El suicidio y
sus nefastas
consecuencias
No hay quién no
lamente las
muertes que
ocurren todos
los días a causa
de los
homicidios y de
las guerras. De
hecho, su número
es alarmante y,
como sabemos, un
suceso
absolutamente
desnecesario,
una vez que la
existencia en la
Tierra ya trae
tantas
dificultades que
sería óptimo que
por lo menos las
causadas por los
hombres no más
ocurriesen.
La cantidad de
víctimas de las
guerras y de los
homicidios es,
sin embargo,
inferior al
número de los
que
voluntariamente
se matan, cerca
de un millón de
personas por
año, según el
último relato
publicado por la
Organización
Mundial de
Salud, a lo cual
nos referimos en
el editorial de
la edición 279 –
Suicidio: opción
total e inútil –
que el lector
puede leer
pulsando en este
sitio:
http://www.oconsolador.com.br/ano6/279/editorial.html
Motivos diversos
contestan,
ciertamente, por
las causas que
llevan una
persona a
matarse.
Se presume que
el conocimiento
previo de lo que
ocurre a aquél
que se mata
sería capaz de
evitar que el
hecho ocurriese.
Tenemos duda
cuanto a eso,
porque veces hay
en que la
persona se
encuentra tan
trastornada que
ni mismo piensa
en las
consecuencias de
su acto. Ella
simplemente
obra, buscando
librarse de un
mal
supuestamente
mayor, para más
tarde, cuando en
fin despierta en
la vida
espiritual,
lamentando con
amargura el
gesto infeliz.
De acuerdo con
las enseñanzas
traídas por
personas que
pasaron por el
suicidio,
podemos afirmar
que la decepción
sería la primera
consecuencia de
tales actos, que
en nada
modifican – al
contrario,
complican – la
situación de que
la persona
deseara huir.
Dos otras
consecuencias,
mucho más
graves, dicen
respecto a los
efectos de la
mutilación
causada al
cuerpo físico
por el Espíritu
que deja la vida
por el suicidio
y, más adelante,
a las
dificultades que
él encontrará
cuando
finalmente
podría disfrutar
en el mundo una
existencia dicha
normal.
En el libro
Acción y
Reacción, de
André Luiz,
psicografado por
el médium
Francisco
Cândido Xavier y
publicado en
1957 por la FEB,
el ministro
Sânzio,
reportándose al
asunto, dijo
estas palabras:
“Figuremos un
hombre
acobardado
delante de la
lucha,
perpetrando el
suicidio a los
cuarenta años de
edad en el
cuerpo físico.
Ese hombre
penetra en el
mundo espiritual
sufriendo las
consecuencias
inmediatas del
gesto infeliz,
gastando tiempo
más o menos
largo, según las
atenuantes y
agravantes de su
deserción, para
recomponer las
células del
vehículo
perispirítico,
y, luego que
oportuno, cuando
torna a merecer
el premio de un
cuerpo carnal en
la Esfera
Humana, entre
las pruebas que
repetirá,
naturalmente se
incluye la
extrema
tentación al
suicidio en la
edad precisa en
que abandonó la
posición de
trabajo que le
cabía, porque
las imágenes
destructivas,
que archivó en
su mente, se
desdoblarán,
delante de él, a
través del
fenómeno a que
podemos llamar
‘circunstancias
reflejas’, dando
motivo a
recónditos
desequilibrios
emocionales que
lo situarán,
lógicamente, en
contacto con las
fuerzas
desequilibradas
que le ajustan
al temporario
modo de ser.
Si ese hombre no
hubiera guardado
recursos
educativos y
renovadores en
sí mismo, por la
práctica de la
fraternidad y
del estudio, de
manera a superar
la crisis
inevitable, muy
difícilmente
escapará al
suicidio, de
nuevo, porque
las tentaciones,
no obstante
reforzadas por
fuera de
nosotros,
empiezan en
nosotros y se
alimentan de
nosotros
mismos.”
(Acción y
Reacción,
capítulo 7,
pp.93 a 95.)
Las mutilaciones
orgánicas
innatas tienen,
como sabemos, su
causa en actos
practicados en
el pasado. Si
alguien atenta
contra el propio
cerebro, enseña
Emmanuel,
necesitará, para
rehacerlo, como
mínimo dos
existencias
corporales.
“Cuando
perpetramos
determinado
delito e
instalamos la
culpa en
nosotros,
introducimos el
caos en el
interior del
alma y,
regresando a la
Vida Mayor,
después del
desencarne,
envueltos en la
sombra del
proceso culposo,
naturalmente
padeceremos en
nosotros mismos
los resultados
de los propios
actos
infelices”, he
aquí lo que
Chico Xavier,
bajo la
inspiración de
su mentor y
guía, declaró en
la noche de 7 de
mayo de 1974 en
sesión solemne
de la Asamblea
Legislativa de
la Provincia de
Goiás, como el
lector puede
averiguar en la
obra Chico
Xavier en
Goiânia,
publicada por la
GEEM Editora.
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