A lo lejos camina
alguien. En una de las
manos una vela encendida
y en otra una lupa.
Barbas largas porque no
hubo tenido tiempo de
afeitar, ropa oliendo a
polvo porque venía de
lejos. Está cansado,
pies doliendo, rodillas
sufridas, pero continúa
su camino. ¿De dónde
está viniendo? ¿Adónde
pretende llegar? Viene
de muy lejos yo sé, en
búsqueda de su madurez.
Trabaja como los sabios
que deja para tras las
indolencias, las
fechorías los clavos
clavados en las cruces
que irguió con personas
en ellas depositadas.
Este es el hombre que
investiga. Este es el
hombre que busca su
sentido, su benefactora
paz. Hombres así son
raros. Casi nunca
aparecen para tomar un
vaso de agua que el
bueno viejito guarda en
su tina y aguarda en la
puerta de su casa al
arribar de los caminos.
Casi siempre los hombres
prefieren los
despeñaderos.
Representan la rebeldía
de Adán e insisten por
comer el fruto del
conocimiento del bien y
del mal, aún sabiendo
que el mal no es
creación divina y sí de
él, pobres guardadores
de sus quimeras.
Y allá viene nuestro
hombre de la vela y de
la lupa y allá quedan
los miles embriagados
por las adicciones de
cada hora y que se
renuevan cada día. ¿Y
por qué? ¿Por qué aún en
nuestro mundo donde
fulguran luces las
criaturas no se dan
cuenta de su inmortal
divinidad? Es sobre este
tema que pretendemos
abordar en este pequeño
ensayo. Y vamos a
iniciarlo citando la
cuestión 115 de El
Libro de los Espíritus
en que Allan Kardec
pregunta si en la
creación, unos Espíritus
fueron creados buenos y
otros malos. La
respuesta obtenida es la
de que “Dios creó a
todos los Espíritus
simples e ignorantes, o
sea, sin conocimiento.
Dio a cada uno de ellos
una misión, con el fin
de esclarecerlos y
progresivamente
conducirlo a la
perfección, por el
conocimiento de la
verdad y para
aproximarlos a él...” Es
una respuesta que ya nos
coloca como el hombre de
la vela encendida y de
la lupa. Y también de
barbas largas y oliendo
a polvo de la carretera
una vez que ella nos
informa que estamos
viniendo de muy lejos,
en el tiempo y en el
espacio.
El sábio no alimenta los
deseos
Salidos de Dios somos
todos. A camino de
vuelta para Él estamos
todos. Encontramos en el
célebre libro Tao Te
Ching, párrafo 64, lo
siguiente: “El sabio no
alimenta los deseos, no
conserva lo que es
difícil de conseguir,
aprende el no aprender,
pasa al lado de las
prácticas de la
multitud; trabaja con la
naturaleza de los
hombres, pero no actúa
sobre ellos”. Vamos a
atenernos a los versos
en que leemos que el
sabio pasa al lado de
las prácticas de la
multitud, trabaja con la
naturaleza de los
hombres, pero no actúa
sobre ellos. ¿Y por qué
criaturas así son
sabias? Bien,
intentaremos hacer un
análisis: la multitud es
casi siempre guiada por
pasiones vespertinas,
aquellas que nos inducen
a prácticas emocionales
no bien decodificadas y
que nos hacen elementos
impulsivos actuando
invariablemente con
instintos que cultivamos
los tiempos pasados. De
ahí que cuando alguien
se autodetermina una
modificación para el
conocimiento de la
plenitud, la fase
instintiva necesita ser
guardada y utilizada
sólo para los modos de
la coordinación motora y
sensorial inicial. Lo
que busca la sabiduría
está dejando para tras
un tiempo de
inseguridades,
incertidumbres, lejos de
la verdad que ilumina y
calienta. A continuación
vamos a encontrar:
“trabaja con la
naturaleza de los
hombres, pero no actúa
sobre ellos”. Sí, somos
humanos y necesitamos de
esa convivencia como nos
prescribe la cuestión
766 de El Libro de
los Espíritus que
nos enseña que Dios nos
creó para vivir en
sociedad. Pero, esta
sociedad es clasificada
donde la gran masa aún
se encuentra distante de
aquella anunciada verdad
por Jesús. De ahí que,
obedeciendo a los
dictámenes del libre
albedrío, no cabe a
nadie interferir en las
cuestiones de fuero
íntimo que no sea las
suyas. Pienso en un
sabio caminando en la
cima de una montaña y
los que no desean
seguirlo, aglutinándose
allá debajo en el valle,
luchando por un pedazo
de esto, de aquello, de
aquello otro, donde su
vana disposición
indique. “Cuando alguien
recela gobernar cómo
recela su cuerpo,
podemos confiarle el
mundo” encontramos aún
en el Tao Te Ching,
ahora en el párrafo 13.
