Cristo
ejemplificó
la
caridad
e hizo
del amor
en
acción
al
semejante
un
impositivo
mayor
para que
la
felicidad
se
establezca.
En una
conocida
parábola,
el
Maestro
Jesús
alude a
los
elegidos,
los
salvados,
como
aquellos
que lo
siguen
en la
persona
del
prójimo,
no
haciendo
referencia
a
ninguna
creencia
religiosa,
ni aún a
su
sacrificio
en la
cruz:
“...Venid,
benditos
de mi
Padre,
poseed
por
herencia
el reino
que os
está
preparado
desde la
fundación
del
mundo;
Porque
tuve
hambre,
y me
disteis
de
comer;
tuve
sed, y
me
disteis
de
beber;
era
extranjero,
y me
hospedasteis;
Estaba
desnudo,
y me
vestisteis;
enfermé,
y me
visitasteis;
estuve
en la
prisión,
y fuiste
a verme.
Entonces
los
justos
le
respondieron,
diciendo:
Señor,
¿cuándo
te vimos
con
hambre,
y te
dimos de
comer?
¿o con
sed, y
te dimos
de
beber?
¿Y
cuándo
te vimos
extranjero,
y te
hospedamos?
¿o
desnudo,
y te
vestimos?
¿Y
cuándo
te
venimos
enfermo,
o en la
prisión,
y fuimos
a
verte?"
(Mateo
25:34-40.)
Es
imperioso
que el
cristiano
verdadero,
sincero
y
actuante,
cualquiera
que sea
la
creencia
religiosa
que
profese,
busque
esforzarse
para
dominar
sus
inclinaciones
inferiores,
deje de
preocuparse
excesivamente
consigo
mismo y
pase a
observar
al
prójimo
que está
a su
lado y
considerarlo
como un
hermano,
certificándose
de que
el Padre
lo ama
incesantemente,
así como
a todos
sus
hijos.
De una
manera
general,
el ser,
viviendo
en una
sociedad
capitalista
de
consumo
predominante,
en todo
momento
está
excesivamente
sumergido
en un
egoísmo
avasallador.
Muchos
infantes
se
encuentran
completamente
desamparados
Como es
confortante
y
saludable
que el
individuo
se
desapegue
paulatinamente
de la
atracción
intensa
que la
materia
le
proporciona
y
comience
a
observar
al
hermano
que
camina
junto a
sí, en
la
presente
reencarnación,
y que se
presenta
pasando
por la
fase
difícil
de la
prueba o
expiación,
en una o
más
condiciones
de las
apuntadas
por el
amoroso
Cristo
en el
“Sermón
Profético”.
Especificando
la
enseñanza
críptica
de ser
abrigado
en un
hogar y
en el
corazón
el
forastero,
se puede
acordar
la
magnánima
acción
de
adopción
de
menores.
Como es
importante
que sean
abiertos
los
brazos y
el
corazón
para
recoger
los
niños
sin
perspectivas
dignas y
humanas,
para los
días
futuros,
sin
educación
decente
y
destituidos
de los
cuidados
de
higiene
y de
salud.
Gran
número
de
infantes
se
encuentra
echados
en las
calles
completamente
desamparado,
lejos
del seno
familiar,
entregado
a las
adicciones
y a la
delincuencia.
Uno de
los más
tristes
días
vividos
por mí
fue la
observación,
pasando
con el
coche,
de
muchos
niños,
en la
periferia
de una
comunidad
carioca,
amontonados
en las
calzadas,
bajo el
yugo del
crack,
un tipo
de base
libre de
la
cocaína,
consumido
a través
de una
cachimba
de
vidrio,
la cual
contiene,
en su
interior,
la droga
en
piedra.
Con el
calentamiento
del
instrumento
por
debajo,
es
producido
un vapor
o humo,
aspirado
por el
infeliz
usuario,
para
dentro
de los
pulmones
y
absorbido,
penetrando
rápidamente
en la
corriente
sanguínea.
Llegando
al
cerebro,
actúa
sobre la
dopamina,
un
neurotransmisor
envuelto
en las
respuestas
del
cuerpo
al
placer.
