WEB

BUSCA NO SITE

Edição Atual Edições Anteriores Adicione aos Favoritos Defina como página inicial

Indique para um amigo


O Evangelho com
busca aleatória

Capa desta edição
Biblioteca Virtual
 
Biografias
 
Filmes
Livros Espíritas em Português Libros Espíritas en Español  Spiritist Books in English    
Mensagens na voz
de Chico Xavier
Programação da
TV Espírita on-line
Rádio Espírita
On-line
Jornal
O Imortal
Estudos
Espíritas
Vocabulário
Espírita
Efemérides
do Espiritismo
Esperanto
sem mestre
Divaldo Franco
Site oficial
Raul Teixeira
Site oficial
Conselho
Espírita
Internacional
Federação
Espírita
Brasileira
Federação
Espírita
do Paraná
Associação de
Magistrados
Espíritas
Associação
Médico-Espírita
do Brasil
Associação de
Psicólogos
Espíritas
Cruzada dos
Militares
Espíritas
Outros
Links de sites
Espíritas
Esclareça
suas dúvidas
Quem somos
Fale Conosco

Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 5 255 – 8 de Abril de 2012

 
                                                            
Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org

 

La reunión de los animales

 

En cierta ocasión, en un bonito bosque, los animales estaban preocupados con su futuro y se reunían para charlar. Las aves volaban por el cielo, vieron lo que estaba ocurriendo y después vinieron a contarlo.

Decía un papagayo:

— ¡Creedlo! ¡En el bosque hay muchos lugares con fuego!

— ¡Pero no es sólo  eso! Hay lugares en que los hombres están derrumbando los árboles. ¡Después de colocar la madera en grandes camiones, ellos hacen fuego en el terreno! — un tucán añadió.

— ¡Qué horror! — exclamaban los animales

aterrorizados, oyendo con tristeza.

— ¡El humo invade todo y muchos mueren sofocados! Las aves y los animales están desesperados. ¡Desalojados, vinieron para acá a buscar ayuda!... — el mono completó, acomodado en una rama.

El león, rey de la selva, quedó pensando. Después preguntó:

— ¿Alguien tiene alguna sugerencia para resolver esta grave situación, que coloca en riesgo nuestras casas y la vida de la selva?

La tortuga levantó la patita y sugirió:

— ¡Sugiero que el elefante llene su trompa con

agua y la tire sobre el fuego para apagarlo!  

— ¡No digas tonterías! Incluso con una trompa grande, ¿cómo hacer para llenarla de nuevo? ¡Mientras voy hasta el río y vuelvo, el fuego se extenderá en todo! Además de eso, no soluciona la cuestión del desmantelamiento — el elefante respondió.

Todos estuvieron de acuerdo. El venado arriesgo una suposición:

— ¿Y si fuésemos hasta allí para charlar con los hombres y explicar la situación?

— Ellos nos matarían para vender nuestra piel — replicó el leopardo, lamiendo el pelo.

Cada uno dio una idea diferente, siempre rechazada por los demás. Desanimados, estaban ya al final de la reunión, cuando el búho, que había permanecido callada, habló:

— Yo sé como resolver esos problemas.

— ¿Sabes? — Preguntó el león, interesado — ¡Pues entonces dilo! ¿Cual es la solución?

La coruja, que es muy sabida, sacó el pecho y dijo:

— Pues bien. Si fuerais vosotros los que estuvieran practicando esos crímenes, ¿qué podría haceros parar? ¿Cuál sería el argumento más fuerte?

Los animales se callaron, pensando en la respuesta. Finalmente, tuvieron que confesar ignorancia.

— ¡Diga luego, doña búho! ¿Quiere matarnos de aflicción?... — rugió el león.
 

El búho abrió aún más los ojos, hizo una pose y respondió:

— ¡Es simple! Cada uno de nosotros preserva con mucho amor a su familia, defendiéndola de todos los peligros y deseando lo mejor para ella, ¿no es?

— ¡Sí! ¡Eso nosotros ya lo sabemos! ¿Pero cual es la conexión con nuestra cuestión de supervivencia? ¡Finalmente, los hombres van a acabar llegando hasta nosotros! — replicó el león, preocupado.

— ¿No lo notáis? ¡Si protegemos nuestra familia, ellos también protegen las familias de ellos! Si consiguiéramos que los niños, que son más sensibles, nos defiendan, mostrando la importancia de la preservación de la selva para la vida de todos, habremos resuelto el problema de la destrucción. ¡Basta saber quién va a hablar con los hijos de ellos!

— ¡Eso mismo! ¡Tiene razón! ¡Viva el búho!... — gritaban todos en algazara.

Sabían donde encontrarlos. Los hombres residían en villas próximas a la región del desmantelamiento. Los ojos del león brillaron. Los demás bichos también quedaron más alegres. El rey de los animales indagó quienes irían a hablar con los niños. 

— ¡El papagayo, ya que es el único que habla la lengua de ellos! – sugirió el búho.

Así resuelto, el papagayo, como embajador de los animales, levantó vuelo y fue hasta la villa. Llegando allá, encontró a los niños jugueteando. Les contó sobre lo que estaba ocurriendo con los animales, les habló sobre la destrucción de la selva, el incendio que se extendía por todos lados, amenazando la vida de todos los habitantes de la selva. Y concluyó:

— Cuando los hombres destruyan toda la selva, no habrá más vida: todos los animales, pájaros e insectos perderán sus casas y no tendrán donde vivir.  

Los niños, atentos y amorosos, oyeron preocupados. Después, fueron a buscar a los padres, a quienes contaron lo que estaba ocurriendo.  

Fausto, el dueño de la empresa y responsable por el desmantelamiento, respondió:

— ¡Pero, vosotros no corréis peligro! ¡El peligro es sólo para los animales!

— ¡No, papá! — Afirmó Lúcia, hija de Fausto, con la aprobación de las otras — ¡Con lo que vosotros estáis haciendo destruís “nuestro” mundo! Cuándo acabéis con él, ¿cómo vamos a vivir? ¡El aire está lleno de humo y yo ni consigo respirar bien! Cuando destruyáis todo, ¿qué será de nosotros? Porque ya derrumbaron otros bosques y vais a continuar destruyendo otros más. ¿Y qué será de nuestro planeta? ¡Tenemos que cuidar el medio ambiente, de la naturaleza, papá!...

Las madres también se adhirieron al movimiento y, tanto los niños y las madres explicaron, lloraron y oraron, suplicando el amparo de Jesús, que Fausto acabó por reconocer que ellas tenían la razón:

— ¡Todo bien! ¡Todo bien! ¡Vosotros ganasteis! ¡Basta de llanto!...

Los niños se pusieron a aplaudir en los brazos de los padres, gritando de alegría y satisfacción. El papagayo voló para la claridad de la selva, donde los animales aguardaban la respuesta:

— Los niños lo consiguieron. ¡Ellos son nuestros amigos! ¡Estamos salvados!... Viva! Viva!...

Y, en aquella noche, todos en la selva conmemoraron la victoria. Ellos sabían que la conquista no era de un lado o de otro, sino de todos, pues quién ganaría era el planeta Tierra.

Había mucho por hacer. Fausto reunió a sus hombres y ordenó medidas para contener el fuego. Después, ellos irían a cuidar del reflorestamiento de la región y todo lo demás que fuera necesario.  

La paz había vuelto a la selva y todos agradecieron a Jesús y a lo niños que los ayudaron. 

                                                                  MEIMEI 


(Recebida por Célia Xavier de Camargo, em Rolândia-PR, em 27/02/2012.)





                                                                                   



O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita