonar todo
eso, no tiene de
sus riquezas la
posesión real,
pero,
simplemente, el
usufructo. ¿Qué
es entonces lo
que él posee?
Nada de lo que
es de uso del
cuerpo; todo lo
que es del uso
del alma: la
inteligencia,
los
conocimientos,
las cualidades
morales. Eso
lo que él trae y
lleva consigo,
lo que nadie
puede quitarle,
lo que le será
de mucho más
utilidad en el
otro mundo que
en éste. Depende
de él ser más
rico al partir
de que al
llegar, así que,
de lo que
tuviese
adquirido en
bien, resultará
su posición
futura.”
Pascal.
(Ginebra, 1860.)
(Subrayamos.)
La comprensión
de la enseñanza
arriba tendría
gran influencia
en las
relaciones
interpersonales
y en el progreso
individual y
colectivo, si
esa idea fuese
asimilada y
acepta por las
criaturas
humanas.
La búsqueda
incesante de la
riqueza y el uso
de medios
ilícitos para
obtenerla no más
tendrían razón
de existir,
porque todos
entenderían cual
es, en verdad,
el propósito de
nuestro pasaje
por la
experiencia
reencarnatoria.
Inteligencia,
conocimientos,
cualidades
morales –
he aquí lo que,
según la visión
espírita,
constituye
nuestra real
propiedad, el
equipaje que,
por
consiguiente,
podremos llevar
para la llamada
patria
espiritual y las
futuras
existencias
corporales que
nos aguardan.
La experiencia
de Zaqueo
narrada por el
evangelista
Lucas es, en ese
sentido,
expresiva.
Recordemos el
caso:
“Jesús entró en
Jericó e iba
atravesando la
ciudad. Había
ahí un hombre
muy rico llamado
Zaqueo, jefe de
los recibidores
de impuestos. Él
buscaba ver
quien era Jesús,
pero no lo
conseguía por
causa de la
multitud, porque
era de baja
estatura. Él
corrió adelante,
subió a un
sicómoro para
verlo, cuando él
pasase por allí.
Llegando Jesús
en aquel lugar y
levantando los
ojos, lo vio y
dijo: Zaqueo,
bájate deprisa,
porque es
necesario que yo
me quede hoy en
tu casa. Él bajó
apresuradamente
y lo recibió
alegremente.
Viendo eso,
todos murmuraban
y decían: él va
a hospedarse en
casa de un
pecador… Zaqueo,
no obstante, de
pie delante del
Señor, le dijo:
Señor, voy a dar
la mitad de mis
bienes a los
pobres y, si
tuviese
defraudado a
alguien,
restituiré el
cuádruplo.
Le dijo Jesús:
Hoy entró la
salvación en
esta casa, dado
que también éste
es hijo de
Abraham. Pues el
Hijo del Hombre
vino a buscar y
salvar lo que
estaba perdido.”
(Lucas,
19:1-10.)
¿Por qué,
delante la
decisión de
Zaqueo, Jesús
declaró: “Hoy
entró la
salvación en
esta casa”?
No es difícil
entender la
frase dicha por
Jesús. Zaqueo,
un hombre
adinerado, daba
en aquel momento
una señal
clarísima de
desapego,
entendiendo
finalmente que
los bienes que
Dios nos concede
a título de
usufructo no
pueden servir
tan solamente a
nosotros y a
nuestra prole,
pero deben
servir a todos.
Si vinieron a
nuestras manos,
nos cabe el
deber de bien
utilizarlos,
ciertos de que
del empleo que
les damos
tendremos de
prestar cuentas
y que, en el
retorno a la
patria
espiritual,
llevaremos
solamente los
bienes que
realmente nos
pertenecen –
inteligencia,
conocimientos,
cualidades
morales -,
hecho que por sí
sólo demuestra
que el apego a
los bienes
materiales es un
equívoco y un
obstáculo real
al nuestro
progreso.
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