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Ano 8 - N° 391 - 30 de Noviembre de 2014

AMERICO DOMINGOS NUNES FILHO   

americonunes@terra.com.br    

Rio de Janeiro, RJ (Brasil)

 
Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org
 
 

Americo Domingos Nunes Filho

La ruptura de los velos del santuario
 
Cuando el mensaje de Cristo fue ejemplificado, los velos de la ignorancia y de la crueldad serán rasgados de arriba a abajo

 
 
En el Evangelio de Mateo, capítulo 27, versículo 51, está el relato bien significativo de la ruptura del velo del santuario que ocultaba el tabernáculo con el arca de la alianza, en el Templo de Jerusalén, producida por la acción de manos invisibles y revueltos.

Como el envoltorio era considerado sagrado, sólo era abrir una vez por año y solamente por el sumo sacerdote. Nadie más podría tocarlo, ni aún el rey; pero, seres espirituales lograron penetrar en el tabernáculo y rasgaron la cortina, por cuenta de un fenómeno, perfectamente explicado por la excelsa Doctrina Espírita, encuadrándolo como resultante de la mediumnidad de efectos físicos. Es imperioso resaltar que para que los Espíritus tengan condiciones de manifestación directa en la materia, hay necesidad de la presencia de la sustancia ectoplasmática, en el caso en pantalla hartamente externa por Jesús, en el momento glorioso de su desenlace.

Simbólicamente, el velo Parroquial representa todas las compactas barreras, edificadas en el sentido de impedir el acceso al conocimiento espiritual, al verdadero saber que libera los seres de los grilletes de la ignorancia, formados a voluntad propia por el oscurantismo religioso y científico. Pero, el Maestro resaltó que la verdad sería conocida (Juan 8:32) y, consecuentemente, la esclavitud del dogmatismo será paso a paso extinguida, haciendo libre toda la Humanidad.

El Espiritismo, como lo “Consolador prometido por Jesús”, tiene el designio de propiciar la caída de los velos de la ignorancia, a través de la diseminación de sus principios básicos bien estructurados y claramente definidos.

La pluralidad de las existencias corresponde a un concepto básico doctrinario muy importante, por cuanto la evolución, progreso continuo y armonioso de toda la Creación Divina, no podría ocurrir, en sólo una vida física.

Ejemplificó Jesús la sobrevivencia de la criatura después de la tumba, apareciendo completamente materializado
a María Magdalena

A través de la palingenesis,  el átomo primitivo puede llegar el arcángel, o sea, el principio espiritual va perfeccionándose dentro de milenios, pasando por el vegetal, por el reino animal, reino hominal, donde individualizado sigue el camino de las estrellas sin fin, hasta llegar a la condición de Espíritu puro, consciente eternamente de sí mismo, viviendo completamente la felicidad y la perfección.

Cristo probó la presencia potencial de Dios en nosotros, diciendo: “Vosotros sois dioses” (Juan 10:34) y “El Reino de Dios está dentro de vosotros” (Lucas: 17:21). Por medio de la palingenesia la reencarnación, el ser desarrolla y exterioriza potencialidades inmanentes en sí. En verdad, desde el momento de su formación cósmica, ya trae la perfección latente en sus repliegues más íntimos.

A la vez, la realidad de la pluralidad de las existencias tiene como colofón la certeza de la supervivencia de la individualidad después del fenómeno de la muerte, desde que reencarnar significa nacer nuevamente en un otro cuerpo. Quién “nace de nuevo” es el Espíritu, revestido de un envoltorio semimaterial, energético, denominado periespíritu o cuerpo espiritual.

Repudiando la fe ciega, que oscurece el pensamiento del hombre que cree sin saber y donde se cree que la suerte del Espíritu ya está sellada después del deceso físico, el Maestro abre los velos de la ignorancia, volviendo del Más Allá y revelándonos la muerte de la muerte.

Ejemplificó Jesús la certeza de la presencia de los muertos, la supervivencia de la criatura después del túmulo, apareciendo completamente materializado a Maria Magdalena y a los discípulos.

Mientras algunas de las religiones dogmáticas aún predican la localización de las almas en el Cielo, en el Purgatorio o en el Infierno, otras creen que los Espíritus quedan adormecidos a la espera de la vuelta del Maestro.

Los seres prehistóricos enterraban a sus muertos junto con sus pertenencias, porque creían en la
continuación de la vida

En consonancia con el Evangelio, se puede afirmar que no existe la cesación de la vida después de la vida. Posteriormente al fenómeno del fallecimiento de la indumentaria de carne, permanece la vida espiritual pululante y exponente.

Muchos sectores científicos famosos y conceptuados comprobaron y continúan probando la realidad de que los muertos viven, bien despiertos y activos, y que poden igualmente reencarnar, conforme investigaciones concluyentes realizadas por Charles Richet, Premio Nobel de Medicina, en 1913; William Crookes, descubridor del talio y Premio Nobel de Química (1907), una de las mayores autoridades científicas de Inglaterra en su época; el Dr. Joseph Banks  Rhine (1930), conocido como “El Padre de la Parapsicología”, de la Universidad de Duke (USA); Dra. Elizabeth Klüber-Ross, Dr. Raymond Moody; Prof. Ian Stevenson, de la Universidad de Virginia; Dr. Morris Netherton; Dra. Edith Fiore y muchos otros.

