Carla salió de casa para
sar un paseo.
El día estaba lindo y el
sol brillaba en el cielo
azul. Mirando los
árboles de la calle,
Carla oyó el canto de
los pájaros. Miró para
arriba, y vio un
pajarito que, posado
sobre una rama, parecía
tener cuenta de una
cría.
Luego, vio al pajarito
volar para abajo y, se
posó en el suelo, coger
alguna cosa en el pico y
volver para arriba.
Después, colocó la
comida en la boca del
hijito, que piaba
satisfecho.
Carla sonrió, contenta.
El hijito no pasaría
hambre ahora.
De repente, volvió a
mirar para lo alto y,
asustada, vio un enorme
pájaro, que parecía un
gavilán, posarse en lo
alto del árbol y quedó
mirando para el nido,
donde el hijito piaba
desprotegido.
En la misma hora, Carla
miró para la calle y vio
un niño que estaba allí
cerca. Llamó la atención
de él diciendo:
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— ¡Chico, mira! ¡Aquel
gavilán va a coger a la
cría de pájaro que está
en aquel nido!
El chico miró para
arriba y respondió:
— ¿Y qué tengo que ver
yo con eso?...
Carla, incapaz de creer
en tamaño desinterés,
respondió:
— ¿Y se fueras tú que
estuvieras en aquella
situación? ¿Te gustaría
ser arrastrado por el
gavilán?
El chico volvió a mirar
para arriba y reconoció:
— Tienes razón. ¡Si
fuera yo, quedaría
asustado delante de
aquellos picos enormes!
¿Pero
qué podemos hacer?
El chico miró para el
árbol y vio que, del
banco cerca de ella,
podría subir en al
tronco. De ahí en
adelante era peligroso.
El árbol era muy alto y
él tendría dificultad de
subir hasta allá arriba.
En eso, recordó que
estaba con un tirachinas
en el bolsillo del
pantalón.
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Acomodado en el tronco,
cogió el tirachinas, una
piedrita en el otro
bolsillo, y estirando el
elástico, tiró.
La piedrita pasó cerca
del gavilán, que se
asustó con ella y salió
volando para lejos.
El chico descendió del
árbol, contento por
haber resuelto el
problema. Ahora la cría
no correría más riesgo,
pues el gavilán se fue.
Al descender, fue
recibido con palmas por
la niña que le agradeció
el acto de coraje: |
— ¡Gracias! ¡Tú fuiste
muy valiente! ¡Ahora el
gavilán no volverá más,
espero!
El chico rió y
respondió:
— Ahora él irá para
otros lugares y dejará
su cría en paz. ¡Pero,
dime! ¿Por qué tanta
preocupación con un
simple pajarito?
Carla pensó un poco y
explicó:
— Aprendí que todos
nosotros tenemos que ser
amigos unos de los otros
y ayudarnos en momentos
de dificultad.
— ¡Todo bien! ¡Pero es
sólo un pajarito!...
Carla miró para el chico
y respondió:
— ¡No es sólo un
pajarito! ¡Él, como
nosotros, es un ser
creado por Dios!
¡Nuestro Padre se
preocupa por todos sus
hijos! ¡Tenemos que
ponernos en el lugar del
otro para saber lo que
nos gustaría que nos
hicieran!
¡Aprendí eso con Jesús
de Nazarét!
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El niño pensó un poco y
dijo:
— Entonces, yo tendría
que pensar así: Si yo
estuviera en el lugar de
aquel pajarito, ¿qué me
gustaría que me
hicieran?
— Exactamente — concordó
Carla, sonriendo.
— ¡Ah! ¡Entendí!... ¡Hoy
aprendí una cosa más ,
¡Carla! ¡Me
gustó!...
Ellos se despidieron con
un apretón de mano, y
Carla continuó su
camino, contenta por
haber ayudado a salvar a
una cría de pájaro
MEIMEI
(Recebida por Célia X.
Camargo, em 15/09/2014.)
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