¿Como salir del valle y
buscar la cima?
Este es el cuerpo que se
distribuye en
multidimensiones, a
partir de lo somático
hasta lo social,
nacional, continental y
planetario. Por aquí en
este planeta pocos
consiguen observar los
cuerpos de las
dimensiones
espirituales. Con
seguridad el autor de
aquel libro se refería a
los cuerpos materiales
que tanto nos atan al
mundo.
Hoy sabemos que la onda
es partícula y que
partícula es onda.
Electrones gravitan en
torno del núcleo de un
átomo y al mismo tiempo
circulan libres por el
espacio como ondas o
partículas. En el primer
caso contribuyen para la
formación de moléculas,
sustancias, sistemas y
cuerpos. Pero, en un
momento dado vuelven al
cuerpo polvo de origen y
son electrones libres.
Amit Goswami, Ph. D en
física Quántica, nos
dice en su libro el
Universo Autoconsciente:
“… ¡si yo supiese de
esto no me habría metido
en física quántica!”
Humberto Rohden,
filósofo brasileño, en
su libro: Einstein – El
Enigma del Universo, nos
dice en la pág. 86:
“Cuánto más el hombre se
aproxima a Dios, más
silencioso se vuelve,
más anónimo, más amorfo,
más incoloro”. Este tal
vez sea el sabio de la
vela encendida y de la
lupa que anda porque
viene de lejos y que no
se preocupa con el
cuerpo, por eso es buen
gobernador de los
propios pasos. “Nuestro
ego-empírico sólo conoce
los factores relativos
en el espejo ilusorio de
tiempo y espacio – Nada
sabe de la Realidad
Verdadera”, continúa
Rohden. Este es el
hombre que queda en el
valle en busca de sus
territorios efímeros.
Más adelante él dice:
“Nuestro Yo cósmico sabe
de la Realidad y la
sabiduría – pero no la
puede pensar ni decir”.
Este es el sabio que
busca la vela encendido
al encuentro con su
interior, a partir de la
intimidad de la
Naturaleza, pródiga en
lecciones.
De ahí que nos
preguntamos: ¿cómo dejar
el valle y buscar la
cima? Hay una
determinación, una
voluntad entre ellos.
Ambas deben ser
ejercidas por el
Espíritu que se cansó de
ser valle, de andar y
actuar sobre hombres
como él y busca a otros
hombres, aquellos más
maduros, más distantes
del inicio y más
próximos de la verdadera
luz.
Hay tres soles en este
mundo
La luz del neón encanta,
sin embargo es luz para
las noches, para las
cavernas, para los
lupanares, para los
juegos alegres que
entorpecen la
conciencia. Hay tres
soles en este mundo. El
primero es aquel que
surgió el primer día de
la creación: Cristo. El
segundo sol apareció el
sexto día bajo el título
de lucero y el tercer
sol está adormecido en
el interior del corazón
de la abrumadora mayoría
de los hombres que pasan
al lado de otros
hombres, sin velas
encendidas, lupas, y con
brocados y lentejuelas
adornando sus pobres y
mortales cuerpos. En los
labios la sensualidad
que invita al destierro
del sexo por el sexo. En
el mirar la ganancia, en
las manos las garras que
perfeccionan,
perfeccionándose. Y
vamos a socorrernos con
Einstein. Veamos una de
sus frases lapidarias:
“El mecanismo del
conocimiento no es
lógico e intelectual –
es una iluminación
súbita, casi un éxtasis.
Enseguida, es cierto, la
inteligencia analiza y
la experiencia confirma
la intuición. Además de
eso hay una conexión con
la imaginación”.
¡Ahora podemos comenzar
a entender la razón de
la vela y de la lupa,
del descaso con el
cuerpo y con el polvo
que se acumula en el
camino una vez que son
simplemente post! El
sabio no se construye
cuando el sol se pone un
día para resurgir en
otro día. El sabio se
construye a lo largo de
los siglos, de las
indagaciones, de las
persistencias y de la
lealtad a sí. Y este es,
invariablemente el
camino de todos
nosotros, porque trazado
por Dios, como Tao de la
Liberación propuesto
por Mark Hathaway y
Leonardo Boff en el
libro del mismo nombre.
Y ellos nos dicen en el
capítulo uno: “Si
evitáramos una
transformación profunda
podremos caer en un
futuro lleno de miseria,
pobreza y degradación
ecológica. Pero, podemos
despertar para la
urgencia y para la
radicalidad de los
cambios necesarios y
buscar el Tao de la
Liberación. Si
escogiéramos esa segunda
alternativa, entonces
tendremos una
oportunidad para
despertar la
espiritualidad colectiva
de la humanidad”. Y
podemos sustituir el
nombre Tao de la
Liberación por Camino de
la Liberación, pues este
es el sentido de la
propuesta.
