Roger era un chico
listo, pero pensaba lo
peor de todo lo que
veía. Las acciones de
las personas, para él,
eran siempre dirigidas
para el mal y para
perjudicar a los otros.
Así, él estaba siempre
con los ojo en todo el
mundo, fueran compañeros
de la escuela, vecinos,
amigos o personas
adultas, aún las que su
familia consideraba como
amigas.
Su madre lo alertaba
para ese comportamiento,
diciéndole que el mal
era excepción en las
personas, que gran parte
deseaba el bien para los
otros.
Cierto día, entrando en
un bosque cerca de la
casa de él, Roger notó
en Jonas, su amigo,
actitudes extrañas.
Aunque fueran amigos,
sin embargo con el
pensamiento volcado para
el mal, Roger creyó que
Jonas estaba haciendo
algo malo, pues, al
aproximarse a él, Roger
notó que él se llevó un
susto, escondió algo y
sonrió.
 |
— ¿Qué estás haciendo
tú, Jonas? — Roger
preguntó.
— ¡Nada! ¡Estaba sólo
moviendo la tierra,
buscando una bolita de
canica que perdí el otro
día! — Jonas respondió
con una sonrisa de
pillo.
— ¡Ah!... ¿Vamos a jugar?
|
— Ahora no va a ser,
Roger. Tengo que ayudar
a mi madre.
Preocupado, Roger se
fue, sin embargo notó
que Jonas continuó en el
mismo lugar, inclinado,
y pensó: “¡Él cree que
me engaña! Pero soy muy
listo. ¡Jonas se va a
ver conmigo!
Roger fue para casa,
pero no olvidaba lo que
había visto. Encontrando
a otro vecino, le contó
a él:
— Carlos, Jonas está
haciendo una cosa mala.
Creo que no podemos
confiar más en él.
— ¿Tú crees eso, Roger?
— Creo. Yo lo cogí en
una actitud sospechosa.
Él no sirve más para ser
nuestro amigo.
No tardó mucho, todo el
barrio estaba sabiendo
de la historia, es
decir, que Jonas no era
de confianza y estaba
haciendo cosas malas.
Pero alguien preguntó:
— ¿Cosas malas cómo?
¡Jonas siempre fue un
buen amigo!
— ¡No sé lo que Jonas
anda haciendo, pero es
malo! Por eso debemos
alejarnos de él.
Por su parte, molesto,
Jonas notó que nadie más
lo buscaba. Veía a los
chicos jugando con el
balón en la calle, pero,
cuando se aproximaba,
paraban de jugar e se
iban.
Cuando él llegaba cerca
de uno de los vecinos,
el otro daba una
disculpa y se alejaba.
Esa actitud de rechazo
de los amigos, sin
motivo, lo dejó muy
triste y desanimado.
Como se aproximaba el
cumpleaños de Roger, él
creyó que en la
fiestilla sería el
momento ideal de
aproximarse él a los
amigos.
Así, esperó confiado.
El día de la fiesta,
quedó esperando una
invitación del
cumpleaños, pero Roger
no le dijo nada.
Molesto, pero aun así
simpatizando mucho de
Roger, Jonas envolvió su
regalo y, cuando vio que
las personas estaban
llegando a la fiesta, se
acercó y fue allá.
Vio a Roger alegre, con
ropa nueva y cabellos
peinados, riendo con sus
amigos. Entonces Jonas
se aproximó también,
sonriente. Pero al
verlo, Roger puso la
cara seria diciendo:
— ¿Qué estás haciendo tú
aquí? No me acuerdo de
haberte invitado,
Jonas.
Sorprendido con la
acogida de aquel que
consideraba su amigo,
Jonas tartamudeó:
— Vine... a desearte...
Feliz aniversario...
Roger. No entiendo por
qué estás tratándome
así. ¡Siempre fuimos
amigos! ¡Te traje hasta
un regalo que yo mismo
hice! ¡Algo que tú
querías mucho!...
— ¿Regalo? ¿Fuiste tú
quien lo hizo? —
preguntó Roger,
interesado, abriendo
mucho los ojos al oír
hablar del regalo y ver
el paquete en las manos
de Jonas.
— ¡Sí! ¿Te acuerdas que
tú querías mucho una
casita que yo hice?
¡Entonces, yo hice una
para ti! Casi que tú la
ves, cuando yo la estaba
haciendo. ¿Te acuerdas
de aquel día que tú
llegaste de repente? Yo
estaba cogiendo
maderitas para hacer la
cobertura y tuve que
esconderla rápido, para
que tu no desconfiaras
de mi sorpresa de
cumpleaños.
Los otros chicos, sin
entender bien lo que
estaba ocurriendo,
miraban de uno para el
|
 |
otro, y vieron
que Roger rojo,
mostrándose
molesto: |
— ¿Entonces era mi
regalo de cumpleaños que
tú estabas haciendo,
Jonas?
— ¡Sí! Yo insistí en que
tú no supieras, porque
era una sorpresa.
Con lágrimas en los
ojos, Roger se aproximó
al amigo abrazándolo:
— ¡Y yo que juzgué que
tú estuviera haciendo
algo malo! Ni sé como
disculparme, Jonas. Te
pido perdón por haberte
juzgado mal.
Al oír eso, los demás
amigos percibieron que
todo fue un malentendido
y se acercaron a Jonas
para abrazarlo también.
— Nosotros también te
pedimos disculpas,
Jonas. Juzgamos que
estabas haciendo algo
malo. Por eso nos
alejamos de ti. ¿Puedes
perdonarnos?
— ¡Claro que perdono!
Gracias a Dios que ese
malentendido fue
explicado. Yo no estaba
soportando más estar
solo. ¡Finalmente yo
había perdido de una
sola vez a todos mis
amigos!
— Eso nunca más va a
ocurrir, Jonas. Bien que
mamá siempre me alertó
para no juzgar o no
pensar mal de nadie. La
culpa fue mía y vosotros
todos deberían tener
rabia contra mí — dijo
Roger, sabiendo que se
había equivocado.
— No te preocupes,
Roger. Todos nosotros
somos tus amigos y tú
sólo cometiste un error,
lo que puede ocurrir con
cualquier de nosotros.
¡Y yo ni me acuerdo más
de eso! — afirmó Jonas,
con grandeza de
espíritu.
Ellos hicieron un
círculo y se abrazaron,
reafirmando la amistad
que los unía,
satisfechos por tener
nuevamente la amistad de
Jonas, de quien ellos
gustaban mucho.
MEIMEI
(Recebida por Célia X.
de Camargo, em 5 de
janeiro de 2015.)
|