Flavia, de nueve años de
edad, estaba sentada en
la mesa junto a sus
padres; aquel día, fue
elegida para hacer la
oración antes de
almuerzo.
La niña estaba
preocupada, sin saber
qué decir en la oración,
pues había discutido con
su amiga Cintia esa
mañana y sentía un peso
en el corazón.
Como su hija se demoraba
en hacer la oración, la
mamá la animó:
- ¡Vamos, Flavia,
estamos esperando!
Pero la niña no se
sentía en condiciones de
orar, pues se sentía en
falta con su amiga, y
dijo:
- Mamá, ¿podrías hacer
la oración por mí? ¡Yo
no puedo!
La mamá entendió que
algo había pasado y
aceptó, orando por todos
los presentes. Después,
el almuerzo transcurrió
en un clima de paz y
alegría, como siempre.
Solo Flavia no lograba
mostrar una sonrisa que
fuera capaz de iluminar
todo el ambiente.
Al terminar el almuerzo,
la mamá le pidió a su
hija que la ayudara a
ordenar la cocina, y los
demás fueron a la sala.
Pero la niña continuaba
con la expresión adusta
de quien está en
problemas, y la mamá
preguntó:
- No se te ve bien hoy,
Flavia. ¿Sucedió alguno?
Ante esa pregunta,
Flavia se puso a llorar.
La mamita trajo una
silla para su hija y se
acomodó cerca de ella,
hablando con inmenso
cariño:
- Hija, ¿me quieres
contar lo que está
pasando? ¿Tal vez yo te
pueda ayudar?
La niña se limpió las
lágrimas y respondió:
- Mamá, ayer me leíste
un pasaje del Evangelio
en el que Jesús decía
que, antes de hacer una
oración, debemos botar
todo sentimiento
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malo dentro de
nosotros, y si
tenemos algo en
contra de
alguien, debemos
buscarlo y
pedirle perdón.
¡Solo así
nuestra oración
será aceptada! |
La mamá la abrazó más
fuerte y le dijo:
- Entiendo. ¿Tienes un
problema con alguna
amiguita tuya, no?
- Es con Cintia. Nos
peleamos por una
tontería, pero ella no
me perdona. ¡Ni siquiera
habla conmigo! Estoy
triste porque me cae muy
bien.
La mamá la consoló:
- Hija mía, Jesús dijo
que, cuando tuviéramos
algo contra alguien,
antes de orar debemos
perdonar a esa persona,
pues solo así Dios,
nuestro Padre, también
perdonará nuestras
faltas. ¿Tú ya la
perdonaste?
- Creo que no, mamá. Por
eso estoy sufriendo.
- Entiendo, hija. Pero
si eso te molesta tanto,
piensa en una manera de
resolver ese problema.
¿Qué te gustaría hacer
en verdad?
- ¡Me gustaría decirle
que yo me equivoqué y
pedirle perdón!
- ¡Excelente! Entonces,
para eso, intenta
acercarte a ella
nuevamente. Ahora ve a
tu cuarto, ora y pide
ayuda a Jesús.
Flavia fue a su cuarto,
se sentó en la cama y
oró, pidiendo a Jesús
que la ayude a resolver
el problema con su
amiga. La ayuda no
demoró en llegar.
Después de la oración,
Flavia se quedó
pensando. Pensó… pensó…
Hasta que una idea
surgió en su cabecita:
¡Ya sé qué hacer! ¡Estoy
segura de que
funcionará!
La niña corrió hacia la
cocina y le pidió a su
mamá:
- Mamá, ¿hacemos ese
pastel de chocolate tan
delicioso? ¡Yo te ayudo!
La mamá aceptó y juntas
hicieron el pastel.
Cuando la mamá lo llevó
al horno, Flavia estaba
muy feliz. Ahora, solo
tenía que esperar que el
pastel se horneara.
Poco tiempo después, un
rico olor a pastel
horneado llenó toda la
casa y el vecindario.
Mientras Flavia
esperaba, golpearon a su
puerta. Era Cintia, su
amiga, que venía a
llamarla para jugar.
¡Ella nunca se resistía
al olor de ese pastel!
Flavia la abrazó con
cariño y la invitó:
- Estoy feliz de que
hayas venido, Cintia.
¿Qué tal si, antes de
jugar, comemos un pedazo
de pastel que acaba de
salir del horno?
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- ¡Ah! ¡Debe ser una
delicia, Flavia! – dijo
la vecina.
Entonces, Flavia miró a
su mamá, que la animó, y
la niña sirvió a la
visita un pedazo del
delicioso pastel de
chocolate que su mamá
había hecho.
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Hablando con Cintia,
Flavia vio que todo
estaba bien entre ellas.
Rieron y conversaron
toda la tarde. Cuando
Cintia se despidió,
Flavia la acompañó hasta
la puerta y dijo:
- Cintia, el otro día
creo que te lastimé y
quiero pedirte
disculpas. No lo hice
por maldad y…
Pero Cintia abrazó a su
amiga y movió la cabeza
diciendo:
- No hay nada que
disculpar, Flavia. Todo
está bien. Yo extrañaba
nuestras conversaciones
y nuestras risas. ¡Si
alguien tiene que pedir
disculpas, soy yo!
Entonces ambas se
abrazaron sellando un
acuerdo de paz. ¡La
amistad era más
importante que todo lo
demás!
MEIMEI
(Recibida por Célia X.
de Camargo, el
08/06/2015.)
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