Evangelizarse: ¿qué
significa eso?
Hombres simples,
comunes. Hombres sabios
que visten la túnica del
peregrino, he ahí las
opciones, los cuadros
metamórficos, los
principios de la
supervivencia y los de
la ambivalencia. ¿Con
cuál debemos quedar? Hay
los ecos de la apostasía
que nos llaman, que nos
invitan. Hay un Universo
en expansión, hay mundos
simétricos y asimétricos
que nos atraen incluso
sin percibimos. Hay un
ciclo nuevo que va
implantándose poco a
poco en la Tierra. ¿Soy
espectador o soy actor?
Buena y necesaria
pregunta. Los sabios
consolidados ya nos
dejaron sus bendecidas
lecciones. Los parias
continúan al margen y
los mandarines y
escribas escriben,
escriben, hablan, hablan
y poco dicen. Los
ejecutores legales andan
lentos un tiempo que
anda rápido. Los
gobernadores casi no
saben gobernar el propio
cuerpo. Hay un
fundamento básico:
evangelizarse.
Pero, ¿qué viene a ser
eso? ¿Ser religioso,
sacerdote, ritualista,
cultor de ídolos? Casi
siempre se hace esta
conexión cuando hablamos
de evangelizar. Son los
necios poco
acostumbrados con la
dinámica de Jesús. Esto
se caracteriza desde
muchos siglos después de
la epopeya de los
primeros seguidores del
Maestro. Aquellos sí,
sabían de lo que se
trataban las lecciones
profundas, sublimes,
consoladoras e
indicativas que vinieron
de Palestina bajo el
manto de la humildad y
de la caridad,
mostrándonos que
solamente con estos
criterios alguien
consigue hacerse
iniciado en las
transformaciones
necesarias a los avances
espirituales. La Tierra
es un gran taller de
trabajo y evolución
desde su núcleo hasta
las esferas superiores
donde soportaron
dificultades los
auxiliares directos de
Cristo. Ella forma parte
de un sistema planetario
cuyo centro es el sol
que mantiene el orden y
la dinámica de este
conjunto de acciones,
cargando consigo mil
millones de Espíritus en
búsqueda de la
perfección. De esta
forma, buscan las
enseñanzas de Jesús es
capacitarse para
adentrar a los reinos
superiores de la
conciencia por la
comprensión de las Leyes
que rigen el Universo.
¿El Espíritu reencarna
perpetuamente?
Vamos a recordar aquí lo
que anotó Juan en el
capítulo ocho, versículo
doce de su evangelio: “Y
Jesús dijo: Yo soy la
luz del mundo. Quién me
sigue no camina en las
tinieblas, pero tendrá
la luz de la vida”. Las
reflexiones en torno a
este verbo deben
profundizarse yendo al
inicio, en la formación
de la Tierra. Emmanuel
en su libro A Camino
de la Luz nos dice
de Jesús desde el
principio, controlando
las fuerzas telúricas,
moldeando el orbe,
conformando su suelo,
irguiendo montañas,
creando lagos, mares y
océanos. Bajo su austera
y sabia batuta el mundo
fue ganando forma
dejando el abismo del
inicio para el cosmo de
la belleza organizada y
reflejada en las
hierbas, árboles,
valles, laderas, picos,
flores, frutos...
¿Entonces como podemos
entender el Evangelio
como un concepto de
reglas ritualistas que
recuerdan los
sacrificios ofrecidos a
Dios, desde tiempos
inmemoriales y más aún
desde el tiempo del
Tabernáculo y del Templo
de Salomón?
Carecemos de un
conocimiento más nuevo
sobre las lecciones de
Jesús. Necesitamos
entenderlas y
cumplirlas, no para la
gloria de otros y sí
para nuestra propia
gloria en el proceso de
la aglutinación de
valores que nos
capaciten la
continuación más allá,
dejando los
divertimentos, mazmorras
e ilusiones del pasado.
Estamos encarnados en
cumplimiento de una
determinación de nuestro
proceso evolutivo. En la
cuestión 168 de El
Libro de los Espíritus
Allan Kardec indaga:
“¿El número de las
existencias corpóreas es
limitado o el Espíritu
se reencarna
perpetuamente”? “Cada
nueva existencia el
Espíritu da un paso en
la senda del progreso;
cuando se despojó de
todas las impurezas, no
necesita más de las
pruebas de la vida
corpórea”. Esta es la
respuesta de los
Espíritus. Confortadora
esta respuesta, pues que
nos da como premisa la
perfección gradual que
vamos alcanzando. Ahora,
si alguien está
progresando para la
perfección, claro queda
que necesita entender
las Leyes y normas que
rigen los dominios de la
perfección.