Efectos
dañinos
al
organismo
ocurren,
principalmente
al
corazón,
con gran
posibilidad
de éxito
letal
por
infarto
del
miocárdico.
Puede,
igualmente,
el
vicioso
presentar
problemas
respiratorios
graves y
desencarnar
por
parada
respiratoria,
como
también
ser
acometido
de
derrames,
debido
al
aumento
súbito
de la
presión
arterial,
más allá
de
problemas
mentales
y
gastrointestinales
serios.
Los
menores
abandonados
necesitan
de
amparo
Muy
desanimada
también
la
observación,
en las
calles,
de
menores
infractores,
constituyendo
banda de
ladrones,
asaltando,
haciendo
uso de
intensa
violencia,
llegando
hasta el
punto de
herir y
asesinar
a sus
víctimas.
Todo eso
como
consecuencia
del
desestímulo
al
estado
de
justicia
social,
principalmente
impidiendo
el
acceso a
la
cultura,
a la
salud y
a la
vida
digna,
siendo
dada
prioridad
a la
adopción
de leyes
penales
severas,
intentando
tratar
el
efecto,
pero
despreciando
fundamentalmente
las
causas
de la
violencia.
Es más
cómodo y
fácil
encarcelar
que
actuar
profilácticamente.
En vez
de
preparar
previamente
al
individuo
en el
camino
del bien
por la
educación,
es más
fácil
después
prenderlo,
alejándolo
de la
sociedad
y,
consecuentemente,
dándole
la
oportunidad
de
hacerse
peor,
cursando
la
escuela
del
crimen
junto
con los
otros
presos.
El
añorado
sociólogo
Betinho,
con
mucha
lucidez,
enunció
el
siguiente
pensamiento:
“Si no
veo en
el niño
un niño,
es
porque
alguien
lo
violentó
antes; y
lo que
veo es
lo que
sobró de
todo lo
que le
fue
quitado”.
Por lo
tanto,
gobernantes
íntegros
son los
que se
preocupan
con el
bienestar
de la
población,
extremando
esfuerzos
para que
los más
necesitados
tengan
acceso
al
mínimo
básico a
su
supervivencia,
principalmente
a la
vivienda,
a la
educación
y a la
salud de
calidad.
Los
menores
abandonados
necesitan
urgentemente
de ser
reintegrados
a sus
hogares
o
asentados
en
familias
sustitutas,
provisoriamente
o
definitivamente,
dando
cumplimiento
a la
exhortación
críptica
que nos
pide
acoger
al
forastero,
en la
intimidad
del
hogar y
del
corazón,
a través
del
proceso
de
adopción
de
menores.
La
adopción
de un
niño
necesitado
es un
acto
grandioso
El acto
grandioso
de dar
una
familia
a un ser
infantil
desprovisto
de hogar
constituye
ejemplificación
de las
más
sublimes
de amor
inconmensurable
al
prójimo,
un acto
esencialmente
evangélico,
de
elevado
cuño
moral y
espiritual.
Como
sería
importante
que los
adeptos
espíritas,
como
artífices
de la
presencia
del
Consolador
prometido
por
Jesús,
estimularan
y
practicaran
el acto
de la
adopción,
principalmente
sabiendo
cómo es
importante
y
esencial
el
proceso
bendecido
del
“nacer
de
nuevo”,
cuando
el ser
reencarnante
adquiere
oportunidades
valiosas
de
crecimiento
espiritual,
pudiendo
alcanzar
avance y
progreso.
Los
Benefactores
de la
Dimensión
Extrafísica,
recordando
la
utilidad
del
periodo
de la
infancia
en el
desarrollo
espiritual
del ser,
informan
que “los
Espíritus
sólo
entran
en la
vida
corporal
para
perfeccionarse,
para
mejorar.
La
delicadeza
de la
edad
infantil
los hace
blandos,
accesibles
a los
consejos
de la
experiencia
y de los
que
deban
hacerlos
progresar.
En esa
fase es
que se
les
puede
reformar
el
carácter
y
reprimir
las
malas
inclinaciones.
Tal el
deber
que Dios
impuso a
los
padres,
misión
sagrada
de que
tendrán
que dar
cuenta”.
“Así,
por lo
tanto,
la
infancia
es no
sólo
útil,
necesaria,
indispensable,
sino
también
consecuencia
natural
de las
leyes
que Dios
estableció
y que
rigen el
Universo.”
(Pregunta
385 de
“El
Libro de
los
Espíritus”.)
Importante
resaltar
que los
Espíritus
aún no
esclarecidos
tienen
la
ocasión
de la
reeducación
espiritual,
al
reencarnar
en
mundos
de
pruebas
y
expiaciones,
como la
Tierra,
recibiendo,
en la
fase de
infancia,
al lado
de mucho
cariño,
atención
y amor,
los
buenos
ejemplos
de
aquellos
incumbidos
de
enseñarlos.
Su
primera
década
de vida
corporal
es muy
importante
para que
consigan
granjear
algún
progreso
espiritual,
principalmente
la
reforma
del
carácter,
de
absorber
la
represión
de las
malas
tendencias,
de la
mala
índole.
Es
importante
dar al
niño una
asistencia
eficaz
Cuando
pasan
por la
infancia
los
seres
imperfectos,
sin la
oferta
de la
instrucción
provenida
de amor,
refractarios
a
cualquier
cambio
de su
comportamiento
áspero e
intratable,
revelan
sus
imperfecciones,
asociándose
a los
tóxicos
y a la
criminalidad.
Infelizmente,
por no
haber
recibido
la
necesaria
asistencia,
amorosa
y
fraterna,
exigen
entonces
la
acción
de un
sistema
socioeducativo
eficaz.
Como eso
no
ocurre,
acaban
siendo
encarcelados;
pero el
sistema
penitenciario
no
cumple
su
importante
papel de
reinserción
y
reeducación
de los
menores
infractores,
imposibilitando,
de ese
modo, la
reintegración
de esos
jóvenes
en la
sociedad.
La
Doctrina
Espírita
enseña
que los
seres
aún no
esclarecidos
reencarnan
albergando
malas
tendencias,
pudiendo
incluso
hacerse
artífices
de la
violencia.
Es
imperativo,
pues,
que
reciban,
en la
infancia,
asistencia
educativa
eficaz
en el
hogar,
como
igualmente
los
derechos
fundamentales
de vida
digna,
los
cuales,
cuando
son
denegados,
facilitan
la
eclosión
de la
crueldad
y el
envolvimiento
con el
crimen.
La
Doctrina
Espírita
es
esencialmente
pedagógica
y busca
principalmente
la
evolución
del
hombre,
educándolo,
para
que, en
esta
bendecida
escuela
que es
la
Tierra,
pueda él
exteriorizar,
paulatinamente,
las
potencialidades
inmanentes,
granjeadas
del
Padre
Amado,
en el
momento
de su
formación
cósmica.
Esencial
es, por
lo
tanto,
que el
espírita
tenga
siempre
en mente
la
voluntad
férrea
de
ayudar y
amparar
a los
infantes,
trabajando
con
vigor
para que
los
niños
abandonados
en las
calles,
huérfanos
de
padres
vivos o
desencarnados,
reciban
la
oportunidad
de la
obtención
de un
hogar
fraterno,
donde
recojan
los
beneficios
de la
conquista
de las
cualidades
buenas,
de la
firmeza
y
coherencia
de
actitudes,
siendo
preparados
para los
embates
de la
vida,
seguros
de sí.
La
salvación
dice
Jesús,
se
procesa
a través
del amor
en
acción
¡Cómo
sería
importante
que
todos
los
seres
infantiles
recibieran
las
enseñanzas
del
Evangelio
y fueran
canalizados
para la
práctica
de la
fraternidad,
buscando
doblegar
el
egoísmo
destructor,
causante
de todos
los
males e
injusticias
sociales!
Que el
Maestro
Jesús
ampare e
ilumine
siempre
a todos
los que
se
dedican
a la
educación
de los
infantes,
en las
escuelas
o en sus
propios
hogares,
enseñando
la
mejoría
espiritual
de
hermanos
aún
situados
en
rangos
evolutivos
inferiores.
El
Cristo
nos
afirmo
que la
salvación
se
procesa
a través
del amor
en
acción,
diciendo
a los
llamados
elegidos:
“…era
forastero
y me
hospedasteis…”
(Mateo
25:35).
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