¿Cuál es nuestro
mayor
adversario?
Entrevistado por
un canal de
televisión que
hace parte de la
Globosat,
conocido poeta,
refiriéndose a
sus colegas de
la actual
generación,
reveló al
reportero lo que
uno de ellos,
actualmente
radicado en
Minas Gerais, le
declaró: “Los
poetas se odian
unos a los
otros”.
La revelación no
constituye
ninguna novedad
porque algún
tiempo atrás, en
entrevista
publicada en el
periódico El
Estado de
SãoPaulo, otro
importante poeta
afirmó: “En
Brasil, que es
tan grande, los
poetas se quedan
muy aislados – y
aún hablan muy
mal unos de los
otros,
aumentando aun
así más esa
distancia.
Recientemente
estuve en
Fortaleza,
ciudad donde los
poetas pelean
entre sí, se
odian. Hay
muchos lugares
donde los poetas
de grupos
diferentes jamás
se hablan, ni
mismo se
saludan. La
circulación de
la poesía se
queda, en
consecuencia,
aún más
difícil”.
Estamos hablando
de personas que
hacen poesía y,
en muchos casos,
viven de poesía
– y no de
marginales que
cumplen pena en
algunas de
nuestra
penitenciarías!
La inferioridad
del ser humano
es algo que no
debería,
obviamente,
causarnos
sorpresa alguna,
aunque sea
difícil
entender,
excluida la
posibilidad de
la pluralidad de
las existencias,
por qué nuestro
mundo es así tan
complicado e
imperfecto.
De hecho, si la
criatura humana
surgiese en el
escenario del
mundo y aquí
viviese una
única vez, no se
comprendería por
qué Dios tendría
producido
individuos tan
problemáticos,
que sólo piensan
en sí, que no
tienen límites
en sus
ambiciones y que
buscan el suceso
a cualquier
precio, cueste
lo que cueste.
El Creador no
tiene, sin
embargo,
responsabilidad
alguna en las
tonterías, en
los fraudes, en
las maldades que
el ser humano, a
lo largo de la
historia, tiene
perpetrado. Él
nos creó
sencillos e
ignorantes, y es
justamente
delante de la
pluralidad de
las existencias
que logramos,
poco a poco,
mejorarnos,
mirando la meta
que Él señaló a
cada uno de
nosotros, o sea,
la perfección.
En la principal
obra escrita por
Allan Kardec, el
codificador de
la doctrina
espírita
escribió:
“(…) las faltas
que cometemos
tienen por
fuente primaria
la imperfección
del nuestro
propio Espíritu,
que aún no
conquistó la
superioridad
moral que un día
alcanzará, pero
que, ni por eso,
carece de libre
albedrío. La
vida corpórea le
es dada para
expurgarse de
sus
imperfecciones,
mediante las
pruebas por las
cuales pasa,
imperfecciones
que,
precisamente, lo
tornan más débil
y más accesible
a las
sugerencias de
otros Espíritus
imperfectos, que
de ellas se
aprovechan para
intentar hacerlo
sucumbir en la
lucha donde se
empeñó. Si de
esa lucha sale
vencedor, él se
eleva; si
fracasa,
permanece lo que
era, ni peor, ni
mejor. Será una
prueba que le
cumple
recomenzar,
pudiendo suceder
que a largo
tiempo gaste en
esa alternativa.
Cuanto más se
depura, tanto
más disminuyen
sus puntos
débiles y tanto
menos acceso
ofrece a los que
busquen atraerlo
para el malo. En
razón de su
elevación, le
crece la fuerza
moral, haciendo
que de él se
apartan los
malos Espíritus.
Todos los
Espíritus, más o
menos buenos,
cuando
encarnados,
constituyen la
especie humana
y, como nuestro
mundo es uno de
los menos
adelantados, en
él se cuenta
mayor número de
Espíritus malos
de que de buenos.
Tal es la razón
por que ahí
vemos tanta
perversidad.”
(El Libro de los
Espíritus, ítem
872, parte
final.)
(Negreamos.)
La información
de que hay en la
tierra mayor
número de
Espíritus malos
de que buenos
puede ser
consultada en
dos obras
siguientes:
“Viviendo
encarnados en el
Planeta casi dos
billones de
individualidades
humanas,
esclareció el
bienhechor que
más de un
billón es
constituido por
Espíritus más o
menos
civilizados o
bárbaros y que
las personas
aptas a la
espiritualidad
superior no
pasan de
seiscientos
millones,
divididas por
las varias
familias
continentales.”
(Volví, de
Hermano Jacob,
obra
psicografada por
Chico Xavier. La
información,
relativa al año
de 1948, consta
del capítulo
“Recibiendo
explicaciones”.)
(Negreamos.)
“A determinadas
horas de la
noche, tres
cuartas partes
de la población
de cada uno de
los hemisferios
de la Corteza
Terrestre se
encuentran en
las zonas de
contacto con
nosotros y el
mayor porcentaje
de esos más o
menos libertos
del cuerpo,
por la
influencia
natural del
sueño,
permanecen
detenidos en los
círculos de baja
vibración cual
éste donde nos
movemos
provisoriamente.
Por aquí, muchas
veces se forjan
dolorosos dramas
que se
desenrollan en
los campos de la
carne. Grandes
crímenes tienen
en estos sitios
las respectivas
nacientes…”
(Liberación, de
André Luiz, cap.
6, Observaciones
y novedades,
obra
psicografada por
Chico Xavier. La
región a que se
refiere el autor
es llamada, en
la terminología
espírita, de
tinieblas.)
(Negreamos.)
La explicación
de lo que leemos
en los textos
arriba tiene
relación directa
con la
naturaleza del
planeta donde
vivimos y con su
actual
destinación, que
el Espiritismo
nos revela en el
texto siguiente:
“Los Espíritus
en expiación, si
podemos
exprimirnos de
esta manera, son
exóticos en la
Tierra; ya
vivieron en
otros mundos,
donde fueron
excluidos en
consecuencia de
su obstinación
en el mal y por
haber
constituido, en
tales mundos,
causa de
perturbación
para los buenos.
Tuvieron que ser
desterrados, por
algún tiempo,
para el medio de
Espíritus más
retrasados, con
la misión de
hacer con que
estos últimos
avanzasen, pues
que llevan
consigo
inteligencias
desarrolladas y
el germen de los
conocimientos
que adquirieron.
Entonces ocurre
que los
Espíritus en
punición se
encuentran en el
seno de las
razas más
inteligentes.
Por eso mismo,
para esas razas
es que de más
rencor se
revisten los
infortunios de
la vida. Es que
hay en ellas más
sensibilidad,
siendo, por lo
tanto, más
probadas por las
contrariedades y
disgustos de lo
que las razas
primitivas, cuyo
sentido moral se
encuentra más
embotado.
La Tierra,
consiguientemente,
ofrece uno de
los tipos de
mundos
expiatorios,
cuya variedad es
infinita, pero
revelando todos,
como carácter
común, o servir
de lugar de
exilio para
Espíritus
rebeldes a la
ley de Dios.
Esos Espíritus
tienen ahí de
luchar, al mismo
tiempo, con la
perversidad de
los hombres y
con la
inclemencia de
la Naturaleza,
duplo y arduo
trabajo que
simultáneamente
desarrolla las
cualidades del
corazón y las de
la inteligencia.
Es así que Dios,
en su bondad,
hace que el
propio castigo
redunde en
provecho del
progreso del
Espíritu.”
(El Evangelio
según el
Espiritismo,
cap. III, ítem
14 hasta 15.)
Todos tenemos,
como se ve, un
arduo y largo
camino por
delante, pero
nuestro mayor
adversario somos
nosotros mismos,
o sea, el
“hombre viejo”
que reside en
nosotros, como
decía el
inolvidable
Paulo de Tarso.
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