Seguir para Dios, he ahí
una antigua invitación
He ahí la necesidad de
estudiar, entender y
seguir el evangelio de
Jesús que representa su
conocimiento, su verdad,
su voluntad y sus
designios a aquellos que
Dios colocó bajo su
tutela en este Planeta.
¡Seguir para Dios!
Cuántos a lo largo de
los milenios y de los
siglos nos han hecho
esta invitación y que
quedó en la apostasía,
pero que resurgen como
ecos del Padre en
búsqueda de sus amados
hijos, muchos de ellos
aún perdidos en los
valles de las maldades,
principalmente para
consigo mismos. “Todo en
el mundo tiene un
origen, ese origen es la
`madre suprema’. Conocer
la madre es conocer al
hijo. Quién conoce al
hijo regresa a la madre.
No correrá más peligro.”
¿La cual hijo el autor
del Tao Te Ching se
refiere en su párrafo
57? Ciertamente, a
Jesús, el Cristo
Planetario. Todos los
Profetas del Antiguo
Testamento en sus
visiones mediúmnicas
registraron las
invitaciones de los
planos espirituales al
hombre aún unido a la
materia a buscar algo
más allá, a buscar el
Malkuta, como ellos
decían.
¿Y qué es Malkuta?
Simple: El Reino de los
Cielos. Ocurre que el
Malkuta está en nosotros
como semilla pequeñita
que necesita crecer.
“¡Ponte en pie!
Levántate y resplandece,
por cuanto tu Luz es
llegada, y la Gloria de
Yahweh raya sobre ti”.
Isaías 60-1. “Despierta,
oh tú que duermes,
levántate de entre los
muertos y Cristo
resplandecerá sobre tu
persona”. Pablo a los
Efesios 5-14. “Si no
oprimierais al
extranjero, y al
huérfano, y a la viuda,
ni derramáis sangre
inocente en este lugar,
ni andáis después de
otros dioses para
vuestro propio mal, Yo
os haré habitar en este
lugar, en la tierra que
di a vuestros padres,
desde los
tiempos antiguos y para
siempre”. Jeremías
7:6,7. “Convertíos, y
desviad vuestros rostros
de todas vuestras
abominaciones”. Ezequiel
14:6. Y en nos alerta
Zaratustra desde la
antigua Persia a
mediados del Siglo VII
a.C. “Aquel que dice una
palabra injusta puede
engañar a su semejante,
pero no engañará a
Dios.”
La felicidad es un
estado de conciencia
¡Cuántos mensajes que
vinieron de los planos
espirituales están
olvidados de entre
nosotros! Los profetas
iniciaron sus
predicaciones casi mil
años antes de Jesús y
desde aquella época
buscaron envolvernos a
un tiempo mejor, sin
guerras, conflictos,
muertes.
Aquí queda esa
reflexión, aquí dejamos
esos recuerdos para que
retornen a nuestro
consciente, pues, con
toda certeza, todos
seremos invitados desde
pronto a trillar los
justos caminos de las
Leyes Divinas y
Universales, pero
preferimos crear
nuestras propias y a
ellas somos enteramente
fieles hasta el día del
dolor. Pero, no
necesitamos más del
dolor de la expiación.
Allan Kardec en su libro
El Cielo y el
Infierno nos habla
del arrepentimiento, de
la expiación y de la
reparación a los errores
cometidos. El no hacer
estas recomendaciones es
que ha causado tantos
disturbios sociales y
psicológicos en los
individuos de este
tiempo. Recordemos
siempre que somos hijos
creados y bendecidos por
Dios y no parias al
margen de civilizaciones
gloriosas que viven en
orbes felices. También
podemos ser, pues que la
felicidad es un estado
de conciencia
conquistado. Irgamos,
por eso y caminemos. Hay
mucho que hacer,
aprender, crecer y
vivir. La materia y los
bienes que ella produce
habrán de hacerse polvo
que dará origen a otros
bienes. El poder y la
ganancia serán
revertidos en el poder
de co-crear con Dios
dentro de los objetivos
supremos de llegar a la
divinidad que está
latente en nosotros. La
sensualidad será
transformada en la
creación virtuosa de
beneficios mutuos. Las
adicciones desaparecerán
y los hábitos
distinguidos nos
llevarán al santuario
sagrado que todos
tenemos como habitación
de Dios en nosotros.
Guerras y disensiones.
Penurias y migajas no
sobrevivirán al hombre
héroe de sí del
porvenir. Y como nos
dice el filósofo alemán
Hegel: “En sí – fuera de
sí y en retorno a sí”.
Y, cada retorno trayendo
lleno el cáliz
bienaventurado de nuevas
bendiciones y
conquistas. ¿Y quién
sabe, si no seremos el
hombre de barbas largas,
ropa oliendo a polvo y
en las manos la vela
encendida y la lupa?