Goethe (1749-1832), famoso escritor alemán, afirmó: “Los que no esperan otra vida ya están muertos en esa”. Guerra Junqueiro (1850-1923), político, diputado, periodista, escritor, poeta, lusitano, ya decía: “Sólo el alma es inmortal: sólo esa pura esencia. Jamás se descompone o jamás se aniquila. El cuerpo es simplemente la lámpara de arcilla. El alma, he ahí la claridad". El escritor, también lusitano, Eça de Queirós (1845-1900) así se expresó: “Hay cuerpos de ahora con almas del pasado. Cuerpo es vestido. Alma es persona”. El afamado escritor y humanista francés Victor Hugo (1802-1885) aseveró que “morir no es morir, es sólo cambiarse”. Fernando Pessoa, poeta, filósofo y escritor portugués (1888-1935): “Morir es sólo no ser visto. Morir es la curva de la carretera”.

Desde que el hombre primitivo adquirió el intelecto en una de las fases de su evolución, él sabe, intuitivamente, que la muerte no interrumpe la vida. Esta preexiste al vehículo somático y permanece en el más allá de la tumba. Los seres pre-históricos enterraban a sus muertos, junto con sus pertenencias, ya que creían en la continuación de la vida después de la vida.

En la amalgama,  el ser trascendental, sufriendo el rigor de un estado vibratorio más denso, tiene la
oportunidad de crecer

Carl Gustav Jung, el afamado psicoanalista, dijo: “La plenitud de la vida exige algo más que un ser; necesita de un Espíritu, es decir, un complejo independiente superior, único capaz de llamar a la vida todas las posibilidades psíquicas que la Conciencia-Ego no podrá alcanzar por sí” (“Realidad del Alma” / Editora Losada, S.A., B. Aires).

La presencia de un cuerpo físico, con trillones de células, creado a partir de la unión del óvulo con el espermatozoide, no puede ser fruto del acaso. Sabiéndose, principalmente, que ocurre una diferenciación celular armónica, constituyendo diferentes órganos y sistemas, en un trabajo inteligente, sin participación ostensiva de la gestante. Hay, realmente, una “Energía Central Reguladora” o un “Principio Espiritual Orientador” responsable por la formación de la indumentaria somática.

La Inteligencia Extrafísica, durante el proceso de la embriogénesis, recapitula su evolución ocurrida en la serie animal (filogénesis): inicialmente el huevo recordando una ameba, después las fases comunes a los reptiles y a las aves. Una prueba segura de la existencia del ser espiritual rememorando el camino recorrido, atestándose la presencia de la Energética Extracorpórea o Espíritu, liberando todo lo que se encontraba archivado durante milenios de evolución.

En la amalgama terrestre, el ser trascendental, sufriendo el rigor de un estado vibratorio más denso, actuando como una verdadera prisión celular, tendrá la oportunidad de crecer, de poder desarrollar potencialidades y de buscar un posible perfeccionamiento en las diversas oportunidades que la reencarnación proporciona.

El Espiritismo, como el “Consolador prometido por Jesús”, igualmente proporciona el derrumbe de los velos de la crueldad, a través de la divulgación y ejemplificación de las enseñanzas morales de Jesús, claramente insertadas en su redentor Evangelio.

Los velos de la crueldad son arrancados por todos aquellos que son verdaderamente discípulos
actuales de Cristo

Cristo enseñó y vivió el amor en todos los momentos de su misión grandiosa, en la Tierra, desde el nacimiento humilde hasta la crucificación en el madero. Desmantelando los pilares de la crueldad, dejó dos mandamientos mayores: “Amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón, de toda tu alma, y de toda tu comprensión y amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 22:37-39). Conversando con sus discípulos, Jesús los exhortó al amor, diciéndoles: “Un nuevo mandamiento os doy: que os améis unos a los otros, así como os amé. En esto conocerán a todos los que sois mis discípulos…” (Juan 13: 34-35).

Refiriéndose al instante solemne de la criba de la cizaña del trigo, aludiendo a los elegidos que permanecerán en la Tierra transformada en mundo de regeneración, hizo del amor la bandera de la salvación, clamando: “Venid, benditos de mi Padre. Tomad posesión del reino que os está preparado desde la fundación del mundo, porque tuve hambre y me distéis de come; tuve sed y me distéis de beber; era forastero y me hospedasteis; estaba desnudo y me vestisteis; enfermo y me visitasteis; apresado y fuisteis a verme” (Mateo 25:34-36). El Maestro cita como salvados a los que lo sirven en la persona del prójimo. Realmente, “fuera de la caridad, no hay salvación”.

Los velos de la crueldad son arrancados por todos aquellos que son verdaderamente discípulos actuales de Cristo, ejemplificando el amor en todos los instantes de la vida.

El Consolador, que no dejará huérfana a la Humanidad (Juan 14:18), orienta que los velos de la insensibilidad sean rasgados a través del “amaos”. Al mismo tiempo la erradicación de los velos del desconocimiento por el “instruíos”.

El despedazamiento del velo Parroquial revela que, en el momento en que Cristo sea conocido verdaderamente y su mensaje de liberación sea ejemplificado, el tabernáculo de Dios, representado por la verdad que esclarece, no quedará más oculto, ya que los velos de la ignorancia y de la crueldad serán rasgados

Que la luz se haga refulgente después de la caída de los velos. 



 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita