Primero la luz;
enseguida los
pasos
Opiniones
divergentes
acerca de
determinado
contenido se
encuentran en
las variadas
actividades
humanas. No es
de sorprenderse,
una vez que el
nivel de
desarrollo
espiritual entre
las personas es
casi imposible
de computar,
originando, así,
tantas
interpretaciones.
A medida que el
desarrollo es
alcanzado, la
coherencia
también se
expande. De esta
manera, una
solución, a fin
de atenuar esa
notable
diversidad de
opiniones y
aproximarla de
un resultado más
satisfactorio,
solamente
lograremos a
través del
estudio
profundizado.
No se torna un
excelente
profesional
aquél que no se
dedica a su
oficio ni se
interesa por él.
Igualmente
ocurre en el
campo espírita y
es por eso que
el estudio y el
perfeccionamiento
se hacen
necesarios en
esa mies.
La
responsabilidad
por parte de los
que escriben o
hablan sobre la
Doctrina
Espírita y,
consecuentemente,
de los que hacen
parte de la
directiva de las
Casas Espíritas
es, sin duda,
muy expresiva,
pues además de
ellos dar
continuidad a
esa primorosa e
imprescindible
labor,
constantemente,
personas recién
llegadas al
Espiritismo
están atentas y
muy receptivas a
la opinión y a
la enseñanza que
nos son
transmitidas. Es
fácil, pues,
comprender que
divergencias en
los dictámenes
presentados
causan enorme
confusión en los
iniciantes, que,
como es natural,
aún se
encuentran
desprovistos del
conocimiento
espírita.
Muy bien, en una
habitación
oscura poco se
puede hacer,
pero cuando la
luz es encendida
todo se puede
averiguar,
analizar y tanto
realizarse.
Ocurre de la
misma manera con
la comprensión
de la doctrina.
La comprensión
es la luz; el
desconocimiento,
la oscuridad.
Cuando se
despiertan la
curiosidad
intelectual y el
gusto por el
estudio del
Espiritismo,
seguramente que
la centella
encarnada pasa a
interesarse por
la verdadera
vida y a querer
saber más sobre
ella, pues se
torna capaz de
formular sus
propias
conclusiones,
sin tener que
aceptar la
primera
argumentación
que les aparezca
delante.
Es, pues,
indispensable
que las Casas
Espíritas
instituyan
cursos de la
doctrina que no
sean sólo
informativos,
pero que llamen
en los
participantes el
cuestionamiento
y el pensamiento
lógico que les
den sustentación
para que quieran
perfeccionarse.
Obviamente, para
que los cursos
sean provechosos,
sus instructores
deben ser
capacitados y el
material
utilizado –
los libros, las
obras – debe ser
sometido a un
análisis
crítico, pues
incontables son
los títulos en
el mercado, pero
un número
reducidísimo de
obras es que se
puede confiar.
Si la vida es
continuo
movimiento y
evolución,
también en una
Casa Espírita se
debe estimular
el desarrollo
basado en los
principios
espíritas sin
condicionamientos
de
interpretación.
Aun debido a los
nuevos tiempos,
internet se
tornó una
herramienta
incuestionable
de diseminación
de la doctrina;
mucho estudio e
información son
accesibles con
un clic.
La doctrina
Espírita nos
vino para
iluminar el
camino para una
nueva vida
trayendo los
valores reales
para el progreso.
El hombre,
centella falible,
pero perfectible,
quiere
evidentemente
progresar;
medios no faltan.
Las Casas
Espíritas, por
su vez, poseen
gran
responsabilidad
en el desarrollo
de encarnados y
desencarnados.
Sin embargo,
desarrollo sólo
existe en tiempo
y local en los
cuales no se
presente el
comportamiento
sectario.
Fanatismo, como
sabemos, jamás
produce algo
bueno.
Delante de eso,
no es difícil
concluir que el
estudio y la
discusión
doctrinaria, sin
la necesaria
apertura para
nuevas
explanaciones
fundamentadas en
seguras y
confiables
enseñanzas, no
nos darán el
estímulo de que
necesitamos para
la expansión del
conocimiento y
adquisición de
la sabiduría. Al
final, los
espíritas no
ignoran que,
según conocida
lección de
Emmanuel, la
sabiduría es una
de las alas con
que el alma se
elevará para la
perfección
infinita.
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