Lisa, de seis años, hija
única, siempre pedía a
la madre que le diese un
hermanito. Echaba en
falta la compañía para
jugar y hablar. La madre
cariñosa sonría y la
cogía en brazo:
– Hija, yo quiero mucho
darte a ti un hermano,
pero eso depende de
Dios, nuestro Padre.
Cuando Él quiera
mandarnos otro hijo,
vamos a estar felices.
Por ahora, tenemos que
esperar.
– ¡Ah!... Está bien.
¡Pero que no tarde
mucho! – concordaba la
niña.
– Ahora ve a jugar,
Lisa. Mamá tiene trabajo
que hacer –, dijo la
madre abrazándola y
colocándola en el suelo.
La pequeña corrió al
patio donde hubo dejado
los juguetes con los
cuales se divertía
antes.
Más tarde, la vecina
telefoneó diciendo que
su hija, Jane, estaba en
cama, no podría salir de
casa y pedía que Lisa
fuera a jugar en su
casa.
La madre de Lisa
concordó y ella fue a
jugar con Jane. Al salir
de casa, notó a un chico
sentado en la calzada.
Era pequeño y parecía
muy triste, pero Lisa
pasó por él y entró en
el portón de la vecina.
Jugó la tarde entera con
Jane, que ya estaba
mejor. Al volver para
casa, Lisa volvió a ver
al chico, sentado en el
mismo lugar. Hablador y
alegre, Lisa se aproximó
al niño.
– ¡Hola! ¿Estás
esperando a alguien?
–preguntó ella.
– No – respondió el
chico, balanceando la
cabeza.
– ¿Entonces por qué
estuviste ahí la tarde
entera?
– Por qué no tengo para
donde ir – respondió él
con los ojos llorosos.
|
 |
Para Lisa, alguien no
tuviera para dónde ir
era una novedad.
– ¿Tú no tienes una
casa?
– No. Yo vivía con mi
madre en la calle, pero
ella se puso enferma y
fue para el hospital. Y
yo estoy solo y no tengo
para donde ir...
– Pero... ¿y tú familia?
¡¿Padre, tíos,
abuelas?!...
El niño explicó que en
algún lugar tal vez
hubiera alguien que
fuera de su familia, sin
embargo él no conocía a
nadie.
– ¿Pero por qué? Todas
las personas tienen una
familia.
– Mi madre me contó que
cuando era pequeña su
madre murió y el padre,
que bebía mucho, se fue,
abandonándola. Entonces,
mi madre salió por el
mundo, pasando a vivir
en la calle.
Los ojos de Lisa se
humedecieron. Sentía
mucha pena del chico,
pero a la vez creyó que
era la respuesta de Dios
a sus pedidos. Entonces,
decidida, agarró la mano
del niño y lo llevó para
su casa.
La madre, al verla
llegar con un chico
harapiento, extrañó, e
iba a preguntar quién
era ese niño, cuando la
hija, con los ojos
brillando de animación,
dijo:
– ¡Mamá! ¡Dios mandó a
un hermano para mí!
– ¿Como es eso, hija? –
indagó la madre,
sorprendida.
– ¡Sí, mamá! ¿Tú no
dijiste que Dios
mandaría a alguien
cuando fuese la hora?
¡Pues es! ¡Él nos mandó
este niño!... ¿No es
bueno?...
Entendiendo adónde la
hija quería llegar, la
madre la calmó y pidió
que se sentara, así como
el chico desconocido, y
comenzó a explicar:
– Hija, las cosas no son
simples así como tú
piensas. Este chico
tiene una familia. No
es... ¿cómo es tu nombre
justamente?
– Flávio, señora.
– Flávio, ¿tú tienes una
familia, no es? –
preguntó al niño.
Él le respondió contando
la historia que la madre
le hubo contado y
terminó por decir:
– Pero no se preocupe.
Siempre vivimos en la
calle, dormimos bajo
viaductos, y es lo que
yo voy a hacer. Fue su
hija que insistió para
que yo viniera con ella
hasta su casa.
El corazón de aquella
madre se llenó de
compasión por el chico,
aún tan pequeño y ya con
problemas tan grandes en
la cabecita.
– No, Flávio. Quédate
aquí con nosotros, por
lo menos por esta noche.
Mañana vamos hasta el
hospital para saber como
está tu madre. Entonces,
voy a preparar un
sandwich para nosotros,
mientras tú juegas con
Lisa.
El chico sonrió,
agradecido, por no
necesitar dejar aquella
casa tan calentita y
agradable. Cuando el
padre de Lisa llegó, fue
informado por la madre
de lo que estaba
ocurriendo. Flávio había
tomado un baño, estaba
limpio y perfumado,
cabellos peinados y con
un viejo pijama de Lisa.
Se sentía otra persona.
 |
Se sentaron en torno a
la mesa. Era el día del
Evangelio en el Hogar.
Hicieron una oración y
el padre leyó un tramo
del Evangelio, después
comentó y, enseguida,
concluyeron la reunión
con otra oración. La
madre colocó la mesa, y
ellos tomaron la cena.
Nunca en su vida Flávio
se había sentido tan
bien. Sólo lamentaba la
falta de la madrecita.
Al día siguiente, fueron
al hospital que
|
él indicó, e
informaron que
la madre de él
estaba mejor y
que
inmediatamente
podría ir para
casa. Los padres
de Lisa
intercambiaron
una mirar y
dieron la
dirección de la
casa de ellos,
para que
avisaran cuando
ella pudiera
salir. |
Así, Flávio permaneció
en la casa de Lisa y,
cuando conectaron del
hospital, fueron buscar
la madre, que extrañó
aquella gente que ella
no conocía, pero que
trataba tan bien su
pequeño Flávio.
La pareja, apreciando a
la madre de Flávio, ya
recuperada, le preguntó:
– Maria, nos gustaría
que usted se quedara
trabajando y viviendo
aquí con nosotros.
Maria aceptó la
invitación, emocionada.
Así Lisa, muy feliz,
tuvo un verdadero
hermano y compañero de
juegos. Pero ella
siempre insistía en
afirmar para quien
preguntara:
– ¡Flávio es el hermano
que yo pedí a Dios y Él
me mandó!...
MEIMEI
(Mensagem psicografada
pela médium Célia Xavier
de Camargo, em
Rolândia-PR.)
|