“Renovación
con
Jesús es
reconstrucción
De vida
a
beneficio
de todas
las
vidas.”
-
Eurípedes
Barsanulfo
De entre
las
muchas e
imperecederas
lecciones
aplicadas
por el
Tierno
Pegureiro
– hace
dos
milenios
– se
destaca,
sin
sombra
de duda,
de
manera
fulgurante,
la Ley
de Amor.
Los
campos
rudos de
las
Almas
solamente
serán
renovados
transmutándolos
en
tierra
fértil,
a partir
del
momento
en que
nos
decidamos
por la
adopción
incondicional
y plena
de esa
Ley
Mayor,
que es
la Ley
de la no
violencia,
de la
suavidad,
de la
blandura,
de la
serenidad,
de la
persuasión,
de la
mansedumbre,
de la
docilidad...
Esa Ley
debe
vigorizar
en todos
los
departamentos
de la
vida de
relación,
pero, en
el
ámbito
de los
trabajos
de
desobsesión,
se hace
factor
imprescindible
para
desatar
las
cadenas
que
aprisionan
verdugos
y
víctimas
entre
sí.
Según
Aulus,
toda
obsesión
tiene
cimientos
en la
reciprocidad.
La Ley
del Amor
y sus
colofones
actuarán
siempre
no sólo
como
terapéutica
eficiente
en la
ecuación
de los
pungentes
e
intrincados
dramas
obsesivos,
sino
también
como
excelente
profilaxis,
como
factor
de
higiene
espiritual.
Los
Benefactores
Espirituales,
a través
de los
libros
especializados
que
constituyen
las
obras
subsidiarias
de la
Doctrina
Espírita,
ya
demostraron
ampliamente
la
necesidad
del
comedimiento
en el
tratamiento
y
erradicación
de los
lazos
obsesivos,
donde no
se
pueden
cortar
los
doloridos
lazos de
odio de
manera
atropellada,
pero sí,
desatarlos
con el
algodón
de la
misericordia
y del
amor.
Casos de
obsesión
existen
que
atraviesan
milenios
de
interacción
psíquica
perniciosa,
extremadamente
dañina
para
ambas
partes
en
régimen
de
nefasto
litigio.
No será
de un
golpe
repentino
y
milagroso”
que
casos
tales
serán
sanados
de forma
satisfactoria.
Hay que
tener
paciencia,
aprendizaje,
perspicacia,
ciencia
y
extremado
amor…
Es
necesario
el
perfecto
conocimiento
de toda
la trama
que se
desarrolla
al sabor
de las
reuniones
hebdomadarias.
Señoreándose
de la
situación
en su
totalidad,
el
adoctrinador
llegará,
entonces,
al punto
sensible
de la
cuestión.
En el
libro
Entre la
Tierra y
el Cielo,
de la
serie
André
Luiz,
psicografiado
por
Chico
Xavier,
encontramos
un
ejemplo
típico
de una
desobsesión
realizada
en los
moldes
espíritas:
Odila,
desencarnada,
atormentaba
a
Zulmira,
encarnada.
La mujer
es
siempre
madre...
Aquel
Espíritu
atormentado
juzgó
que la
otra
hube
tomado
su
espacio
en el
corazón
de
Amaro,
además
de, por
la
negligencia
maliciosa
y
arbitraria,
haber
permitido
la
muerte
de su
hijo,
por
ahogamiento.
El odio
era, por
lo
tanto,
profundo,
total,
alimentando
gran
esfuerzo
de parte
de la
desencarnada.
En
virtud
de la
irradiación
constante
de odio
que
emanaba
de
Odila,
la salud
de
Zulmira
peligraba…
Acompañemos
el
desenlace
de la
desobsesión
registrada
a
finales
del
capítulo
veintitrés
de la
obra
citada y
observemos
el amor,
la
suavidad,
la
argumentación
dirigida
en el
cariño
con que
Clara,
la
afectuosa
Mentora,
renovó
aquel
Espíritu
atormentado
para las
claridades
de la
paz
interior
con
Jesús:
“¡No me
hables
así!” –
imprecó
la
interpelada,
con
evidentes
señales
de
angustia
– “odio
a la
infame
que nos
robó la
felicidad...”
-
“¡Odila,
reflexiona!
¿Te
olvidas
de que
la mujer
es
siempre
madre?
El
túmulo
no
restituirá
el
cuerpo
que la
tierra
consumió
y, si
deseas
recuperar
la
ternura
y la
confianza
del
compañero
que
dejaste
en la
retaguardia,
es
preciso
amarlo
con el
Espíritu.
¡Modifica
los
impulsos
del
corazón!
No
supongas
a Amaro
capaz de
quererte
trastornada
cuál te
encuentras,
entre
las
zarpas
envenenadas
del
despecho,
si
llegara,
de
repente,
hasta
nosotros...”
