Eran compañeros de clase
en la escuela, pero
Toñito no le gustaba
mucho a Carlos.
Toñito era un niño de
una familia pobre, vivía
en un barrio lejos y su
casa era muy simple.
Carlos era rico, vestía
ropa fina, bellos
zapatos brillantes, y su
merienda era siempre
mejor que la de los
otros niños.
Por eso, Toñito no lo
estimaba, creyendo que
el era orgulloso y
distante. De esta manera
sentía mucha envidia de
él.
Un día, por casualidad,
ambos llegaron a la
escuela más temprano.
Los otros compañeros
todavía no estaban allí
y Toñito, no teniendo
con quien hablar, se
acercó a Carlos, que le
dirigió una sonrisa muy
tierna. Hablando, Toñito
percibió que Carlos
hasta que era un chico
amable. Curioso, le
preguntó:
- ¿Por qué siempre estás
solo en el patio, lejos
de otros amigos?
- Porque yo soy muy
tímido – respondió
Carlos.
- ¿Tímido? ¡…yo creía
que fueras orgulloso, y
por eso no querías jugar
con nosotros!...
|
 |
Ellos se quedaron amigos
y Carlos lo invitó para
pasar un día en su casa.
Él, que era pobre y
tenía muchas ganas de
conocer la casa de su
amigo, aceptó satisfecho.
En el día combinado, el
conductor llegó para
recogerlo en la escuela
en un coche muy bonito y
reluciente. Al hundirse
en los asientos blandos,
el muchacho prendió la
respiración. Estaba
eufórico.
Al acercarse a la enorme
mansión, Toñito no podía
contener su entusiasmo.
Llegaron. De sorpresa en
sorpresa, Toñito al
recurrir la enorme
propiedad se interesaba
por todo que veía.
-
¡ Huy! ¡Tú debes ser muy
feliz aquí, Carlos!
Pero el muchacho
respondió con un aire
muy triste:
-
No, yo no soy feliz.
-
¿Por qué? Toñito
tartamudeó, sin
entender. ¡Tú tienes
todo, no te falta nada.
Incluso tienes una
piscina y puedes nadar
cuando quieras!
-
No, no puedo. Tengo
bronquitis y tengo miedo
de constiparme. Pero, si
tú quieres nadar, te
quedes a voluntad.
-
Pero tú puedes comprar
lo que quieras, tomar
enormes helados.
|
 |
 |
-
Tú te engañas. Sufro
amigdalitis constante y
no bebo nada que esté
muy frío.
-
Pero tú puedes chupar
caramelos, dulces y
pasteles rellenos…
|
-
Yo soy diabético y no
puedo comer dulce –
Carlos dijo, suspirando.
Con terrible espanto,
Toñito estaba buscando
algo para alegrar a su
amigo:
-
Pero… tú tienes esta
casa enorme, lujosa.
Sólo para vivir aquí me
quedaría satisfecho,
Carlos.
El otro respondió con
una sonrisa triste:
-
La casa es enorme,
lujosa, vacía y … Aquí
sólo vivimos mi padre y
yo. Mi madre murió
cuando yo era pequeño y
yo la extraño muchísimo.
De sorpresa en sorpresa,
Toñito fue dándose
cuenta de cómo, a
menudo, las cosas son
muy diferentes de lo que
imaginamos.
Se despidió de Carlos en
el final de la tarde.
Fue con lágrimas en los
ojos que llegó a su
casa. Aquella casita tan
simple ahora le parecía
con otros colores. Él la
encontró hasta más
hermosa, con flores en
el jardín y con cortinas
en las ventanas.
La madre vino a su
encuentro y fue con gran
afecto que él la abrazó,
conmovido. Toñito le
relató la lección que
había recibido en aquel
día, y como había
juzgado mal a un amigo
por las apariencias y
como había sido tan
celoso de él,
concluyendo:
-
¡Ah, mamá! Ahora me doy
cuenta de que la riqueza
no es todo en la vida y
que hay cosas mucho más
importantes. Me gustaría
mucho ayudar a mi amigo
Carlos, pero no sé de
que manera.
-
Sí, hijo mío. Haremos
todo lo que esté a
nuestro alcance para
hacer la vida de su
amigo más feliz. Tú
puedes contar conmigo.
La buena señora hizo una
pausa, como si estuviera
a meditar y sugirió:
-
Podemos empezar, mi hijo,
diciéndole acerca de la
inmortalidad del alma.
Como espiritas, podemos
darle consuelo y
esperanzas, explicándole
que la mamá que él ama
tanto está viva y sigue
amándole y protegiéndole,
donde quiera que ella se
encuentre. Y que algún
día, a través de la
bondad divina, ellos
podrán reunirse.
Toñito, mirando la madre
exclamó:
-
Sí mamá. ¿Cómo no pensé
en eso antes? Carlos se
quedará muy contento,
estoy seguro, y él
pasará a ver la vida de
otra manera.
Y, suspirando, Toñito
agregó:
- ¡Cómo soy
feliz! Yo, que creía no
tener nada, tengo todo
de que necesito.
Tia Célia
|