– “¡Ella
mató a
mi
hijo!...”
– “¿Cómo
puedes
probar
semejante
acusación?”
– “La
intrusa
le
envidiaba
la
posición
en el
cariño
de
Amaro.”
– “Sí”,
-
concordó
Clara,
afectuosa,
“admito
que
Zulmira
así se
condujera.
Es
inexperimentada
aún y la
ignorancia
mientras
nos
demoramos
en la
Tierra
puede
impedirnos
la
visión,
pero no
sería
justo,
tan
solamente
por eso,
atribuirle
la
muerte
del
pequeñito...
¡Medita!
La
verdadera
fraternidad
te
ayudará
a sentir
en
aquella
que te
sucedió
en el
hogar a
una hija
susceptible
de
recogerte
el
afecto y
la
orientación...
¡En
lugar de
forjar
una
enemiga
en el
siniestro
yunque
de la
crueldad,
edificarás
una
dedicación
noble y
leal
para
enriquecerte
la vida.
Retirando
la luz
de tu
amor de
las
llamas
combustibles
del
infierno
de los
celos en
que
padeces
por la
propia
voluntad,
serás
realmente
para el
hombre
querido
y para
la hija
que
clama
por tu
asistencia
una
inspiración
y una
bendición!...”
La
venganza
ciega
los ojos
y
congela
el
corazón
Tal vez
porque
Odila,
casi
vencida,
simplemente
llorara,
la
Mensajera
apartó
los
cabellos,
añadiendo:
– “Sé
que
sufres
igualmente
como
madre
atormentada.
Recuerda,
con
todo,
que
nuestros
hijos
pertenecen
a Dios
y, si la
muerte
cogió al
niño que
estremeces,
separándola
de los
brazos
paternales,
es que
la
Voluntad
Divina
determinó
el
alejamiento...”
La
Mensajera
le
acariciaba
la
frente,
dándonos
la
impresión
de que
la
sometía
a suaves
operaciones
magnéticas...
Tras
algunos
instantes
en que
sólo
oíamos
el
sollozo
de Odila
transformada,
la
venerable
amiga
acentuó:
– “¿Por
qué no
te
dispones
a
clarear
el
propio
camino,
a fin de
reencontrar
a tu
ángel y
abrazarlo,
de
nuevo,
en tus
brazos,
en vez
de
consagrarte
inútilmente
a la
venganza
que te
ciega
los ojos
y
congela
el
corazón?”
Clara
había
alcanzado
por
descontado
el punto
sensible
de
aquella
alma
atribulada,
porque
la
infortunada
madre,
cual
arrojara
para
fuera de
sí misma
todas
las
congojas
que le
señoreaban
los
sentimientos,
gritó,
como
fiera
estrangulada
por el
dolor: –
“¡Mi
hijo!...
¡mi
hijo!...”
Y su
llanto
convulsivo
se hizo
más
angustiado,
más
conmovedor...
La
Emisaria
del Bien
la
abrazó
fraternalmente
y, con
maternal
caricia,
le
habló:
“¡Alégrate,
hermana
querida!
¡Grande
es tu
felicidad!
¡Puedes
ayudar y
eso
representa
la
ventura
mayor!
¡Nada te
impide
de
auxiliar
al
compañero
de la
experiencia
humana,
al
alcance
de tus
manos, y
basta
una
plegaria
de amor
puro,
con el
testimonio
de tu
comprensión
y de tu
piedad,
para que
venzas
la
reducida
distancia
entre tu
sufrimiento
y el
hijito
idolatrado!...
¡Hace
veintidós
siglos
espero
por un
minuto
igual a
este
para mi
añorado
y
angustiado
corazón,
ya que
mis
amados
aún no
se
inclinaron
para
mí!...”
La voz
de Clara
parecía
mezclada
de
lágrimas
que no
llegaban
a
surgir.
Dominada
por las
vibraciones
de la
Mensajera
Celeste,
Odila se
agarró a
ella,
prosiguiendo
en
llanto
convulsivo,
mientras
la
instructora
repetía
con
desvelos
de madre:
–
“¡Vamos
hija!
¡Vamos a
la
búsqueda
de
nuestra
renovación
con
Jesús!...”
Separar
a
obsesor
y
obsesado
puede
llevar a
la
muerte
Amparándola,
Clara la
condujo
para
fuera,
pegada
al
propio
pecho.
Junto a
nosotros,
Clarêncio
informó:
“ahora
Zulmira
podrá
recuperarse.
La
adversaria
se
retiró
sin la
violencia
que le
perjudicaría
el campo
mental”.
Notemos
que el
trabajador
de las
tareas
desobsesivas
debe
reunir
las
condiciones
necesarias
para el
trabajo
a ser
realizado.
Además
de la
cualificación
exigida,
necesita
observar
el
momento
psicológico
ideal
para
desconectar
las
partes
en
litigio
dentro
del
proceso
obsesivo.
Observamos
que la
no
preparación
del
trabajador,
muchas
veces,
provoca
la
intervención
de los
Mentores
Espirituales
en el
sentido
de
retardar
el
desligamiento
de las
víctimas
del
proceso
obsesivo,
a fin de
que no
haya una
ruptura
violenta
y dañina
tanto
para el
encarnado
como
para el
desencarnado
envuelto.
En el
capítulo
tres de
la obra
citada
tenemos
la
evidente
demostración
de eso:
– Cuando
Hilário
y André
Luiz
observaron
la
acción
perniciosa
de Odila
contra
Zulmira,
instintiva
e
inocentemente,
se
acercaron
a la
Entidad
desencarnada
para
alejarla
con la
presteza
posible,
pero el
Instructor
generoso
les
detuvo
el gesto
diciendo:
– “la
violencia
no
ayuda.
Las dos
se
encuentran
conectadas
una a la
otra.
Separarlas
a la
fuerza
sería la
dilaceración
de
consecuencias
imprevisibles.
La
exasperación
de la
mujer
desencarnada
pesaría
demasiado
sobre
los
centros
cerebrales
de
Zulmira
y la
lipotimia
(1)
podría
acarrear
la
parálisis
o
incluso
la
muerte
del
cuerpo…
La
cuestión
en esta
casa
surge
realmente
susceptible...
Es
necesario
buscar
alguien
que ya
haya
almacenado
en el
alma
bastante
amor y
bastante
comprensión
para
conversar
con el
poder
creador
de la
renovación”.
La
obsesión
tiene
cimiento
en la
reciprocidad
Atendamos
ahora,
para
mayor
comprensión
del
tema, en
el
diálogo
(2)
establecido
entre el
Mentor
Aulus e
Hilário
ante
otro
caso de
terrible
obsesión,
cuando
este
pregunta,
entre
afligido
y
perplejo,
con el
drama:
– “¿Por
qué no
separar
de una
vez
verdugo
y
víctima?”
–
“Calma,
Hilário!”
-
ponderó
el
Asistente
-, “aún
no
examinamos
el
asunto
en su
estructura
básica.
Toda
obsesión
tiene
cimiento
en la
reciprocidad.
Recordemos
la
enseñanza
de
nuestro
Divino
Maestro.
No basta
arrancar
la
cizaña:
es
preciso
saber
hasta
que
punto la
raíz de
él se
entraña
con la
raíz del
trigo,
para que
no
vengamos
a chafar
uno y
otro. No
hay
dolor
sin
razón.
Atendamos,
así, a
la ley
de
cooperación,
sin el
propósito
de
anticiparnos
a la
Justicia
Divina”.
Hilário
volvió a
preguntar:
- “¿aún,
para
colaborar
em favor
de esos
hermanos
em
desesperación
será
suficiente
el
concurso
verbalista?
Responde
sabiamente
el
Mentor:
– “No
les
extendemos
simplemente
palabras,
sino por
encima
de todo
nuestro
sentimiento.
Toda
frase
articulada
con amor
es una
proyección
de
nosotros
mismos.
Por lo
tanto,
si es
incontestable
nuestra
imposibilidad
de
ofrecerles
la
liberación
prematura,
estamos
donando,
en favor
de
ellos,
nuestra
buena
voluntad,
a través
del
verbo
nacido
de
nuestros
corazones,
igualmente
necesitados
de plena
redención
con
Cristo.
Analizando
el
pasado,
al cual
todos
nos
conectamos
a través
de
recuerdos
amargos,
somos
enfermos
en
asistencia
recíproca.
No sería
lícito
que
guardemos
la
pretensión
de
labrar
sentencias
definitivas
pro o
contra
nadie,
porque,
en la
posición
en que
aún nos
hallamos,
todos
poseemos
cuentas
mayores
o
menores
a
liquidar...
Para el
cuidado
fraterno
de que
daba
testimonio,
la
enferma
y el
perseguidor
merecían
igual
cariño”.
La
Doctrina
Espírita
es
riquísima
de
variadas
enseñanzas.
Es, por
lo
tanto,
imprescindible
el
estudio
perseverante,
continuado,
sistematizado,
para que
el
trabajador
adiestrado
en las
sutilezas
y
enredos
de los
intrincados
dramas
obsesivos
pueda
realmente
actuar
de forma
digna,
equilibrada,
adecuada
y
realiza
en la
liberación
bendecida
de
verdugos
y
víctimas
y en la
definitiva
renovación
de las
almas
con
Jesús.
____________________
(2)
XAVIER,
Francisco
Cândido.
Nos
domínios
da
mediunidade.
12. ed.
Rio [de
Janeiro]:
FEB,
1983,
cap. 23.
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